ATLÉTICO 1 - MALLORCA 0 / El Atleti suma y sigue, récord a récord

Griezmann fue el gol ante un Mallorca y se queda a tres del récord de Luis. Koke jugó su partido 600 para los rojiblancos, que logran la victoria 16 seguida en casa.

Patricia Cazón
As
Soñar, lo había soñado. Tantas veces. Vestir la rojiblanca en un partido, un minuto, al menos uno, como ese aficionado que derriba la cuarta pared. Ese hombre que cerraba los ojos cuando Munuera Montero se llevaba el silbato a la boca para que el partido empezara. El niño que había crecido en Vallecas y llegado al Atleti por el colegio Amorós. El hijo de Ana y Eugene. El hermano de Borja. El marido de Bea. Aquel sueño se hizo realidad. Pero en gigante. Minuto a minuto, partido a partido este Atleti-Mallorca era su 600 con la rojiblanca, lo nunca imaginado antes. “Kokeee, Kokeee”. Cuando el reloj llegó al seis la grada rompió a celebrarle en una honda ovación. Hacía un minuto que el Atleti había llamado por primera vez a la portería de Rajkovic.

Fue Morata, que rozó con la puntera un pase filtrado de Barrios. Le faltaron cinco centímetros. A Correa le sobraron varios metros en el chut que sobrevoló el larguero del portero de Aguirre después de que Lino galopara como si la izquierda fuera el tartán en una final olímpica de cien lisos en zigzag, inalcanzable. Toc, toc; Brasil, están llamando a tu puerta. Fue la más clara de un Atleti que jugaba esos minutos haciendo gala de su última versión: la del Atleti que juega para el título. “Ten un plaaan”. El equipo arriba y apretando, con ritmo y posesión, sin rifar una pelota. Y con la bala de Llorente y la madurez que ha adquirido Barrios, crecido un lustro en unos meses. Sólo faltaba acierto arriba, volver a llevarlo a los pies de Rajkovic. Aguirre había levantado un muro jugador a jugador. Ahí estaba su partido. En resistir y esperar un error. Nastasic demostró que hay fisuras en una falta que cabeceó potentísima en fuera de juego pero que ahí quedaba, como un aviso. El Mallorca había llegado y se iba asentando mientras el Atleti seguía sin llevar al marcador el Cholo-Taka.

Pero Morata estaba en uno de esos días que no, los días siempre en fuera de juego, y el árbitro negaba el penalti cuando Copete se colgó de la espalda de Hermoso como si quisiera llevárselo a casa para impedirle saltar. El partido fue entrando en su propia Navidad, con textura polvorón. Aguirre ganaba en el duelo de pizarras sin echarse demasiado atrás y atacando con criterio, mascando al menos. Darder iba poniéndole su nombre al balón, la banda derecha empezaba a soltarse. Lino ya no corría. Llorente tampoco. Por Griezmann no pasaba una pelota. Y sin Grizi no hay party: nada más penaliza al Atleti que el francés no pueda entrar en su juego. Todos los balones iban a un Morata que seguía que no. El partido se iba al descanso sin disparos a puerta.

Todo regresó en el mismo lugar. Morata estrellado en algún lugar. Ya el banderín en alto del asistente o los guantes de Rajkovic, como en la jugada que inaguró la segunda parte. El Atleti se había tomado un café en la caseta y recuperó energía. Lino corría de nuevo (toc, toc, toc) aunque los 180 minutos con Francia a Griezmann, inevitable, parecían pesarle en las piernas cuando su equipo lograba cederle un balón. A la hora llegaban los cambios. Aguirre introducía mordiente, Larín y Mascarell. Simeone, a De Paul y Riquelme para sentar a Correa y a Koke. Un Koke que veía como si volviera a ser ese niño, el aficionado que no ha derribado aún la cuarta pared, como Griezmann en su primer segundo como delantero saltaba para cabecear a la escuadra una falta botada por Hermoso. Gol. Tres veces se besó el escudo. A tres goles está de los 173 de Luis, otro récord que parecía inalcanzable, como ese de partidos que ha pulverizado Koke.

Riquelme acarició el gol tras una delicatessen y el Mallorca, con los cambios, comenzó a rondar la portería de Oblak con intención de verdad. Barrios barría un tiro de Larín y el portero repelía a córner el primer disparo a puerta del Mallorca, un tiro seco de Gio, envuelto en alarmas. Comenzaba el tiempo de los desfibriladores, que ni la llegada del Cholo-Taka se los lleva del Metropolitano. El Mallorca hizo butrones de los resquicios. Amath emergió de uno para correr campo a través hacia Oblak. El portero no salió, como si fuera el resguardo de su portería lo que alumbrara sus milagros. Y, quizá, lo que pasó tuvo algo de eso. Inexplicable. Porque el futbolista del Mallorca, Oblak vendido, tiró raso e incomprensiblemente desviado.

A todo esto que, mientras, entre bocanada y bocanada de oxígeno para calmar los nervios que siempre provoca el unocerismo, Memphis volvía y Simeone cementaba con Giménez. Y Larin enviaba fuera el último córner. El partido terminaba, con el Atleti abrazado a su victoria número 16 seguida en casa en Liga, a esos 600 partidos de Koke, al récord de Luis al que apunta Grizi. Y con el Barça ya por detrás en la tabla. Y Montjuïc en el horizonte.


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