Los pecados de Boca: por qué perdió la final de la Libertadores

Tuvo la chance de ganarlo, luego de empatar en el ST con el golazo de Advíncula. Faltaron juego y decisión.

Sergio Maffei, Olé

Boca se pegó un porrazo que era posible, siempre sucede cuando se llega a una final. A esa altura, es oro o es nada, con el mérito de haber sido gran protagonista de la Libertadores.


Y en este partido de casi 130 minutos en el Maracaná, se vio lo que se esperaba: un Fluminense con poder de fuego para meter goles, con alta efectividad y capacidad creativa, y a un Boca con alta dificultad para convertir.

Ahora, ¿por qué se le escapó al equipo de Almirón la séptima tan soñada. Hay causas futbolísticas para explicarlo.

El arranque pobre de Boca contra Fluminense

Tuvo un primer tiempo muy pobre, con menos del 30% de tenencia de pelota y actitud conservadora. Sin embargo, Merentiel tuvo una chance de contragolpe y decidió mal, pegándole al arco en vez de abrirla a la izquierda a Barco o a la derecha a Cavani.

Justamente un Edinson que no pateó en todo el partido, corrió, jugó lejos del arquero rival y salió desconsolado, acalambrado.

Tuvo la chance, pero la dejó pasar

Le faltó fuego sagrado una vez que empató el partido. Con el Fluminense retrasado y jugando muy cerca de su área, había logrado el 1-1 con un zapatazo de alta calidad de Advíncula.

Luego, con el rival golpeado, no tuvo esa decisión para llevarse por delante al rival. Era EL momento, con posesión y el envió anímico del empate.

Un guiño más para Boca

Antes del suplementario, tuvo un guiño del destino cuando Barbosa se perdió solito el 2-1 a los 96, entrando como una tromba en el área. Después, en tiempo suplementario, más allá de que ya en cancha estaban Langoni y Benedetto por Cavani y Barco, otra vez el Flu cedió campo y pelota.

Y Boca no supo cómo aprovechar esa situación, con posesión merodeando el área aunque sin punch, sin verticalidad. Por eso no generó chances de gol, cuando en el ambiente se sentía que se podía ganar. Hasta que llegó el 2-1, golazo del Flu, un equipo de jugadas, que siempre se distinguió por sacar goles de la galera.

11 vs. 10 y una roja infantil

No supo aprovechar el hombre de más. Porque cuando Kennedy metió el 2-1, se fue expulsado por festejar por demás con su gente. y el destino le daba la oportunidad de empatarlo con esa ventaja numérica.

Y ahí llegó la peor desinteligencia, con las pulsaciones a mil: Fabra se calentó en una trifulca, pegó un sopapo leve y el árbitro, a instancia del VAR, lo expulsó. Entonces lo que era 11 contra 10, se emparejó.

Un pibe como líder del equipo

Curiosamente, el pibe Taborda terminó siendo el líder del equipo nada menos que en una final de Libertadores. Puede haber sido por cansancio de jugadores como Pol Fernández, pero fue fuerte la imagen de ver al chico que volvió de un préstamo con Platense debutar en la Copa y ser el responsable de las pelotas paradas y de tratar de empatar la final.

Encima, los centros al área fueron siempre rechazados por los brasileños y no apareció ninguna individualidad de experiencia, como Benedetto o Janson, ambos muy flojos. Tampoco Langoni pudo hacer diferencia con su velocidad y para colmo Bruno Valdez, que entró para jugar de 9, ni la tocó.

Boca, con la pólvora seca

Como a lo largo de toda la Libertadores, Boca no pudo mostrar un alto nivel. Dio pelea, transpiró la camiseta, entregó todo hasta el final, pero no supo cómo abrir a un Fluminense que se metió todo atrás a defender el 2-1.

Se repitió en centros, como de Saracchi o Advíncula (uno de los mejores, con un golazo y un despliegue físico extraordinario), sin generar ni una jugada de peligro. Siguió la tendencia de convertir poco, como de octavos de final en adelante (cuatro goles en seis partidos: tres a Nacional y uno a Palmeiras).

Y lo pagó caro, quedándose con las ganas de una Séptima que era posible contra un rival bueno y con talento, pero ganable. Le faltó ese fuego de campeón.


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