Del covid prolongado a la mononucleosis: cómo las infecciones virales causan problemas de salud a largo plazo

El análisis de diferentes casos tiene ocupados a los expertos en salud de los Estados Unidos, que buscan determinar un rasgo común en los pacientes que sufren estas enfermedades

Su corazón se acelera incluso cuando realiza tareas que no requieren esfuerzo y a menudo se marea. Por lo menos una vez al mes, se cae en su casa a las afueras de Atlanta. En una ocasión, se lastimó mucho la cara y, en otra, se lesionó la rodilla.

Wynn se contagió del coronavirus en mayo de 2020, cuando trabajaba como enfermera en la unidad de COVID de un hospital, y se enfermó a tal grado que los médicos la pusieron en un coma inducido durante seis semanas. Desde entonces, sus pruebas de química sanguínea indican que experimenta inflamación extrema, una característica de las enfermedades autoinmunes.

Múltiples estudios indican que esta consecuencia es más probable en aquellos que, como Wynn, tuvieron un caso grave de COVID.

Microfotografía de células con leucemia que contienen el virus de Epstein-Barr (EBV), uno de los más comunes en humanos (Smith Collection/Gado/Getty Images).
Microfotografía de células con leucemia que contienen el virus de Epstein-Barr (EBV), uno de los más comunes en humanos (Smith Collection/Gado/Getty Images).

Aproximadamente, una de cada diez personas que padecen mononucleosis, causada por este virus, desarrollan encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica. Un estudio importante del año pasado incluso vinculó al virus con la esclerosis múltiple.

Muchos otros patógenos también pueden causar autoinmunidad, pero solo en unas pocas personas desafortunadas.

Alberto Ascherio, un investigador de salud pública en la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard que encabezó el estudio de la esclerosis múltiple, mencionó: "A todos nos han infectado una multitud de virus y, en la mayoría de los casos, no nos causa ninguna autoinmunidad".

Las infecciones por bacterias como la clamidia y la salmonela pueden inflamar las articulaciones, la piel y los ojos (una enfermedad llamada artritis reactiva). Los enterovirus pueden engañar al cuerpo para que ataque a sus propias células pancreáticas, lo que podría llevar a una diabetes tipo 1.

De manera similar al virus de Epstein-Barr, se piensa que el del dengue y el VIH causan autoinmunidad en algunas personas. Timothy Henrich, un experto en virus de la Universidad de California, campus San Francisco, señaló que, aun así, la COVID parece fomentar una reacción a largo plazo que es distinta.

En referencia al coronavirus, Henrich agregó: “Hay algo específico sobre el SARS-CoV-2 que parece diferenciarlo, en términos de su duración y cuán grave es”.

A principios de la pandemia, los científicos descubrieron que los anticuerpos que atacan al cuerpo en lugar de al patógeno (llamados autoanticuerpos) son importantes en presencia de la COVID. Aquellas personas que tenían autoanticuerpos que combatían a los interferones, un componente clave del sistema de respuesta inmediata del cuerpo a los patógenos, antes de encontrarse con el coronavirus tenían mayores probabilidades de padecer complicaciones o morir debido a la COVID.

Cerca del 10 por ciento de los pacientes con casos graves de COVID, la mayoría hombres de más de 55 años, tenían estos anticuerpos, en comparación con solo el 0,3 por ciento de la población en general.

Desde entonces, decenas de estudios han encontrado autoanticuerpos en personas que han tenido COVID. Hasta la mitad de las personas que han padecido la enfermedad portan anticuerpos que pueden alterar el sistema inmunitario, dañar los vasos sanguíneos, alterar la regulación de la presión arterial y provocar diabetes, artritis reumatoide y coágulos sanguíneos.

Un estudio descubrió autoanticuerpos en niños con síndrome inflamatorio multisistémico, una enfermedad rara asociada con la COVID.

Los autoanticuerpos parecen ser independientes de la COVID prolongada. Algunos estudios vincularon un subconjunto de autoanticuerpos con la COVID prolongada y hallaron que su presencia es uno de los cuatro factores de mayor riesgo para el síndrome.

