Momento de tensión en Boca: los enojos que se destaparon tras la derrota con River y con la mira en Palmeiras
En la Bombonera y en el predio de Ezeiza hubo caras largas y silencio; el jueves pueden definirse varias cosas además del pasaje a la final de la Libertadores
Ante ese escenario, el 0-2 expuso tensiones que existen en Boca desde hace tiempo y que sólo contienen los resultados positivos. La tirantez es tangible. El nerviosismo, también. El hecho de que Juan Román Riquelme haya sido tendencia en las redes sociales en los minutos posteriores a la derrota ante River derivó en un sinfín de rumores. ¿A qué fue el vicepresidente segundo del club al vestuario local? ¿Hubo tirón de orejas para el plantel? ¿Discutieron? ¿Se escucharon críticas al entrenador o al “modo equipo inocente” que exhibieron varios de los que este domingo jugaron como titulares? Nada de eso. O al menos, eso es lo que se dejó trascender. “Fue a levantarles el ánimo a los muchachos, arengarlos para el partido del jueves”, comentaron desde el club ante la consulta de LA NACION.
Pero el nerviosismo quedó expuesto enseguida. En la conferencia de prensa, lo primero que hizo Jorge Almirón fue quejarse del arbitraje de Andrés Merlos y recordar las fotos del juez con un shortcito de River que se viralizaron la semana pasada, además de poner en duda sus decisiones en las dos jugadas polémicas del superclásico: reclamó falta de Paulo Díaz sobre Marcelo Weigandt en el inicio de la jugada que terminó con el gol de carambola de Rondón, y el tanto anulado a Edinson Cavani, por una posición adelantada cobrada por el juez de línea y validada luego por el VAR. Desviar el foco de atención era necesario para alterar la agenda mediática.
Sin embargo, sí pudo saberse que hubo malestar alrededor de Lucas Blondel y Ezequiel Bullaude. Allegados a los jugadores consideraron que fueron ubicados en posiciones infrecuentes casi sin practicarlo y quedaron muy expuestos ante un rival que dominó de punta a punta el medio campo. Sobre todo, porque ambos fueron reemplazados junto a Juan Ramírez en el entretiempo.
Además, por la noche trascendió una supuesta ruptura en la relación entre Riquelme y Almirón. Al desencanto por el rendimiento que viene teniendo Boca (los resultados aparecen como consecuencia de un equipo que no termina de aparecer) se le habría sumado una sugerencia del Consejo para que no utilice a varios titulares, idea que rondaba por la cabeza del DT el sábado a la noche. Por lo que sucedió en el inicio del segundo tiempo, se intuye que Almirón pretendía utilizar desde el arranque a Cristian Medina, Equi Fernández y Valentín Barco.
Más allá de una tensión adicional porque Barco no renueva su contrato, Riquelme quiere que Almirón lo utilice, pero no quería arriesgar a nadie antes de Palmeiras. El representante de Barco no quería firmar la ampliación de su contrato que vence en diciembre de 2024 y se dio justo cuando hace varias semanas se habla sobre la posibilidad de que Manchester City ejecute la cláusula de salida, valuada en 10.000.000 de dólares. Sin embargo, alguien que integra la mesa chica de la Comisión Directiva descartó esa versión.
Hubo otro asunto, bastante menor, que dejó coletazos y acusaciones cruzadas en la Bombonera. Pero, como se sabe, cada detalle en tiempos inestables puede potenciarse también entre los protagonistas. Ocurre que River decoró el vestuario visitante con una bandera blanca y roja grande, que también sirvió para la salida del plantel rumbo al micro. En tiempos donde las elecciones de diciembre están a la vuelta de la esquina, las discusiones derivaron en cuestiones políticas. Porque cuando un empleado alineado a la oposición cuestionó en voz alta lo permisivo que fue la dirigencia con los visitantes, la respuesta fue inmediata: “Ustedes hacían lo mismo”.
Más allá de eso, es tangible que el clima está muy alejado del ideal. El silencio a veces habla más que un enojo. Lo sorprendente es que todo ocurre en medio de días decisivos y con Boca teniendo mucho por ganar, porque a la vez hay entusiasmo por la posibilidad concreta de acceder a la primera final de América desde que la actual dirigencia asumió a fines de 2019 (llegó a semifinales en 2020, donde cayó 3 a 0 ante Santos en la revancha en Brasil).
Al mismo tiempo, puertas adentro saben que Palmeiras será un rival durísimo en San Pablo y siguen lamentando no haber podido ganar la ida en la Bombonera. Porque existe otro aspecto que condiciona la actuación de Boca el jueves: el campo de juego del Verdao es, desde 2020, césped sintético. Y el ritmo de juego es muy diferente. No solo porque la pelota va a otra velocidad sobre esa superficie, sino que también pica de manera diferente. Eso influye en el dominio del balón en los cambios de frente, y también afecta a los arqueros en los remates. “El sintético es para el hockey”, criticó Sergio Romero tras el 0 a 0 en la Bombonera, planteando algo que seguramente influirá en el desarrollo.
Volviendo a este presente, post derrota superclásica, Almirón es consciente de que el jueves en Brasil se juega muchísimo más que la clasificación a la final. Aunque suene extraño decirlo, si el resultado es adverso no puede garantizarse que siga en su puesto. El entrenador tiene contrato hasta fin de año y Boca también sigue con chances de ganar la Copa Argentina, pero la sumatoria de rendimientos negativos y la falta de gol del equipo le sacaron credibilidad al cuerpo técnico puertas adentro del vestuario (por la cantidad de cambios en los nombres y las estrategias de un partido al otro), y también por la visión que tienen sobre él en el Consejo de Fútbol. Boca no juega como a ellos les gustaría ver, como se habían ilusionado cuando lo contrataron en abril de este año para reemplazar a Hugo Ibarra.
Con este escenario crujiente, Boca le dará continuidad a los diez días más importantes del año. Al menos para el afuera, buscarán mostrarse unidos, palabra elegida por el club y por Edinson Cavani en las redes sociales para motivarse y dejar atrás rápido el tropiezo más incómodo: ante River en la Bombonera. La revancha con Palmeiras puede definir muchas cosas.