Adrián Guillermo: la historia de un jugador que fue promesa en el Boca de Carlos Bianchi, terminó lejos de la gloria y hoy pide una mano
Jugó solo nueve partidos en el Xeneize, donde fue campeón
Durante ese torneo jugó con el número 29 en la espalda y su buen desempeño lo convirtió en una alternativa de cambio frecuente en un equipo que marchaba puntero y se encaminaba al título. Su velocidad, una gambeta filosa y su particular peinado fueron la marca registrada del juvenil xeneize que rápidamente se ganó un lugar en la consideración del entrenador y el cariño de los hinchas.
Aquellos raros peinados
En una práctica, José Pepe Basualdo se refirió a él llamándolo Cobi Jones, en referencia a aquel jugador de la selección de los Estados Unidos. Sus compañeros interpretaron que le decía “escobillón” por su pelo largo, crespo, pero casi rapado a los costados. La joven promesa ya tenía apodo, además de un lugar en el equipo hasta que llegó la jugada que terminó de darle forma a la ilusión y convertir en realidad el sueño. A minutos del final del partido que Boca empataba en la Bombonera frente a Talleres de Córdoba 1-1, Adrián Guillermo ingresó en reemplazo de Basualdo. Siguiendo al pie de la letra las indicaciones de Carlos Bianchi que le dijo,“por acá nene, por acá, y bien abierto”, señalando la banda derecha, tomó la pelota luego de un resbalón del marcador central, desbordó y con un centro preciso a la cabeza de Martín Palermo, el “9″ anotó el gol agónico que le dio el triunfo a Boca y lo encaminó al título del Apertura 98.
“Ese fue uno de los momentos más lindo de mi carrera. Otro que recuerdo mucho fue contra Rosario Central. Ese día viajó toda mi familia porque jugué de titular, en lugar de Guillermo Barros Schelotto, que tuvo un problema de salud. Ganamos 3-2, jugué un partidazo y fui testigo de lujo del caño que Riquelme le hizo a Charles Pérez, de taco y de espalda. Un fenómeno Román”, le cuenta hoy a LA NACION Adrián Guillermo, que es hijo de Juan y sobrino de Carlos, ambos jugadores que se destacaron en el fútbol de ascenso.
De la Candela a Casa Amarilla
“Comencé en las inferiores de Boca a los ocho años hasta debutar en primera con Bianchi. Fueron muchos años en los que viajaba desde Moreno, dos horas de ida y dos de vuelta, primero a la Candela en San Justo y después a Casa Amarilla. No faltaba nunca. Tuve el apoyo de mi mamá y de mi papá, que me llevaban y me acompañaron en todo. Si no fuera por ellos yo no hubiese llegado, porque es duro y les estoy eternamente agradecido. Mi viejo me inculcó el fútbol y durante todos esos años me preparé para ser futbolista. Al estudio no le daba bola, yo no agarraba un libro y hoy soy un burro porque todo lo que hice fue jugar a la pelota”, cuenta Adrián acerca de sus años en el club de la Ribera.
Boca se consagró campeón en 1998 frente a Independiente en la Bombonera, Adrián fue titular, tuvo un gran desempeño y en varios pasajes del partido la hinchada coreo el nombre del pibe que pintaba para crack, en reconocimiento a sus desbordes y gambetas.
“En inferiores tuve de compañeros a buenos jugadores y a varios de ellos Bianchi los llevó a primera. Seba Battaglia; Alfredo Moreno, que ya no está; Julio Marchant, Matías Arce, el Pelado Omar Pérez, fueron compañeros míos y todos hicieron carrera. Lo único que me decía Bianchi es dale pibe, jugá igual que en los entrenamientos y no tengas miedo de gambetear”, cuenta Adrián, a los 43 años, sobre su momento de gloria en el conjunto xeneize.
La selección nacional y la lesión
El buen rendimiento que tuvo en Boca le abrió la puerta de la selección Sub 20 que en enero de 1999 obtuvo el Campeonato Sudamericano en Mar del Plata. Adrián Guillermo fue una pieza importante en aquel equipo que dirigió José Pekerman y que tuvo a Pablo Aimar, Esteban Cambiasso, Gabriel Milito, Rolfi Montenegro y Ernesto Tecla Farías como algunas de sus figuras. Pero el destino se comenzó a torcer, y durante el encuentro que Argentina le ganó a Paraguay, Guillermo tuvo una lesión en la rodilla que el cuerpo médico trató con una infiltración para poder continuar jugando durante los siguientes partidos definitorios. “Nunca supe lo que tuve, nadie me explicó que me pasó, pero de esa lesión no me recuperé bien. Cuando volví a Boca y vieron como estaba se armó un lío bárbaro entre los médicos del club y los de la selección”, explica Adrián sobre el que considera que fue un punto de inflexión en su carrera.
