ALAVÉS-REAL MADRID / De cabeza a la cabeza
Un inesperado testarazo de Lucas Vázquez en el 92′ hace líder al Madrid. El equipo blanco, gris al principio, se creció tras la expulsión de Nacho a falta de media hora. La escapada continúa.
La tabla deja en muy mal lugar al Alavés, un equipo con más ritmo, iniciativa y hasta ambición que puntos. Podría decirse que el trabajo de la semana se le va por el sumidero de los últimos 16,5 metros, la longitud del área, sede del tribunal supremo en este negocio. Lo supo pronto el Madrid, que se encontró un equipo con la defensa alzada y una obsesión por penalizar la pérdida ajena. También con dos bandas elásticas, Rioja y Rebbach, amenaza al cuadrado con más recorrido que precisión. Y no se dejó impresionar por la supuesta autoridad del entonces vicelíder ni por la primera ocasión blanca, en correría de Brahim y cesión final a Valverde, cuyo remate se enredó en las piernas de Sivera.
Ancelotti salió con lo poco que le queda, especialmente atrás, y bien informado de los dos puntos que se le habían ido al Girona a los postres en el Villamarín, plaza aún por tomar. Aún así, planteó una primera presión más intensa de lo habitual. Se lo puede permitir con sus jugadores de última generación. Sin embargo, ofreció pocos progresos. Le iba mejor a Brahim, que se sentía más un enganche que un punta, que a Rodrygo, vigiladísimo. Ya no pasa inadvertido y sus rivales le toman como una megaestrella. Bellingham, el jugador más transversal de esta Liga, al que se le puede encontrar allá donde mires, vivía más de su trabajo que de su ciencia. Era lo que pedía un partido de mucho desgaste y poco jugo. De hecho, ni siquiera Kroos ni Modric eran capaces de embridar un duelo que era de todos y de nadie. Una igualdad sorprendente si se usa la clasificación como patrón oro.
Poderoso Valverde
Al Madrid parece pesarle el cruce peligroso entre las bajas y el calendario. Enero es tradicionalmente el mes de su cuesta y anda a la vuelta de la esquina. En el partido no se movía una hoja y si algo sucedía era en su área, sobre la que llovieron un par de centros inalcanzables para Samu Omorodion, un delantero de anatomía imponente y puntería discutible. Lo poco medio potable que le llegó, un balón caído del cielo sin fuerza ni gracia, lo cabeceó a las manos de Kepa, ya muy cerca del descanso. La respuesta del Madrid tuvo la tibieza de su coreografía general: un zapatazo de Valverde, la figura de la noche, con mucha pólvora y muy poca dirección, rechazado por Sivera. El uruguayo ya debía conocer que al Alavés le han marcado más goles que a nadie desde fuera del área en esta Liga.
En cualquier caso, Rioja y Rebbach desbordaron en unas cuantas ocasiones a Lucas Vázquez y Fran García, laterales más de confección que de corte, y la pareja Antonio Blanco-Guevara fue un buen dique para los centrocampistas blancos. De Kroos, en la primera mitad, solo se recuerdan media docena de envíos fallidos a balón parado.
Y en esas el Madrid se pegó un tiro en su zona más sensible. Samu Omorodion persiguió un balón en el centro del campo y Nacho le pisó de muy mala manera, por detrás y a la altura del tobillo. No lo vio Díaz de Mera, laxo con el juego subterráneo, remoloneó el VAR y finalmente la cosa acabó en una roja de reglamento. El Madrid de los dos centrales se quedó con uno solo, Rüdiger. Así que ahí se vio de nuevo Tchouameni, defensa por segunda vez y por imperativo legal. Tendrá que repetir ante el Mallorca, en la reanudación de la Liga, le guste o no. Y ahí se acabó el partido para Modric, tan gris como su equipo hasta entonces.
Con diez mejor que con once
Luis García Plaza vio la ocasión de apretar. Javi López por Rubén Duarte (amonestado), Hagi por Guridi. Puesto por puesto, sobre el papel, pero con más filo en los entrantes que en los salientes, especialmente en el rumano, quizá el mejor pie del Alavés. No tuvo su noche.
Curiosamente, la inferioridad concienció al Madrid de la importancia del duelo y evidenció una notable mejoría, desde una posesión más larga y una participación mayor de Bellingham. Y con todo a favor, decayó extraordinariamente el Alavés, incapaz de llevar hasta el área su ventaja. Con diez, Rodrygo se preparó la mejor oportunidad del Madrid. Fue un clásico. Arrancada desde la izquierda hacia el interior y derechazo buscando una escuadra que le quedó a medio metro.
El Alavés perseguía un arreón final desde el banquillo. Con esa misión entró Kike García, enemigo conocido para el Madrid, pero para entonces su equipo había perdido la iniciativa y finalmente acabó perdiendo el partido por no advertir el peligro de Lucas Vázquez, un día delantero, hoy lateral, como cuerpo extraño en el área. Su cabezazo a la salida de un córner castigó la falta de remate vitoriana. Al fin y al cabo el gol es platino y no todos pueden pagarlo. Y el Madrid se marchó más feliz que preocupado (no parece importante la lesión final de Rodrygo) y con una hoja de ruta clara: la Liga va antes que la Superliga.