Neuromitos, los 7 conceptos erróneos sobre el cerebro que aún persisten
Se trata de ideas equivocadas nacidas de una lectura o cita inexacta de hechos científicamente establecidos. Cuáles son los más comunes, de qué forma surgieron y cómo inciden en la educación, según dos expertos
Pero, ¿qué es un neuromito? El doctor Gustavo Sevlever, director del Departamento de Docencia e Investigación de Fleni, explicó a Infobae: “Los neuromitos son aquellas creencias generadas alrededor de nuestro cerebro, que es el órgano que nos hace ser humanos, y que han proliferado en la literatura popular, incluso en la de divulgación científica. Muchos están basados en aspectos metodológicos incorrectos, inconsistentes o exagerados. Son llamativos, sin embargo, plantean discusiones interesantes acerca de la reflexión sobre uno mismo. Como ocurre con muchas aproximaciones científicas, existen algunas trazas de verdad en muchos de los neuromitos, aunque la comprobación metodológica de la mayor parte de los mismos tiende a descartarlos como verdades científicas”.
Por su parte, el doctor Marcos Fernández Suárez, médico neurólogo, especialista en Neurología Cognitiva de FASALUD Psiquiatría y Psicología, Chile, contó a Infobae que en una publicación del año 2020 de una revista científica llamada Fronteras en Psicología, hicieron un trabajo sistemático revisando las publicaciones acerca de la presencia de neuromitos en la comunidad educativa.
“Esto es muy importante porque es el traslado de los neuromitos a través de los años a las decisiones y a la transmisión de información por parte de los educadores y la utilización de estas técnicas en el aula. Este artículo revisa cientos de publicaciones de estudios sobre qué es lo que creen los docentes, no sólo en países anglosajones sino en todo el mundo, y encontraron que hay diferencias entre las distintas culturas respecto a los mitos que prevalentes, pero también una gran concordancia en la mayoría, están presentes en todos los países. Destacaron 21 artículos sobre este tema”, señaló Fernández Suárez.
Los neuromitos más frecuentes
1. “Solo usamos el 10% de nuestro cerebro”. De acuerdo al doctor Sevlever, uno de los mitos más famosos acerca del cerebro es aquel que postula que “solamente usamos el 10% de nuestra capacidad potencial”. “Esto puede ser un error generado en los primitivos estudios eléctricos de estimulación de la corteza que mostraban que solamente un 10% de los músculos se activaban en el sistema experimental con la estimulación de la corteza cerebral. Hoy sabemos que es absolutamente falso y que, para casi todas las tareas, ya sea activas o pasivas, el cerebro funciona en alta capacidad, sobre todo porque controla muchas necesidades biológicas —la respiración, la frecuencia cardíaca, la regulación homeostática del cerebro— que son permanentes”, afirmó el médico.
Muchos atribuyen erróneamente este mito a Albert Einstein, mientras que otros consideran que se tergiversaron las palabras de William James, padre de la psicología en Estados Unidos, quien escribió en su libro The energies of men (1907) que hacemos “uso solamente de una pequeña parte de nuestros posibles recursos mentales y físicos”, lo que dio lugar a que autores posteriores redujesen esta frase a la leyenda de que tan solo usamos un pequeño porcentaje.
2. “Los hemisferios son independientes y determinan la personalidad”. Otro mito difundido es que los dos hemisferios cerebrales funcionan cada uno por separado, controlando tareas independientes del cerebro.
El doctor Fernández Suárez expresó que este es un neuromito muy frecuente en la comunidad educativa, especialmente en los de docentes de secundaria.
Explicó el doctor Sevlever: “Durante mucho tiempo se pensó que los humanos nos dividimos en aquellos donde predomina el hemisferio derecho —estos son los creativos, los intuitivos, los que tienen respuestas emocionales e imaginación— o aquellos donde predomina nuestro hemisferio izquierdo —donde somos mejores para resolver problemas, plantear estrategias, analizar y comunicarse—. El cerebro derecho y el izquierdo hacen cosas diferentes, pero como toda la estructura cerebral, trabajan en conjunto.
