Sí, jugar mal fue parte de la estrategia
River volvió a ganar de visitante en la cancha de Boca y cerró así el año contra su clásico rival con dos victorias, y el arco de Armani invicto.
La semana pasada titulamos, en modo de interrogación, si jugar mal era parte de la estrategia, citando aquella frase de Marcelo Gallardo cuando le ganó a Boca en Mendoza. Aquel River no venía bien, estaba lejos de los momentos de distinción en el juego, de aquellos equipos del Muñeco que brillaban. River ganó esa final muy bien, 2 a 0, y Gallardo ironizó sobre el asunto. Pero, más allá del sarcasmo, esa victoria fue un click, un partido de despegue, que, como todos sabemos, todos recordamos como terminó, en ese inolvidable 2018. Hoy, River necesitaba un partido click. Y por eso traemos el recuerdo.
Un Superclásico es un partido autónomo, tiene una valía per sé, un status de mini estrella, de mini torneo. Se recuerda siempre en el año futbolístico si se le ganó a Boca, si se le ganó a River.
Hay contextos, claro, pero el partido en sí tiene un valor propio,
innegociable. Por eso, cada clásico es un mundo aparte, no un partido
aparte. Porque ganar o perder modifica y condiciona. No, no hay clásicos
devaluados. Todos valen y mucho. Y si no, que lo diga Almirón, que tuvo
que poner titulares de apuro en el entretiempo y un par más rápido,
quedándose sin cambios con mucho tiempo por jugar.
Hablando de Almirón, como dice Esequiel Barco, habla mucho. Dice muchas cosas que, creo, ni siquiera son bien recibidas por el hincha de Boca. Se abraza a fantasmas y declara de manera muy desacertada. Pero bueno, tema del técnico de Boca. Lo que tiene que quedar claro es que se puede argumentar hacia el afuera un tipo de discurso que trate de soslayar una nueva derrota contra River pero, como decía Angelito Labruna, en el verde césped se ve la verdad.
Párrafo final para el técnico de River. No habló Martín Demichelis al final del partido. Creo que no lo hizo porque estaba golpeado por la agresión a la salida de la cancha, yendo al túnel, cuando les voló de todo a los jugadores de River, igual que en el festejo del gol de Enzo Díaz. Mejor que no habló, de hecho, toda la semana no se habló del DT, quien, preso de cierta verborragia, estuvo en el centro de la escena con ruidosas declaraciones hasta el domingo pasado. Este silencio fue beneficioso, es beneficioso. Y, buscado o no, desde acá instamos a que siga con esta práctica: lo justo y necesario en la palabra y que el equipo hable fuerte en la cancha. Porque en la cancha Micho tiene cosas más interesantes para decir como, por ejemplo, enfrentar dos veces al clásico rival y ganarle los dos partidos del año sin recibir un gol. Sigamos así.