Más de 10.000 restos arqueológicos precolombinos permanecen ocultos en la selva amazónica
Una nueva investigación publicada en Science concluye que aún existen sitios arqueológicos de gran tamaño por descubrir bajo el follaje cerrado de la región. Los detalles
Con técnicas de movimiento de tierras, crearon una amplia variedad de movimientos de tierra: zanjas circulares, geoglifos, estanques y pozos, en su mayoría entre 1500 y 500 años antes del presente, con funciones sociales, ceremoniales y defensivas. Alrededor de estos movimientos de tierra, también gestionaron cientos de especies de árboles, algunas de las cuales muestran evidencia de domesticación, y efectuaron cambios duraderos en la composición del bosque. La escala y la intensidad de esa transformación del paisaje siguen siendo desconocidas, en parte porque nunca ha habido un inventario completo de los sitios precolombinos en toda la cuenca.
Sin embargo, ahora una nueva investigación revela la existencia de restos arqueológicos de lo que fue una gran aldea construida por comunidades indígenas antes de la llegada de los europeos a América.
La antigua ciudad contaba con calzadas elevadas, estanques artificiales, presas, acequias, cementerios, caminos con aceras, bolsones para peces, entre otros recursos. Se localizaba en lo que hoy se conoce como la cuenca del río Xingu, en el sur de la Amazonía brasileña. Estas ruinas, que permanecen ocultas por la densa vegetación del bosque, fueron descubiertas por un grupo de científicos gracias a un sistema especial de teledetección llamado LiDAR, que utiliza rayos láser para mapear pequeños cambios en la topografía del suelo de la selva y permite reconstruir lo que está en la superficie en tres dimensiones.
Dos especialistas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, Vinicius Peripato y Luiz Aragão, lideraron un estudio que implicó cinco años de trabajo y más de 200 científicos, en el que sobrevolaron 5.315 kilómetros cuadrados en una región del Amazonas con drones y aviones equipados con el sistema LiDAR. Sólo en esa pequeña extensión de terreno, que representa el 0,08% de los siete millones de hectáreas del bosque tropical más grande del mundo, encontraron 24 nuevos sitios arqueológicos similares a la antigua aldea.
Durante el proceso, decidieron combinar sus hallazgos con un modelo predictivo de distribución espacial que permitió establecer una estimación del desplazamiento del suelo producido por comunidades a lo largo de la selva tropical hace más de 500 años.
Los resultados del estudio, recientemente publicados en la revista Science, revelan que en el Amazonas quedan entre 10.272 y 23.648 sitios arqueológicos precolombinos de gran escala por descubrir.
Las dificultades que enfrentaban con esas aplicaciones se centraban en que sólo eran visibles zonas deforestadas. Lo que permanecía oculto bajo los árboles era imposible de distinguir. El sistema LiDAR, que significa detección y alcance de luz, permitió exponer esas estructuras.
Escudriñar el follaje
El sensor aéreo es una avanzada tecnología de teledetección implicó una nueva forma de obtener información sobre la superficie de la Tierra y sus características tridimensionales. Ya no era necesario sólo visualizar aquello que la naturaleza despejaba. En los últimos años, LiDAR también se ha utilizado para descubrir la compleja red urbana y rural que los mayas tenían en toda Mesoamérica.
“Estos sitios arqueológicos -relata Peripato- tienen características muy diferentes a los del Amazonas por la variedad de materiales de construcción: los mayas utilizaban piedra y los amazónicos, tierra. La tecnología LiDAR ha mejorado sustancialmente nuestra comprensión espacial de la arqueología en sitios con paisajes boscosos”.
Entre los 24 sitios arqueológicos encontraron áreas de defensa y ceremoniales en el suroeste amazónico, conocidas como geoglifos. “La presencia de urnas funerarias dentro de este tipo de sitios -continúa el especialista-, y la ausencia de suelos y cerámicas antropogénicas, son evidencia de que el uso de estas estructuras se limitaba a reuniones religiosas y comunitarias”. Entre otras observaciones, localizaron montañas colonizadas por comunidades indígenas en el Escudo Guayanés que fueron utilizadas para funciones ceremoniales y domésticas, y sitios ribereños en las llanuras amazónicas centrales que tuvieron como destino recolectar peces durante las crecientes y bajadas del nivel del agua.
Carolina Levis, coautora del estudio y profesora de la Universidad Federal de Santa Catarina en Brasil, explica que esta investigación ayuda a refutar la idea generalizada de que el Amazonas es una vasta selva virgen. “Nos muestra que hay muchas áreas del bosque que ya han sido objeto de una extensa ingeniería, cultivo y domesticación de plantas por parte de las sociedades precolombinas.
Estos sitios arqueológicos son prueba de que las comunidades indígenas dominaron técnicas sofisticadas de manejo de tierras y plantas, que, en algunos casos, todavía están presentes en conocimientos y prácticas actuales que pueden inspirar nuevas formas de convivir con el bosque sin necesidad de su destrucción”, sostuvo la especialista.
La investigación es también un paso importante para pensar la selva amazónica no sólo como un espacio de biodiversidad animal y vegetal, sino también como una gran fuente de investigaciones arqueológicas.
Antes se tenía certeza de que la cuenca del río Amazonas albergaba 427 especies de mamíferos, 1300 de aves, 378 de reptiles y más de 400 de anfibios. Ahora se sabe que sobre la superficie cubierta por el bosque existen más de 10.000 movimientos de tierra arqueológicos de gran escala que pueden contener las claves para una mejor comprensión de las costumbres y la cultura de las comunidades indígenas que habitaron la selva durante miles de años.
“Predecimos que el 90% del bosque amazónico tiene muy pocas posibilidades de tener movimientos de tierra, por lo que este tipo de alteración pudo haber ocurrido principalmente en el 10% de su área”, señaló Hans ter Steege, coautor del artículo e investigador del Centro de Biodiversidad Naturalis y de la Universidad de Utrecht.
“Los bosques amazónicos merecen protección no sólo por su valor ecológico y ambiental sino también por su alto valor arqueológico, social y biocultural, que puede enseñar a la sociedad moderna cómo gestionar de manera sostenible sus recursos naturales”, concluyó Peripato.