ATHLETIC 4 - CELTA 3 / El Athletic sonríe entre la locura

Berenguer certifica la victoria de penalti en el minuto 98 en un partido vibrante. Siete goles, dos penas máximas y dos tantos anulados al Celta por fuera de juego.

Alfonso Herrán
As
San Mamés ya sabía que iba a vivir una noche frenética. Pero pocos podían adivinar que iban a asistir a cien minutos en el reino de la demencia, de ida y vuelta hacia la enajenación. Siete goles, dos penaltis, dos tantos anulados... y todo decidió en el minuto 98, con el árbitro por medio, ese actor que tanto avinagra al Celta últimamente. Berenguer tiró un autopase y Mingueza abrió el brazo fatídicamente. Le dio el balón ahí y era un penalti como una Catedral, como San Mamés. Lo lanzó Berenguer para cerrar un choque divertido, con goles, polémica, jaleos, alternancias en el marcador y mucha tensión, demasiada a estas alturas de la temporada. Los olívicos siguen muriendo en la orilla, en la prolongación. Están demasiado desesperados con las últimas actuaciones de los jueces sobre el campo. No se puede rendir adecuadamente tan atacado, tan pendiente de mediatizar al colegiado. La dinámica de protestas les resta energía ante la pelota. La bronca les salpicó al final. Pasaron tantas cosas que parece imposible resumirlo en una sola crónica. El descontrol fue la tónica dominante. Y el Athletic, incapaz de escanear al adversario, no acabó de enterarse de que con meter balones a la olla, la histeria celeste y su debilidad atrás encarrilarían en cada ocasión medio gol. El caos, inexplicable en varias fases del pulso, gustó a la parroquia vizcaína pero no tanto a Valverde, que tuerce el gesto al ver tanto desmadre. Grandes ataques y defensas de Regional.

El Celta, con la baja de Hugo Sotelo a última hora por unas molestias, tenía que dar un golpe en la mesa, olvidarse del árbitro y el VAR, y centrarse en el juego, porque la clasificación aprieta de lo lindo. Benítez dispuso un 4-4-2 con dos líneas tan juntas que casi se montaban, y Larsen y Aspas muy descolgados. Fueron un verdadero dolor de muelas, porque encaraban a los centrales: si uno de estos se equivocaba en la salida del juego, ya estaba el lío formado. A los leones les costaba ver el punto de vulnerabilidad ante semejante entramado. Si los olívicos salían de la cueva lo hacían con enorme firmeza. No tenían prisa, lo principal era estar bien estructurado y mantener el balón. Pillaban al Athletic adelantado y se movían como pez en el agua con los puntas y la colaboración de Bamba. El equipo de Valverde perdía muchos balones en las disputas y los pases.

Aspas rondó el 0-1 en tres de ocasiones, malogradas por una pierna de Simón, por elevar demasiado una vaselina, y por un fuera de juego. A la cuarta, en el minuto 25, cantó bingo. Un gol que es un clínic para todo el que quiera ser un gran nueve. En tres fases: control, giro y remate. Con el balón por los aires, se ganó el espacio ante Paredes cargando muy bien para desequilibrar al central, se dio la vuelta ágilmente y metió una rosca infinita que iba de fuera, muy fuera, hacia el poste de Simón, donde colisionó y se fue para dentro. Fin a una sequía que le tenía desesperado, desde el 18 de marzo, 23 partidos con el Celta y dos con la Selección.

El Athletic funcionaba a arreones y el Celta parecía estar manejando la partitura. Y la locura se adueñó de la escena. El tramo final de la primera parte elevó la temperatura hasta recalentarse como una parrilla a punto de recibir la carne. Centró Nico Williams y el balón le cayó como un regalo a Sancet después de un cuerpeo liviano de Vesga con Starfelt, que se fue al suelo sólo por notar la presencia del centrocampista vitoriano. Si en la pugna de Aspas en el 1-0 se consintió, con acierto, la pofía de Aspas con Paredes era absurdo cambiar el listón ahora y pitar falta. Pero el Celta se traía muchas heridas abiertas con los arbitrajes y cualquier decisión controvertida le da para poner el grito en el cielo. Mientras el VAR revisaba la jugada, Iago seguía haciendo su peculiar partido y quitó el balón de medio campo para enviarlo a la zona de la supuesta falta, como si él fuera el que decretaba la sentencia. Vio la amarilla, pero la daba por bien empleada mientras lo hubiera rentabilizado generando dudas en la cabeza de Pulido Santana.