Luego de varios meses sin jugar como consecuencia de la lesión, su situación contractual entró en un momento de tensión, porque la dirigencia de Boca le ofreció firmar un contrato por cinco años con un sueldo que estaba por debajo de sus expectativas y por recomendación de su representante Settimio Aloisio rechazó la propuesta. “Mi viejo trabajaba de portero y un día conoció a Aloisio, de quien se hizo amigo, y se fue a trabajar con él. Settimio y su sobrino manejaron todo, pero a la distancia creo que no me ayudaron. Me dijeron que no firme y ofrecieron pagarme el doble de sueldo de lo que me daba Boca y me compraron un auto, pero cuando cobré el premio por el campeonato ganado se descontaron todo lo que me habían dado. Me re calenté porque me di cuenta de que no me daban nada, todo lo que recibí era a cuenta del premio, pero yo no entendía mucho y me la tuve que comer”, explica Adrián.
El Badajoz de Tinelli
Su siguiente paso, a partir de la gestión de su representante, fue un proyecto que nunca cobró forma definitiva y que finalmente fue un fracaso: el Badajoz de Tinelli. “En España estuve siete u ocho meses, pero jugué solo dos partidos porque no enviaban el transfer por el prestamo y me volví sin haber podido demostrar nada”, cuenta Adrián, que a la distancia se arrepiente del camino que tomó y que responsabiliza a Aloisio por la mala decisión.
Su siguiente paso fue Estudiantes de La Plata, donde tuvo un rendimiento discreto; luego pasó a Jorge Wilstermann, de Bolivia, y a partir de allí inició un largo periplo por clubes de ascenso de Argentina y del exterior, donde nunca volvió a ser el puntero rápido e incisivo que se mostró en el equipo de Bianchi. Todo lo que vino después tuvo gusto a poco luego de haber alcanzado la gloria prematura. El proyecto de futbolista con destino europeo quedó trunco y se tuvo que conformar con ser solo la réplica deslucida de aquel jugador estrella.
“Bragarnik me llevó a Huracanes Colima de México, donde anduve bien, porque hice unos cuantos goles pero me pidió que le deje un porcentaje de lo que cobraba. Como no quise dárselo no me llamaron más y me volví”, cuenta Guillermo de su paso por México, que no fue más que un nuevo capitulo de una trayectoria deportiva irregular.
El cierre de su carrera profesional fue en Deportivo Luqueño, de Paraguay, donde lo convocaron para jugar de cara a la participación del conjunto guaraní en la Copa Libertadores, pero tampoco logró consolidarse por un desgarro en un gemelo: “Creo que nunca pude destacarme ni tener la continuidad que hubiese querido. La lesión en la rodilla nunca se curó y es el día de hoy que todavía tengo dolores. Después de retirarme en Paraguay jugué algunos partidos en equipos de ligas locales. Estuve jugando un tiempo en Smith, de Carlos Casares, y en Chivilcoy donde me trataron muy bien”.
Un presente sin fútbol
Añora el pasado y le duele el presente aunque no lo expresa abiertamente y a la hora de las cuentas pendientes dice que se quedó con un espina clavada que todavía le duele: “Me hubiese gustado hacer algún gol en Boca. Estuve cerca, pero igual me conformo con todo lo lindo que viví”.
Adrián cree que el gran error de su vida fue no firmar con Boca y partir del club en el que debutó y en donde se formó. “Soy hincha de Boca y fue el lugar donde fui más feliz”, afirma el exdelantero, que hoy recibe una pensión de la Mutual de Boca. “El club les da una mano a los jugadores que estamos sin laburo, lo que es una gran ayuda, pero a mí me gustaría trabajar en Boca de lo que sea, limpiando los baños, de seguridad, de lo que me pidan”, dice Adrián Guillermo en tono de súplica.
“No lo quiero molestar a Román, ni a ninguno de los muchachos que ahora están en el club, porque todos han sido muy generosos conmigo, pero en algún momento me voy a acercar para pedir una mano”, dice el exjugador, que está desocupado y sueña con volver a ser parte, de alguna manera, del lugar que lo ayudó a vivir su mayor tiempo de gloria.
“Cuando juego en el barrio, o en algún torneo que me invitan, me cruzo con gente muy mala que me provoca y me dice fracasado. Hay muchos que si no te ven llegar en un auto nuevo creen que no sos nadie. Yo les respondo: ‘Vos nunca pudiste pisar una cancha de fútbol con 50.000 personas gritando tu nombre’. Lo que yo viví en Boca fue por un tiempo corto, pero ese orgullo no me lo quita nadie”, cierra Adrián Guillermo.