No obstante, otros equipos reportaron que los autoanticuerpos y la COVID prolongada no siempre van de la mano. Henrich relató que, con base en un análisis de miles de proteínas, "la marca distintiva de estos autoanticuerpos parece ser un fenómeno relacionado con la COVID y las afecciones pos-COVID, mas no con la COVID prolongada".

No obstante, algunos investigadores advierten que la mera presencia de autoanticuerpos no anuncia una enfermedad autoinmune.

No queda claro por qué solo algunas personas desarrollan enfermedades autoinmunes, pero es posible que la respuesta involucre decenas de genes y un catalizador en el ambiente.

El lupus es precedido de niveles altos de autoanticuerpos más de diez años antes de la aparición de la enfermedad, pero muchos familiares de pacientes con lupus que tienen un historial genético similar nunca desarrollan la enfermedad.

Iñaki Sanz, un inmunólogo en la Universidad Emory, opinó: "La explicación más probable es que tienes todos estos factores de riesgo, tienes todas estas cosas en su lugar y hay un detonante final".

Para vincular de manera concluyente un virus con una enfermedad autoinmune, se necesitarían estudios rigurosos que hagan seguimiento a un gran número de personas durante muchos años. El mejor ejemplo de un estudio así es el que relacionó el virus de Epstein-Barr con la esclerosis múltiple.

El virus de Epstein-Barr, miembro de la familia del virus del herpes, infecta a casi todos en algún punto. Una vez que está en el organismo, permanece para siempre; el virus puede reactivarse por cuestiones como el estrés y los cambios hormonales. (La reactivación del virus de Epstein-Barr es otro de los cuatro factores de riesgo de la COVID prolongada).

Para evaluar su asociación con la esclerosis múltiple, Ascherio y sus colegas realizaron lo que llamaron un "experimento de naturaleza" (un estudio a largo plazo a más de diez millones de militares en servicio activo en el Ejército estadounidense).

Entre 1993 y 2013, los investigadores recolectaron 62 millones de muestras de suero de este grupo racialmente diverso. Los científicos descubrieron que aquellos que contraen el virus de Epstein-Barr tenían un incremento de 32 veces en el riesgo de padecer esclerosis múltiple, en comparación con aquellos que no portaban el virus. No observaron relaciones similares con otros virus.

Menos de un millón de estadounidenses tienen esclerosis múltiple, lo que indica que deben haber otros factores en juego. Aun así, los investigadores están emocionados con la idea de una vacuna contra el virus de Epstein-Barr para prevenir la esclerosis múltiple. (Hasta la fecha, no hay vacunas contra dicho virus, aunque algunas están en fase de ensayos clínicos).

Estudios de otros equipos respaldan la asociación entre el virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple. Investigadores daneses dieron seguimiento a más de 25.000 personas con mononucleosis durante décadas y descubrieron que esta duplicaba las posibilidades de desarrollar esclerosis múltiple.

Y un estudio publicado el año pasado brindó una posible explicación: el virus de Epstein-Barr imita una proteína humana, lo que en potencia engaña a los anticuerpos creados contra el virus.

Casi una de cada cuatro personas con esclerosis múltiple tiene estos anticuerpos, "lo que provee las bases de cómo el virus de Epstein-Barr podría generar una reacción autoinmune que cause esclerosis múltiple", explicó William Robinson, un médico experto en enfermedades autoinmunes en la Universidad de Stanford que encabezó el estudio.

Este tipo de mimetismo molecular es un camino hacia la autoinmunidad. Sin embargo, en otros casos, es posible que el cuerpo nunca elimine por completo un patógeno después de la infección y la persistencia del virus (ya sea un virus vivo o solo restos de él) podría mantener al cuerpo en un estado de máxima alerta inmunitaria, lo que a la larga conduciría a la autoinmunidad.

Ambas posibilidades sugieren tratamientos. En un pequeño número de personas, los medicamentos antivirales y las vacunas pueden aliviar los síntomas de la COVID prolongada, lo que indica que la fuente pueden ser virus vivos. Henrich está realizando un estudio que analiza los anticuerpos monoclonales en dosis altas que absorberían fragmentos virales que permanecen errantes en el cuerpo.

Henrich concluyó: "Si las proteínas virales están causando un proceso autorreactivo, eliminar esas proteínas virales, quizás podría mejorar de hecho la salud en general".


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