LAS PALMAS 2 - ATLÉTICO 1 / Simeone se ahoga en Las Palmas

El Atlético sucumbió al equipo de García Pimienta que le puso más ganas, fútbol y goles. Marcaron Kirian y Benito. Acercó Morata. El argentino fracasó con los cambios.

Patricia Cazón
As
El Cholo-Taka viajaba a Gran Canaria para asomarse a la horma de su zapato y recibir un bofetón. Si ganaba, dormía líder, pero le ocurrió como en todo 2023: cuando le tocó asaltar de verdad algo (el segundo puesto en la Liga pasada, la Copa, este dormir el primero en la noche de viernes), hubo vértigo y rodilla a la hierba. Una vez más. Si la novedad del Atleti era Barrios al lado de Koke enseguida De Paul le quitó foco. Un De Paul que parecía haber caído en una marmita de agua oxigenada para trasladar la indefinición de su pelo, entre el rubio-naranja y el cobre, a los pies. Apagado De Paul, el Cholo-Taka tocado, por mucho que Barrios le pusiera todo su vigor y rigor. El Atleti, muy dependiente de la bota del argentino en los últimos partidos, se olvidó del Taka para ser solo Cholo en la versión más cholista. La pimienta del partido fue amarilla.

Un Las Palmas que enseguida se hizo con el dominio, el balón y el control. Con Munir en el vértice y la sorpresa de Moleiro en el once. El Atleti se prensaba en su campo sin pisar el contrario mientras Las Palmas iba colgando detallitos de la madera de Oblak. Acercamientos, córners, las primeras tímidas ocasiones. Grizi no tocaba un balón, Morata, aún menos, pero Simeone no parecía del todo preocupado. El argentino tira al monte. Se sentía cómodo entregando las llaves. Esperando un error para sorprender al espacio a ese Las Palmas en bloque muy alto y salir en estampida hacia la portería de Valles.

El primer rojiblanco que logró cruzar la línea del centro del campo fue Morata después de un robo y un pase en largo de De Paul que acabó estrellándose en un Marvin que le estranguló el ángulo. Pero la bandera ahí se quedaba, como la noruega de Amundsen en el Polo Sur o la huella del zapato de Armstrong en la superficie lunar. Yo estuve allí. Riquelme enseguida tomaría ese mismo camino. Le empujaría Griezmann, con un pase filtrado para su carrera de treinta metros que murió en el tacón de Valles, que salvó de milagro, cuando la pelota parecía haberle pasado entre las piernas. El Atleti si apretaba, llegaba. En dos pases, además. Pero, como no, se dormía. Tocaba y salía pero poco, como aplatanado en el vuelo a la primavera canaria desde el invierno en Madrid. Las Palmas, a lomos de la explosividad de Marvin y Cardona en las bandas, un Moleiro indetectable y el físico de Javi Muñoz, espoleó a los de Simeone al poco de iniciarse la segunda parte. De la mejor manera posible. Con el 1-0 sobre sus cabezas, brillando en el videomarcador.

El Atleti se quedó detenido al ver como Mármol le robaba una pelota a Grizi sobre la línea de banda. Los rojiblancos se quedaron reclamando que había salido mientras los amarillos la siguieron jugando. Cardona encontró a Moleiro, Moleiro descargó y Javi Muñoz se la sirvió a Kirian dejándola pasar entre las piernas para que éste disparara de primeras a la red. La pelota no había salido del todo, vale, le susurró el VAR al árbitro al oído. Riquelme miró las dos veces que una vez su equipo había logrado llegar a Valles y se echó el equipo a la espalda como solo puede hacerlo la rabiosa juventud. Con ardor y con ganas. Pero su primera arrancada acabó en un derechazo que se estrelló dos veces en el palo.

Simeone reaccionó con dos cambios que sonaban como si los hubiera pedido García Pimienta. Griezmann y Koke, sus dos futbolistas mejores. De Paul no tardó en encaminarse al banquillo. Y Witsel. Pum, pum, pum, pum. Como si el Cholo guardara los muebles pensando en la Champions con esos disparos a sus propios metatarsos quitando a todos sus futbolistas que supieran jugar de verdad. Ninguno de los que entró los mejoró. Mientras, un latigazo de Benito fue la sentencia. Los dedos de la mano marcados en el rostro, de la virulencia del golpe. Todo había nacido en un mal pase de Hermoso a Barrios en zona de peligro, Javi Muñoz lo atrapó y pasó por Munir para terminar en ese Benito que definió duro y seco. Oblak ni la vio, por decirlo en fino.

En el Atleti, Riquelme estaba demasiado solo. Cuando corría, se desmarcaba o buscaba compañeros. El primero en sumarse fue Morata, que atrapó uno de sus centros para rematarlo de primeras y exhalarle todo su aliento a García Pimienta en la cara. Al Atleti le entraron las prisas. Y acarició el empate con un latigazo de Barrios que no blocó Valles y cuyo rechace Morata envió sin ángulo al larguero. Mientras Grizi, Koke, Witsel y De Paul miraban vidriosos desde fuera, sin acabar de creérselo. El naufragio. De fondo, como en un revival, aquellas palabras de Gil remasterizadas: “Que se vuelvan nadando”. Empezando por el Cholo.


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