Y añadió: “Hay una interfaz muy importante entre el cerebro derecho y el izquierdo que se denomina cuerpo calloso. Cuando uno mira con la tecnología adecuada y analiza cómo funcionan, lo que se demuestra es que el cerebro trabaja tanto en su hemisferio derecho como izquierdo, en la misma intensidad. Los humanos utilizamos ambos lados del cerebro de manera similar para enfrentarnos con los problemas, las soluciones, las emociones y las complejidades de la vida cotidiana. No existe la personalidad “cerebro derecho” versus “cerebro izquierdo”, sino que, al menos desde el punto de vista neurobiológico, nuestro cerebro es uno solo y trabaja de manera coordinada”.
3. “Cada persona tiene una predisposición biológica a aprender por tres canales diferentes: visual, auditivo o kinestésico (o de movimiento)”. Dijo el doctor Fernández Suárez que este es uno de los neuromitos más prevalentes en el estudio de publicado en Fronteras en Psicología y es el que determina que los individuos aprenden mejor cuando reciben información de acuerdo a su estilo de aprendizaje preferido. “O sea que hay personas que son más auditivas o más visuales o más kinestésicas, entonces uno aprende más y utiliza esa vía de comunicación o de enseñanza con el estudiante. Y esto también ocurre en la educación superior. Lo más dramático es que, a pesar de que los profesores en el estudio indicaban que no había evidencia empírica para esta creencia, el 46% afirmaba que encontrarían beneficios al usar la técnica en clase. Y esto en realidad no está demostrado”, afirmó el médico.
Por su parte el doctor Sevlever explicó: “El cerebro básicamente es el gran integrador de la información que recibe y de las respuestas que tenemos los humanos. Esta gran capacidad de integración es una de las claves de nuestro éxito como especie, en el sentido que toda la información que ingresa es analizada simultáneamente y en su conjunto, y las respuestas frente a eso ocurren de la misma manera. O sea, que más allá de los canales o sentidos por los cuales recibimos la información, la capacidad específica del cerebro es la integración funcional de la misma, en relación tanto al tipo de estímulo como al contexto de la situación en la que se produce”.
4. “El efecto Mozart: escuchar música clásica hace más inteligentes a los niños”. Contó el doctor Sevlever que en el año 1993, en la revista Nature, se planteó por primera vez lo que hoy se conoce como el Efecto Mozart, implicando que cuando los sujetos escuchaban la sonata de Mozart, “K. 448″, mejoraban su capacidad de resolución de problemas y sus habilidades cognitivas. “Estudios posteriores, con tecnología más sofisticada, mostraron que esta escucha generaba activación cortical y subcortical en lugares donde se procesan las emociones y, eventualmente, podían resultar en una performance temporariamente mejorada en algunos aspectos cognitivos”.
Y agregó: “Desde entonces se ha utilizado en muchos contextos clínicos para distraer la atención de experiencias displacenteras. Todos estos estudios sufren de problemas metodológicos, y en el momento actual hay alguna evidencia moderada, pero no muy convincente, que escuchar en general música conocida y agradable, ayuda para disminuir la carga de la enfermedad y quizá mejore nuestro sistema inmune a través de la modificación del estrés. Más allá de la neurobiología y que uno pueda o no aceptar estas consideraciones, seguro vale la pena escuchar la sonata de Mozart a cuatro manos, “K. 448″ en, por ejemplo, la hermosa versión de nuestros compatriotas Marta Argerich y Daniel Barenboim”, recomendó el médico de Fleni.
5. “Los tres primeros años de vida son claves para el aprendizaje”. Según OCDE “Este mito plantea la idea de que los niños deben estar expuestos a estímulos diversos, es decir, un entorno “enriquecido” cuando son más receptivos al aprendizaje (se supone que es el momento desde el nacimiento hasta los tres años de edad). Como consecuencia, la creencia común es que si un niño no ha estado expuesto a un entorno de esasa características, no se ‘recuperará' más adelante en la vida y habrá perdido capacidades en una etapa temprana de la vida. Esto significaría que para que se produzca un aprendizaje pleno, son importantes una rica diversidad y una exposición temprana”.
