Super Games: el misterio de ‘los mejores partidos de la historia’

La inolvidable ABA quedó en segundo plano en la historia del baloncesto profesional estadounidense. Pero tuvo un nivel deportivo extraordinario, llena de estrellas de leyenda.

Juanma Rubio
As
La ABA, la vieja y contracultural, alocada y entrañable American Basketball Association, fue algo cuya historia parece imposible de creer si no fuera porque sabemos que sí, que sucedió. Y está, todo, contado en el maravilloso libro de Terry Pluto, “Loose Balls”, una oral story que cartografía lo que fue, aunque no siempre se ha querido reconocer así, mucho más que una nota a pie de página en la historia del baloncesto estadounidense. La ABA fue un experimento imposible, en el que casi todo se hizo mal y que nació para perder, en 1967. Básicamente, en realidad, nació para unirse a la NBA, el merger de 1976 que fue más una capitulación que una fusión, tal y como dijo el mismísimo Julius Erving, el legendario Doctor J. Cuando ambas ligas se unieron y nació la NBA moderna, la ABA se consumía. De lo que quedaba de ella, cuatro equipos que salieron adelante: Denver Nuggets, New York Nets, Indiana Pacers y San Antonio Spurs. Kentucky Colonels y Spirit of St Louis se quedaron a dos pasos de la línea de meta. Los que llegaron a la gran Liga, tuvieron que tragar a base de bien en lo que la NBA consideró una expansión, no una fusión: cada uno de los cuatro tuvo que pagar 3,2 millones de dólares, un canon por esa supuesta expansión. Los números, títulos y récords de la ABA se dieron por muertos, sin vigencia. Ninguno de los cuatro recibió dinero de los contratos televisivos durante sus tres primeros años en la NBA (1976-79), no tuvieron voto durante dos en importantes cuestiones organizativas y no participaron en el draft de 1976. Solo pudieron elegir nuevos jugadores con el draft de dispersión en el que se repartieron los jugadores de Colonels y Spirit, incluidos gigantes como Artis Gilmore y Moses Malone. Nada menos.

Ah, y los Nets tuvieron que pagar otros 4,8 millones de dólares extra, estos a los Knicks como compensación por irrumpir en su Liga desde su mismo mercado, Nueva York. Los Nets, el último campeón de la ABA, intentaron ahorrase ese pago dando a sus vecinos a Julius Erving, pero los Knicks preferían la pasta. Un error, es obvio, que acabó con el Doctor en los Sixers, ya que el traslado (menos de dos horas) desde la Gran Manzana a Philadelphia no trastocaba mucho su vida familiar. Así se escribe la historia.

Mientras la NBA tenía la narrativa, la historia, los grandes mercados y el juego disciplinado y bien organizado, rígido, la ABA era una locura de dimensiones entre maravillosas y catastróficas. Grandes estrellas, mucho más brillo individual, balón tricolor, tiro de tres puntos… algo a lo que, curiosamente, ha tendido a parecerse mucho más la NBA moderna que a su propio espejo del pasado. Y también el primer concurso de mates, los certámenes más locos posibles en los descansos, animadoras con poca ropa, equipos de sede provincial que jugaban como locales en varias ciudades de la misma región… Algo que no podía durar, franquicias que se mudaban varias veces en la misma temporada y que desaparecían, con gradas vacías y sin acuerdos televisivos de los que vivir. Una constante llamada de atención a la NBA en busca de un acuerdo que los sindicatos de jugadores de ambas ligas retrasaron porque, hasta que intervino el senado, con dos pagadores había sueldos más altos y más posibilidades laborales. El merger, creían, forjaría un monopolio de facto. Pero acabó siendo inevitable.

La ABA, en las pistas, sí era una cosa muy seria. Era Julius Erving, Rick Barry, Artis Gilmore, George Gervin, Dan Issel, Mel Daniels, Moses Malone, David Thompson… jugadores icónicos que habrían tenido más reconocimiento con más exposición y, desde luego, con sus números NBA adecuados y sumados a los años de la ABA, que acabaron convirtiéndose en un injusto agujero negro en sus currículums. Como el de Indiana Pacers, que ganó tres títulos ABA, más que nadie, y sigue a la caza del primero en la NBA. Solo los Spurs, de hecho, han sido campeones de esos cuatro que consiguieron saltar desde el barco que se hundía. Los Nets tampoco lo han logrado, aunque quedaron para siempre como, en 1976, el último campeón de la ABA.

