Si Boca va a la final, ¿quién se acuerda de River?
Perder un clásico siempre duele, pero lo que realmente importa está ahí nomás. Eso sí: Almirón volvió a equivocarse y a mostrar que Boca le queda enorme.
Dicho esto, hay un análisis que hacer porque hubo un partido, un superclásico -no uno más-, y lamentablemente en el centro de ese análisis están las decisiones del técnico, sus errores y sus contradicciones. Porque seamos francos: que todos firmemos esto a cambio de lo otro, no significa que haya que entregarle de este modo el partido a River, mucho menos cuando lo otro no esté garantizado. Que el jueves nos encuentre celebrando cerca de la medianoche -ojalá- no convierte a Almirón en un buen técnico. Ya dio demasiadas muestras de que no lo es. No ya para Boca: ni para el Elche.
Tiene Almirón, por supuesto, esa bala extra, que se llama Palmeiras. La prioridad absoluta para todos. Y es ahí donde el DT muestra la hilacha. Si los titulares estaban tan cansados después de la primera batalla semifinal, como dijo; si somos lo suficientemente racionales como para entenderlo, ¿por qué los expuso haciéndolos jugar el segundo tiempo? En esa segunda parte del clásico en el que intentó una suerte de efecto mariposa, volver el tiempo a cero en un punto de inflexión y cambiar la realidad, arriesgó todo. Se entregó. Y entregó a Boca. Primero, porque ya no podía cambiar lo que había pasado: Boca estaba 0-1, producto de un gol fortuito. Y segundo, porque al incluir en el equipo a sus mejores hombres -Medina, Barco, Cavani- los hizo parte de la derrota, con todo lo que eso significa. Por menos que signifique al lado de lo que estamos peleando, un clásico perdido siempre puede tener consecuencias, sobre todo anímicas. Esperemos que los jugadores se saquen rápidamente esto de encima porque en Sao Paulo serán necesarias fuerzas físicas extremas -en un campo que no es natural- y una cabeza de hierro. Almirón le dio al superclásico en el segundo tiempo una entidad que no tenía (la tenía para River, que como los equipos chicos, venía a salvar el año). Para Almirón, vista la formación que puso, no era importante. Y ojo, banco la propuesta inicial, soy de los que piensan que no había que arriesgar a nadie -a una lesión, a una derrota. Almirón se quedó sin cambios cuando quedaba media hora de juego: una locura. Se desesperó de repente por algo a lo que antes había ninguneado. ¿O no es ningunearlo apostar otra vez por Ramírez?
Algunos de los nombres que salieron a la Bombonera bajo el sol del domingo merecen una temporada a la sombra: aparte de Ramírez -cansado a esta altura de dar muestras de ineptitud-, el paraguayo Valdez. ¿A quién se le ocurrió contratarlo? Basta de darles la camiseta de Boca, es una ofensa a la historia. Y hay otros en el purgatorio: Campuzano, por ejemplo. Bullaude -no es lo mismo jugar en Godoy Cruz que en Boca- y Saracchi: al que se le ocurra putear a Fabra después de ver a este muchacho, lo peleo. ¡Por favor! A eso se le sumaron actuaciones poco felices como la del Chelo Weigandt, de quien siempre destacamos el espíritu, o Blondel, que se perdió de 8 en otra decisión insólita del entrenador: que con Advíncula le haya funcionado el experimento del lateral devenido en 8/7 no significa que eso mismo pueda aplicarse a todos.
Los cambios no dieron resultado: el mejor de los que entraron fue Cavani, a quien le anularon un gol por milímetros. Ni Barco, ni Medina ni Equi dieron resultado. Tampoco Zeballos. Algunos no pudieron imponerse, otros se perdieron en el caos. Boca terminó con Romero; Weigandt, Figal; Medina, Equi, Barco; Zeballos, Cavani, Benedetto, Valentini -que fue de los mejores marcando a rivales y a compañeros- y Janson. Un 2-3-5. Un mamarracho, un disparate que dio como resultado el segundo gol. Y la desazón, y la pesadumbre y las puteadas. Dos clásicos jugados en el año, dos perdidos. ¿Saldrá Román a hablar como el año pasado, cuando justificaba los horrores de Battaglia y de Ibarra diciendo que había ganado en el Monumental y en La Boca?
El análisis era necesario, entonces, pero por más vueltas que le demos, volvemos al principio. Si Boca elimina al Palmeiras, de esto no se acordará nadie (del triunfo de River, digo). Y encima ellos se quedan con Demichelis. El año no terminó (para nosotros). Veremos quién festeja al final.