¿Y ahora qué, Boca?
Tras la piña en la final de la Copa, el Xeneize afronta un duro desafío en medio de un impacto grande.
Pablo Ramon, OléPocas veces un resultado cambió tanto una realidad, modificó de cuajo un panorama, alteró parámetros y destinos. Como un rayo mortal que nunca avisa, la caída en la final de la Copa Libertadores fue un tsunami de escombros que no dejó ni una flor. Amén de lo que condiciona el futuro de Jorge Almirón como entrenador, el de muchos jugadores del plantel, el destino político de la actual Comisión Directiva y el humor social de la primera minoría de hinchas del país, amén del perjuicio económico que se va por la cloaca de la derrota, el club aterrizó de culo en otra realidad, y en el desparramo se despojó de glamour: adiós a las mieles del triunfo, a pelearle el Mundial de Clubes al City, a jugar la Recopa y la Interamericana con el Inter de Miami de Messi. Y, lo que es peor, se enfrenta al desteñido escenario de tener que volver al barro, bien al fondo, a comer mierda otra vez, no sólo para intentar ganar la Libertadores, sino para ver si en una de esas puede jugarla...
El pasaporte automático a la Copa 2024 se fue con ese gol de otro planeta de John Kennedy que le dio el título a Fluminense. La realidad, a veces, puede ser muy cruel y Boca lo siente en carne viva. En pocos días más (se estima que ese encuentro podría jugarse el 15 de este mes, durante la fecha FIFA), el equipo de Almirón tendrá que disputar la semifinal de la Copa Argentina ante Estudiantes. Ese es, hoy, el camino más directo a clasificar a la próxima edición. Está a dos partidos de ser campeón y conseguir el boleto, pero es en este contexto de derrota que el objetivo pesa en las piernas del desánimo como un cruce de Los Andes.
En la tabla anual le pasa algo parecido. Con tres partidos por jugar, Boca (55) está a tres puntos de Defensa y Justicia (58), el último clasificado a la Libertadores, aunque en el medio también están Central (58), San Lorenzo (57) y Lanús y Estudianters (también con 55) y Belgrano (54) están al acecho. De hecho, el rival de esta fecha, postergada por el compromiso en el Maracaná era, precisamente, el Ciclón (V), un rival corrosivo -en términos históricos- si los hay. Los otros adversarios para las dos fechas finales (Newell’s y Godoy Cruz), no son pan comido.
Así las cosas, The last chance es ganar la Copa de la Liga, a todas luces casi un campo minado para el andar del Xeneize. Porque primero Boca tendría que clasificarse a los playoffs (entran los primeros cuatro de cada zona), el asunto es que el equipo de Almirón está 10° (de 14...) a siete puntos de Racing, el cuarto del grupo. Después, pasar cuartos, semis y ganar la final... Parece mucho y no es poco...
Pero más allá de los rivales y de los números, más allá del fixture y el calendario, son las esquirlas de la desazón, del sueño perdido y cómo y con qué profundidad impactarán, o impactaron, en el núcleo de un equipo que puso mucho en juego en esta misión de ganar la Séptima.
Es algo más general, que involucra al plantel en su conjunto, más allá de los villanos puntuales que cada derrota impone. De un equipo que se hacía fuerte en lo anímico más que en lo futbolístico, la derrota en la final supone un quiebre de su espina dorsal. De ganar la Copa a no jugarla, así de rápido cambian las cosas en el Mundo Boca...