Unos partidos cargados de significado

Un lustro antes del merger, en 1971, se jugó el primero (el otro un año después, en 1972) de los dos súper partidos, unos Super Games que han quedado en el olvido, de los que apenas hay rastro documental y al que su (maldita) leyenda ha elevado a la categoría de clásicos de culto, tal vez los mejores partidos de los que nadie habla. Jamás. Fueron duelos entre los mejores jugadores de ambas ligas, la ABA frente a la NBA, con selecciones hechas a base de sus equipos All Star y confeccionadas por sus respectivos sindicatos de jugadores. El objetivo era enseñar una competitividad que se opusiera al interés por la fusión, demostrar la fuerza deportiva de dos competiciones diferentes, generar una confrontación que también se llevó a amistosos interligas que se jugaron en varias pretemporadas. A la dominante NBA, que no tenía nada que ganar ahí, no le gustaron nada. A sus jugadores, sí, aunque solo fuera por solidaridad con los de la ABA, que querían reivindicarse y demostrar que, contra el pensamiento general de la época, no eran peores que sus homónimos de la NBA. Sus equipos, los de la desquiciada ABA, sí iban también a por todas con la idea: con la exposición, con lo que se pudiera sacar de ahí. Y de cualquier sitio. Era cuestión de supervivencia.

Algunos historiadores del baloncesto estadounidense han insistido en reivindicar estos Super Games como duelos verdaderamente legendarios, tal vez los mejores de siempre por nombres y porque, a diferencia de lo que eran y fueron siendo cada vez más los All Star, el nivel competitivo era muy alto, las estrellas se tenían ganas. Estrellas: en el Dream Team de Barcelona 92 había diez jugadores (de doce) que entraron en la lista oficial de los 50 mejores de siempre que elaboró la NBA. En el equipo de la NBA para este duelo de 1971, eran diez de once… y eso contando con que Kareem Abdul-Jabbar (ese año dejó atrás su anterior nombre: Lew Alcindor) fue baja de última hora porque se casó un día antes del partido, que se jugó el 28 de mayo en el Astrodome de Houston. En 1972 (25 de mayo, Nassau Coliseum de Long Island) había en pista diez hall of famers, siete en el bando de la NBA, tres en el de la ABA. Esto es lo que sabemos de esos dos duelos cuyo recuerdo se difumina entre la memoria y la mística:

1971: NBA 125-ABA 120

El gancho del partido organizado en Houston es recaudar dinero para la Whitney Young Foundation, una organización que ayudaba a que estudiantes en situación económica desfavorecida tuvieran acceso a la universidad. Toda la taquilla fue para esta causa, mientras que el dinero que pagó la televisión quedó para los jugadores y sus sindicatos, que lo invirtieron en potenciar sus fondos de pensiones. Cada equipo iba a contar con once jugadores, pero la NBA acabó con diez por la baja de Kareem, que no fue cubierta. Su entrenador era Bill Russell; El de la ABA, Larry Brown.

El mítico Mel Daniels recordaba así cómo afrontaron los jugadores de la liga pequeña esta cita: “Los NBA no nos intimidaban, sabíamos que al final todos nos ponemos unas zapatillas y un uniforme y salimos a una pista a jugar. Se decía que éramos peores, así que querían probar que no era así. Queríamos dejar claro que éramos igual de buenos… o mejores. Pero dio igual, recuerdo que le puse un tapón a Elvin Hayes y al día siguiente el periódico hablaba como si me lo hubiera puesto él a mí”. En la primera parte se usaron reglas NBA: 24 segundos de posesión y sin tiro de tres. En la segunda, de ABA: 30 segundos y línea de tres válida. Los tiros libres finales de Oscar Robertson y Walt Frazier (MVP con 26 puntos) aseguraron un triunfo muy ajustado (125-120) para una NBA que quizá tuvo cierta ayuda: los árbitros eran de su competición y les dieron 31 tiros libres… solo en el último cuarto. Para dar perspectiva, eso habría sido récord por entonces en un partido completo de aquella NBA. Con solo seis canastas en juego en ese tramo (6/23), la línea de personal les aseguró la victoria en un duelo que se jugó con intensidad de, como mínimo, un partido de regular season. Al que asistieron 16.324 espectadores y en el que formaron estos jugadores:

NBA: John Havlicek (10 puntos), Dave DeBusschere (17), Nate Thurmond (3), Oscar Robertson (17), Dave Bing (11), Walt Frazier (26), Elvin Hayes (17), Earl Monroe (12), Lou Hudson (7) y Billy Cunningham (5).