La veteranía del ‘Príncipe de las bateas’ condiciona partidos. Juega sus bazas como pocos. En la jugada posterior al empate, Vivian le metió el brazo y le impidió avanzar. Tan temperamental como es, protestó de forma airada, se comió al árbitro, y se puso a todo el estadio en su contra. Pero eso le ‘pone’ aún más. Envolvió con su embrujo al campo y a los rivales. Estos se desconcentraron y llegó cierto desbarajuste. En un centro al área, la tropa local tuvo tres despejes, dos de Vesga y uno de Nico, y ninguno fue más allá de la frontal del área. La blandura la agradeció Bamba para marcar raso junto al poste de Simón. Pero no pasó mucho tiempo hasta otro zarpazo de empate. Nico desbordó a un Kevin Vázquez que no le podía coger ni con un lazo de vaquero del Oeste y Guruzeta se adelantó al distraído Starfelt para anotar su quinto tanto de la temporada.

Nico Williams se cansó del suspense y empezó a hacer diabluras para intentar dejar los tres puntos en el cofre rojiblanco. Un remate suyo atajado por Guaita dejó un balón franco para que la empujara a placer Guruzeta. Había mucho personal celeste por ahí, pero estaban por estar, de miranda. La defensa puede arruinar a esta gente camino del descenso. Como anda tan suspicaz, tiene el mosqueo a flor de piel: un manotazo en el área a Mingueza de Vivian que debe vigilar mejor sus alerones, fue largamente protestado por parte visitante. Los leones vieron que su rival estaba grogui, pero éste se levantó de la lona.

Aquello se convirtió en una ruleta rusa y la disfrutaba más con su riego al límite el cuadro vigués que un incómodo Athletic. En otro ejemplo de desconcierto, Larsen, que iba de pechada en pechada, metió un gol, anulado por un fuera de juego de milímetros. Eso le reanimó. Y en una acción incomprensible por parte del sistema defensivo local, un balón en largo desde muy cerca del área local permitió un dos contra dos en el sector opuesto del terreno de juego. Se confabularon Aspas y Larsen y éste, cómo no, hizo el empate. No supo vivir en ventaja el conjunto vizcaíno, le ocurría como ante el Valencia, porque actuó sin cabeza, la solidez de épocas pretéritas ha estallado por los aires.

El partido podía romperse por cualquier lado. En el minuto 71, la bola dio en la mano de Guruzeta de forma fortuita en un remate olívico y el VAR se chivó del penalti. Lo tiró Aspas y se hizo enorme Simón, como aquel inspector Gadget de dibujos animados que alargaba un brazo desplegable. Lo atajó y se convirtió de nuevo en coloso bilbaíno. Si los 90 minutos reglamentarios fueron una invitación a la esquizofrenia, la guinda ya resultó una chaladura sideral. El Athletic estaba sin fuelle, pero se juntaron los Garcías en el que parecía último aliento. Una dejada de Raúl permitió empalmar a Dani, pero se la atajó muy bien Guaita, imitando a Simón. Sufría el Celta. Núñez pisó a De Marcos en la rodilla y curiosamente Pizarro Gómez no informó a Pulido Santana desde la sala VOR. Sí lo hizo con la mano tonta de Mingueza. Gol de Berenguer y final de un partido que trastorna al más sereno. Nada le sale al Celta. Pero es lo que tiene jugar con tanto fuego. Y al Athletic le va la marcha, los encuentros que desquician al más cuerdo: lo mismo va 0-3 en La Cerámica y acaba pidiendo la hora que marca cuatro en San Mamés y casi no le vale para ganar.


Entradas populares