El Bernabéu fue un sambódromo
Dobletes de Vinicius y Rodrygo, que se dieron un festín a costa del Valencia. Carvajal abrió el marcador desde fuera del área y con la izquierda. Los de Baraja se hundieron tras el 2-0.
Baraja habría imaginado y elaborado decenas de guiones posibles para sobrevivir al Bernabéu, donde el Valencia ha pasado tres lustros sin ganar, pero seguro que en ninguno figuraba que antes de los tres minutos el diestro Carvajal recetara un zurdazo desde fuera del área, a balón levantado, que adelantara al Madrid. Del renacido Carvajal se han visto cosas insólitas esta temporada: cierta habilidad para el juego interior, un cabezazo tremendo en el Pizjuán, este izquierdazo... La confianza lo es todo.
El gol prologó bien la salida en tromba del Madrid. En la sobremesa se cayó del cartel Bellingham, cuyo hombro aún no está para según qué cosas, entre ellas jugar dos partidos con Inglaterra en cuatro días. Ancelotti, sin un nueve interplanetario, se inventó un implante para que le cupiera el inglés sin romper nada: un mediapunta, figura desaparecida desde que se instaurase la BBC. Ahora no está el inglés, pero el puesto, para no romper automatismos hasta su vuelta, permanece. Ha llegado para quedarse. Y ayuda que en la plantilla haya un jugador al que el puesto le cae como un guante. Por eso repitió Brahim. Por eso y por su partido ante el Braga. Al Bernabéu le gusta ese fútbol revoltoso del malagueño, esta vez menos lucido. Con él, un Rodrygo que ha pasado del acíbar al almíbar y el siempre optimista Vinicius cayó el Madrid sobre el Valencia.
Hugo Duro perdona
Kroos mandó una falta al larguero y el mundo pareció venírsele encima a la joven Quinta del Pipo. El Valencia ha hecho de la necesidad virtud. Las crisis económicas son abono de primera calidad para la cantera. Mosquera, Javi Guerra, Diego López o Fran Pérez ya estaban ahí, pero el semivaciado de la plantilla emprendido por Lim y el arrojo de Baraja les arrastraron a la superficie. Solo les encogió el escenario bien entrado el partido.
Dirigido por Javi Guerra y Pepelu y lanzado por Fran Pérez y Canós, el Valencia tuvo una respuesta rápida. Dos goles tuvo en su pie derecho Hugo Duro y los dos se los quitó Lunin. Mérito suyo fue saber por dónde le dispararía a quemarropa el ariete la primera vez. Demérito de Hugo Duro fue tirarle al cuerpo la segunda. Ahí el ucraniano fue mano de santo. En la tercera ocasión nada tuvo que ver: Hugo Duro malmetió su cabeza a un centro dulce de Pepelu.
El partido se vio inmerso en un estupendo descontrol. El Valencia llegaba con un fútbol templado, combinativo y con finalización desde una gran variedad genética de jugadores: poderosos como Javi Guerra, tácticos como Pepelu y escurridizos como Fran Pérez o Sergi Canós. Esa ambición también tenía un lado oscuro. El equipo se desvestía mucho atrás, especialmente en la banda de Correia. Cada contra de Vinicius y Rodrygo sembraba el pánico en el área de Mamardashvili, que con la puntera le quitó un gol al primero. Al segundo le hizo un penalti Gayá que solo fue visible en el microscopio. El VAR no lo tenía a mano. Todo preludió el segundo tanto del Madrid, otra rareza. Rodrygo escapó por la derecha, metió un centro casi rasante y Vinicius, sobre la marcha, remató en plancha con el pecho. Quién sabe si fue recurso o adorno, pero contó. Sucedió segundos después de aquella tercera pifia de Hugo Duro, que escribió todos los malos finales a los buenos principios de sus compañeros.
Fiesta brasileña
Ahí se acabó el Valencia, que empezó a deshacerse en defensa ante un Madrid con ganas de gustarse ante el Bernabéu y ante un rival con el que, de Mijatovic a nuestros días, tiene cuentas pendientes. Esa radicalización del conflicto, afortunadamente, no apareció esta vez.
En un minuto, a vuelta del descanso, el equipo de Baraja se vio goleado. En este segundo arreón repitió Vinicius, con un disparo desde fuera del área, y se estrenó Rodrygo, en un regalo de Mamardashvili, contagiado de ese derrumbe general.
A partir de ahí todas las medidas de Baraja fueron paliativas. Se vio sin el lesionado Gayà y le hizo a Correa el favor de quitarle para meter a Foulquier. Vinicius fue una pesadilla para el portugués. Guillamón también salió para cortar la hemorragia. A campo abierto, el partido se convirtió en un festival del Madrid. Ahí llegó una tentativa de doblete de Carvajal, el quinto gol blanco, de Rodrygo, tras hacer desaparecer a Paulista, y el tanto de Hugo Duro, que se lesionó al marcar. No hubo consuelo para él.