¡Fluminense le ganó a Boca en el alargue y es campeón de la Copa Libertadores!
Flu ganó en el tiempo suplementario de una final electrizante. El Xeneize luchó y dio todo, pero se quedó sin nada.
Sergio Maffei, Olé
Se le negó. Una vez más. Como si fuera una Copa que se resiste, que es esquiva, que se escapa, otra vez se fue. Y se fue justo cuando la tenía cerca, cuando el equipo de Jorge Almirón había tomado la decisión de ir por ella, cuando el partido estaba a pedir de Boca, cuando tenía el control futbolístico y anímico de su propio sueño. Cuando tenía todo para cortar el maleficio y levantar la Séptima.
Eso será lo que el Xeneize, sin dudas, más lamentará de esta derrota por 2 a 1 que lo dejó sin una Copa ganable. Fluminense es campeón por primera vez de la Libertadores, justo en su casa, en el Maracaná, como si tuviera el destino escrito. La ganó justo cuando más cerca estaba de perderla. Y Boca, de quedarse con ella. Así, se le fue la tercera final seguida (2012, 2018 y 2023). De no creer.
Lo que se podrá reprochar el equipo de Almirón serán sus flojos primeros 45 minutos y un final en el que le faltó el fuego de campeón. Pero de arranque, jugó con confusión, con pasividad, sin decisión, en modo conservador. Y por esa razón se fue al entretiempo 0-1, con el gol de Cano.
Pero después, ya en el segundo, Boca fue otro. Otro desde la imagen, desde la garra y desde el corazón. Fue con empuje y, fundamentalmente, fue con otra postura, parado 20 metros más adelante. Y así, con otra determinación, jugó un encuentro diferente.
Por eso, cuando lo empató con ese nuevo zurdazo de Advíncula, tuvo todo para ganarlo. Porque Fluminense sintió el golpe y se derrumbó. Al punto que Chiquito Romero, en esa segunda etapa, casi no tocó la pelota. Boca lo buscó sin demasiadas luces, pero lo buscó. Era más que el Flu, en cuerpo, alma. Pero le faltó, ahí mismo, aprovechar el sentido de la oportunidad, ser más agresivo con el momento, con las ventajas que ofrecía el rival.
Con el 1-1, Almirón mandó un mensaje desde el banco. Salieron el Colo Barco y Cavani, cuyas ausencias en el funcionamiento del equipo se sintieron, y entraron Langoni y Pipa Benedetto. Desde esa decisión, el Xeneize pareció decidido a ir por la Copa más esquiva de su historia. Y aunque no fue abrumador, dominó, hizo méritos, hasta Merentiel sacó un remate, cerca del final, que se fue apenas desviado. El Flu estaba entregado.
Parecía, aun en ese momento, aun con el partido camino a la alargue, que Boca sí podía, que lo peor ya había pasado. Por entonces, el alargue no era una mala noticia. Porque el Xeneize estaba mejor y porque la chance de los penales, allá a lo lejos, también generaba esperanzas. Sin embargo, también dio la sensación de que si lo apretaba, podía liquidarlo ahí mismo. No lo hizo. Y se terminó entregando a un partido más largo.
Almirón refrescó el ataque con Janson por Merentiel. Y el Xeneize mantuvo el control ante un Fluminense que había perdido el camino. Era el momento de ir por más. Pero se quedó en menos. Fue ahí cuando Fluminense, que es un equipo de jugadas, encontró cinco pases seguidos, entre Lima, Keno y Kennedy, y el delantero que entró en el segundo tiempo facturó un golazo, con un remate inatajable para Romero.
Fue el 2-1 a los 10' del primer tiempo suplementario. Y fue, además, un verdadero golpe para Boca. Porque ahí mismo, sonó a castigo. Por lo que había peleado ante la adversidad, por lo que había luchado para revertir el 0-1 inicial, por cómo lo estaba jugando, pero también porque no había terminado de ir a ganarlo con decisión de campeón.
Y porque también, en toda la Copa, le faltó poder de fuego, de gol. Nunca se le cayeron de los bolsillos. Más bien, le faltaron. Al punto de tener menos de un gol de promedio en estos 13 juegos.