Ramos detiene al líder

El Madrid no puede con el valiente Sevilla de Diego Alonso en un partido igualado e intenso. Mal arbitraje de De Burgos, que no pitó un penalti a Vinicius. Alaba, en propia puerta, y Carvajal, anotadores.

Luis Nieto
As
Ramos se enfrentó al Madrid en uno de esos partidos que dignifican la Liga y su carrera y que acabó sin vencedor ni vencido. El juego fue y vino, según los ratos, en un clima de total intensidad, lo que ha sido la vida del central/caudillo, excelente en todas sus acciones. El fútbol apareció al principio y los goles y la bronca llegaron al final. Y el peor fue De Burgos Bengoetxea, que no vio un penalti a Vinicius y anduvo con la vista perdida de principio a fin.

Fue el partido de Ramos, uno de esos futbolistas que, por íntimos, el Madrid nunca pudo imaginar como enemigos. Pero en el siglo XXI no hay finales perfectos (o sí, según se mire), ni siquiera para leyendas de su tamaño. Su figura trascendió a la importancia del choque y al debut de Diego Alonso, una transfusión uruguaya a un equipo de sangre tradicionalmente ya caliente. Al minuto de juego Ramos ya había mandado al suelo a Rodrygo. Antes del descanso se le subía a las barbas a Rüdiger, otro de mecha corta, literalmente. No es personal, Sergio siempre fue así con todos.

El Sevilla de Diego Alonso se expandió por el Pizjuán al modo del Madrid: un 4-3-3 para atacar y un 4-4-2, con los extremos tapando las bandas y Rakitic la salida del balón con En Nesyri, para defender. Ese papel de tercer delantero y cuarto centrocampista en una sola pieza también lo hace Bellingham en el Madrid.

Dos goles al limbo

Como el fútbol lo carga el diablo, De Burgos Bengoetxea, juzgado y condenado en la víspera en Real Madrid TV, se vio atropellado por dos enredos antes de los primeros diez minutos. Para empezar, el VAR le instó a anular un gol de Valverde por un fuera de juego de medio tacón de Bellingham. De aquello salió geométricamente absuelto. De lo que vino después, no tanto. Rüdiger le robó una pelota a Ocampos, que quedó caído en el suelo tras el choque/falta, y de aquella recuperación nació un contragolpe del Madrid culminado con gol de Bellingham. Pero De Burgos, por propia iniciativa, había decidido segundos antes detener el juego para que se atendiera al argentino. Ancelotti entró en combustión. Al Madrid se le habían ido dos goles en siete minutos por decisiones arbitrales en la semana internacional del madridismo sociológico.

¡Gol en propia Alaba!
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Alaba mandó a su propia red este centro de Acuña.TONI RODRIGUEZDIARIO AS

Árbitro al margen, el equipo blanco se había apoderado del partido y de las ocasiones frente a un Sevilla incierto atrás, con una defensa inusualmente adelantada, desbordado por las bandas y superado por el manejo en el centro del campo de su rival. No le dio para marcar al Madrid y eso levantó a los de Diego Alonso, que prometió un equipo valiente y lo fue, a veces hasta la frontera de lo imprudente. En aquel intercambio el Sevilla creó tres clarísimas ocasiones: Carvajal sacó sobre la línea un zurdazo de Rakitic, Kepa puso su mano milagrosa a un derechazo de Ocampos y Sow cruzó demasiado un remate sin oposición. La respuesta del Madrid estuvo a la altura: Ramos le sacó un gol a Alaba en maniobra desesperada casi sobre la línea. De Burgos, que andaba en otro mundo, le quitó mérito a la heroica acción tragándose el córner. Luego Vinicius no supo dirigir una volea ante Nyland, que hizo de su pecho un muro.

En cualquier caso, el estrafalario arbitraje de De Burgos no le restaba lujo a un partido estupendo, competidísimo, vivo en las dos áreas, con el zumbido de Vinicius colándose permanentemente en la desaliñada defensa sevillista. Cerca del descanso Navas le hizo tres cuartas partes de penalti al interrumpir con la rodilla y el codo uno de sus desmarques. La cuarta parte que faltaba para el castigo corría de cuenta del VAR y enmudeció.

De los goles a la bronca

El Madrid retomó su dominio en la segunda mitad. En un suspiro Ramos sacó tres balones cargados de pólvora en su área y a Rodrygo se le fueron dos buenas oportunidades. La falta de gol en un goleador es casi patología. Entorsis de autoestima, en el irónico lenguaje de Fontanarrosa. Nyland anduvo más vivo que él.

¡Empata de cabeza Carvajal!
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Carvajal empató con este cabezazo en el primer palo.JESUS ALVAREZ ORIHUELADIARIO AS

El partido, en cualquier caso, se había vuelto más emocionante que vistoso, sin duda degradado por la fatiga propia de una jornada pos-FIFA. Ancelotti metió entonces a Modric y Camavinga para renovar fuerzas y Diego Alonso, a Suso en lugar un desatinado Lukebakio. El costado del belga fue mucho más tranquilo para el Madrid que el de Ocampos, un alboroto permanente. Y por ahí llegó el gol del Sevilla, en un centro de Acuña al que el propio Ocampos no llegó y Alaba, en el intento de despeje y acosado por En Nesyri, mandó el balón hacia su propia meta. Kepa solo pudo manotearlo. Una anomalía que precedió a otra: Carvajal empató en cabezazo de ariete a centro en saque de falta de Kroos. Ancelotti tenía en marcha ya el plan de emergencia con tres cambios y solo hizo uno: Joselu por Rodrygo. El Sevilla estaba más entero y colgaba balones cargados de peligro sobre el área ante un Madrid atrincherado. Uno de ellos lo cazó Ramos, central para dos áreas, y su cabezazo encontró una parada antológica de Kepa. Luego llegó una tángana que se venía cocinando casi desde el inicio y dejó un mal final a un gran encuentro.

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