La historia se escribe con Griezmann

El francés iguala a Escudero como segundo máximo goleador del Atlético, con su gol 169 que fue el 2-1 para un Atleti que sufrió ante el Villarreal. Adelantó Gerard, empató Witsel, amplió Lino. 15 victoria seguida en Liga, récord, 17 en total.

Patricia Cazón
As
Corre el Cholo mientras sobre su cabeza se desata un incendio al compás de puños levantados. Corre el Cholo por la banda para alcanzar la piña de sus jugadores y felicitar con un palmeo a ese chico con el que se escribe la historia bajo la manta de brazos. Sus manos acaban de bailar por 169 vez con esa camiseta, la rojiblanca. Ya ha alcanzado a Escudero como segundo máximo goleador del club, ya está solo a cuatro de Luis. Su gol 169 ha sido el 2-1 de este partido que sirvió para derribar al fin el muro del Villarreal y amarrar la victoria. Esa también para la historia. La número 15 del Atleti seguida en casa en Liga.


Los finales a menudo reescriben los principios, porque solo el Atleti logró romper al final a ese Villarreal que, con Tena, se presentó a lo Marcelino sin Marcelino todavía, en un 4-4-2. Enfrente, al Atlético, con Saúl en el interior izquierdo para completar la banda de Riquelme, salió a presionar arriba para abrochar esa victoria 15 ante un rival que en los doce años de Cholo ha sido kryptonita. Iba cuerpo a cuerpo y oliendo la sangre por el desangre en el banquillo. Se apelotonaba el Villarreal en su campo, como inseguro e impreciso. El Atleti sin golpear de verdad. Dominio, mucho. Peligro, ninguno. Y sin olerse lo más importante: que lo del Villarreal era como disfraz.

Mascaba, tocaba y rondaba la frontal el Atleti con balones que iban de Nahuel a Riquelme sobrevolando una muralla amarilla sin encontrar resquicio. La superioridad mutó en precipitación, en demasiados centros al área enviados como drones perdidos. Mientras, el Villarreal dejaba un primer aviso en la portería de Oblak. Ocurrió después de que De Paul perdiera un balón donde no se pierden. Baena robó y buscó a Gerard que, a su vez, encontró a Pino. Su disparo lo embolsó Oblak por bajo. Pero ahí quedaba el aire. Lleno de alarmas. El Villarreal había asomado la cabeza para que el Atleti se quedara pegado a sus trampas como a una tela de araña.

Porque atraían los amarillos a los rojiblancos a la presión y, una vez engañados, salían en estampida. Mientras iban a cayendo a la hierba todos sus disfraces. Los nervios, las inseguridades. Sortloth estiraba y Gerard comandaba tras desordenar toda la pizarra del Cholo con su talento extraordinario. Suyo fue el gol. De nuevo tras una contra amarilla que brilló en la noche como una cuchillada. Sorloth disparó primero, Oblak paró sin blocar y el rechace acudió a la bota de Gerard que pateó con la zurda ante Hermoso, Giménez y Witsel que defendieron solo de ojos. Se cobijaría el Atleti en los guantes de su portero, quien evitó el desangre tras dos paradas solo capaces de salir de sus guantes embalsamados en milagros. Primero fue ante Sorloth y un zurdazo violento a tres metros. Después, ante Baena. Entonces se lesionó Sortloth y Tena, en el cambio, se disparaba en el pie para matar a su equipo a la vez que a Gerard: al introducir a Terrats y no a un punta, le obligaba a jugar de espaldas, sin una referencia para el desmarque. Alrededor de Oblak dejaron de sonar alarmas a la vez que se encendía Griezmann. El francés recibía, apuraba la línea de fondo para servirle a Witsel una pelota en el segundo palo que iba gritando: “¡Goool!”. El 1-1 fue. Y en el momento en el que más duelen en el fútbol: el descuento antes del descanso.

Regresó el Atlético dejando a Saúl en la ducha y revolviendo su armario para sacar de éste las piezas que le dieran la energía necesaria para pulverizar de una vez la muralla de Tena. El primero fue Llorente. Le dio al Atleti eso que le había faltado: velocidad y precisión en los metros finales. Centro a centro. Pero Morata erró el primero, un cabezazo a bocajarro, y el segundo también, otro. El Atleti acampaba en campo amarillo picando ladrillo, pellizco a pellizco.

A la hora, Simeone sumó el desequilibrio de Lino (por Riquelme) y lo del martes, Correa arriba y Griezmann paso atrás, como interior izquierdo. Un Griezmann que logró descerrajar el partido al final, tras un pase de Koke que quebró en dos al Villarreal y centro de Llorente. Lino ponía el broche con un zurdazo, tras una cabalgada de Barrios mientras el Metropolitano cantaba: “Te quiero Atleeeti”. Ole, ole y ole. Como guiño a la historia. A los doce años de Cholo. Y toda la música, que en ellos, no deja de ponerle Griezmann.


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