ABA: Rick Barry (20), Willie Wise (16), Zelmo Beaty (10), Larry Jones (15), Charlie Scott (11), Mel Daniels (15), John Brisker (14), Roger Brown (9), Steve Jones (6), Donnie Freeman (4) y Bill Melchionni (0).

1972: NBA 106-ABA 104

14.086 espectadores en directo para vivir un duelo que demostró la incipiente fuerza de los jugadores, todavía minúscula si se compara con el nivel de empoderamiento del que disfrutan ahora. La NBA no quiso este replay, pero los jugadores pudieron más pese a las amenazas de sanciones y suspensiones. Volvió a faltar Kareem, y tampoco estuvieron Jerry West (baja de última hora por enfermedad de su mujer e hijos, pero que apoyó públicamente el duelo), Dave Debusschere (lesionado) y Walt Frazier, que dio media vuelta cuando iba hacia el pabellón por recomendación de última hora de su agente, que no quería problemas.

El New York Times habló en su crónica de un partido “con mucho ritmo de ida y vuelta” y “muchas jugadas espectaculares” uno en el que lo importante era “la reivindicación en un momento de mucha agitación para el baloncesto profesional”.

Los entrenadores esta vez fueron Elgin Baylor (NBA) y Al Bianchi (ABA).El partido fue aún más fiero, con defensas más fuertes y la presencia de leyendas como Wilt Chamberlain y Julius Erving, que acaba de jugar su año rookie con Virginia Squires después de solo tres años en College. Hay grabaciones, pero en blanco y negro y con enormes deficiencias, sobre todo de sonido. El triple se activó en la segunda parte, y el balón fue primero el de ABA (tricolor: blanco, rojo y azul) y, tras el descanso, el marrón de la NBA.

El equipo de la ABA arrasó de inicio (30-47 a 7:35 del descanso) pero no pudo mantener su ventaja, en parte porque Julius Erving pasó demasiado tiempo en el banquillo entre los cuartos segundo y tercero. En el último parcial, del que no queda ni una sola imagen, Rick Barry puso al equipo ABA a uno (105-104) a 13 segundos del final, Archie Clark solo acertó con un tiro libre (106-104) y la melé por el rebote restó tiempo y solo quedó un triple a la desesperada de Barry, que no entró. Bob Lanier fue elegido MVP (anotó 15 puntos) pero la acción que todos los presentes siguen recordando fue un mate increíble de Erving, un vuelo del Doctor que dejó a todo el mundo boquiabierto. “Me robó la bola el mate más increíble que había visto en mi vida”, dijo Paul Silas. “Saltó desde más allá de la línea de persona, estuvo como tres segundos en el aire. No se puede explicar con palabras, no se le puede hacer justicia contándolo”, se maravillaba años después Mel Daniels.

NBA: John Havlicek (17 puntos), Connie Hawkins (6), Wilt Chamberlain (6), Oscar Robertson (14), Archie Clark (15), Bob Lanier (15), Nate Archibald (12), Bob Love (10), Gail Goodrich (8) y Paul Silas (3).

ABA: Rick Barry (11), Dan Issel (8), Artis Gilmore (14), Jimmy Jones (7), Donnie Freeman (16), Julius Erving (13), Ralph Simpson (12), Willie Wise (12), George Thompson (7), Roger Brown (2) y Mel Daniels (2).

En 1976, a punto de claudicar, la ABA organizó su último All Star Game. Como ya casi no quedaban equipos que permitieran una división lógica en dos formaciones, se optó por un duelo entre el anfitrión, Denver Nuggets, y una selección del resto de franquicias. Todo se improsivaba, era el sello de la casa. Y en el descanso se organizó lo que parecía un evento estrambótico: el concurso de mates. Erving, el Doctor J, lo ganó volando desde la línea de personal, justo antes de saltar a la NBA. Justo antes del merger y de que la historia se comiera a una ABA que, a partir de entonces, pasó a ser solo leyenda.


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