El doctor Sevlever explicó: “Por supuesto que los primeros años son claves para el aprendizaje, para el desarrollo del cerebro, para su maduración y para la formación de los circuitos sinápticos que van a permitir toda la actividad del cerebro en el adulto. Sin embargo, los fenómenos sinápticos y la plasticidad cerebral continúan mucho más allá de los tres años, prácticamente durante toda la vida, aunque en grado variable y afectable por algunas patologías. El aprendizaje es un fenómeno crucial en los primeros años, de ahí la educación formal, pero que continúa durante el resto de nuestras vidas”.
El doctor Fernández Suárez expresó que este es otro mito muy prevalente en el estudio que mencionó: “Más del 60% de las personas entrevistadas creían que los tres primeros años eran críticos en el desarrollo de la plasticidad del cerebro. Y en esto la aclaración sería que, aunque son muy importantes esos años en el desarrollo del cerebro, esa conclusión estaba basada en las consecuencias de privar al niño de un estímulo, por ejemplo taparle los ojos y que no pueda ver, o aislarlo del lenguaje, que nunca escuche a nadie hablar o que estén sordos y no puedan percibir el lenguaje hablado. Estas experiencias provocan un daño importante en el desarrollo del niño, lo cual no quiere decir que enriquecer por demás el entorno, en esos primeros tres años vaya a lograr un mejor desarrollo de ese cerebro”, destacó el médico.
6. “Las personas pueden aprender mientras duermen”. El tema del aprendizaje durante el sueño fue un tema de la neurociencia desde hace mucho tiempo, afirmó Sevlever y agregó: “Nuestro cerebro, en las distintas fases del sueño, que no son iguales entre sí, tiene un nivel de desconexión relativamente importante, aunque no absoluto. De hecho, esa ha sido una de las claves de nuestra supervivencia. Los sistemas formales de memoria y de consolidación de la memoria, es decir, aquellos vinculados al aprendizaje, no parecen estar especialmente activados durante el sueño donde las tareas biológicas son otras. El uso simultáneo del mismo sistema de procesamiento de la información durante el sueño y el estado despierto quizá plantee alguna estructura competitiva que sea deletérea para ambos sistemas de memoria”, informó.
En síntesis, dijo el médico, puede ser que el aprendizaje durante el sueño sea posible, pero existen algunas trabas biológicas, como para que este sea útil en términos educativos. “Sin embargo, es un tema que merece ser estudiado más en profundidad porque plantea alguna alternativa al proceso de la información, que quizá tenga utilidad práctica”, completó.
7. “Cuanto más grande es el cerebro, más inteligente se es”. “El tamaño del cerebro y su relación con la inteligencia ha sido un tema sobre el cual la neurociencia vuelve periódicamente y es altamente controversial”, dijo Sevelever acerca de este neuromito.
Y añadió: “Vale destacar que desde los primates primarios hasta el Homo sapiens el cerebro es cada vez más grande y desde un volumen de 600 cm3 en el Homo habilis, hasta 1680 cm3 en los neandertales, hubo un crecimiento importante en términos absolutos y relativos. Si bien algunos estudios han mostrado una correlación entre el tamaño celular y la inteligencia, esto no está claro y, probablemente, un fenómeno tan complejo como la inteligencia, debe necesariamente ser multifactorial con otros elementos jugando un rol muy importante. Tampoco el tamaño cerebral se correlaciona fuertemente con medidas cognitivas específicas”, indicó.
Sin embargo, destacó un descubrimiento reciente: “Cuando se aprende una nueva habilidad cognitiva o motora, incluyendo el vocabulario, existen cambios estructurales —lo que conocemos como neuroplasticidad— y aumenta el tamaño de la sustancia gris que es donde están las neuronas. Esto se da sobre todo con aprendizajes nuevos y no con el entrenamiento de prácticas que ya habíamos adquirido con anterioridad”.
Finalmente, cabe preguntarse si existen factores protectores contra los neuromitos. Fernández Suárez respondió: “Tener un nivel educativo mayor, informarse a partir de journals o de revistas y publicaciones científicas, especialmente las que son revisadas por pares, tener más años de educación formal y haber tomado cursos específicamente en neurociencias puede ayudar a que que la gente crea menos en estos mitos”, recomendó el médico.