La guerra entre Israel y Hamas amenaza con provocar una mayor agitación y destroza las esperanzas de un Medio Oriente más pacífico
El conflicto se está convirtiendo en una potencial pesadilla para toda la región
Mientras el Ejército israelí se prepara para una posible invasión terrestre de la Franja de Gaza, el infierno que explota desde Gaza se está convirtiendo en una potencial pesadilla para toda la región, pues amenaza con desestabilizar no solo a Israel y los territorios palestinos, sino también a Egipto, Irak, Jordania y Líbano.
Las autoridades estadounidenses han redoblado su apoyo a Israel y el presidente Joe Biden ha defendido el “derecho a responder” de Israel.
Según analistas, el estallido de la guerra —y el ataque de Hamas, el mayor que haya sufrido Israel en décadas— no solo es una sacudida para los representantes del gobierno de Biden, quienes hace poco habían promovido sus éxitos en el alivio de las crisis del Medio Oriente, sino también un importante revés para las acaudaladas potencias petroleras de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, las cuales en los últimos años declararon su compromiso para reducir las tensiones regionales y afirmaron que era el momento de centrarse en el desarrollo interno.
Esas esperanzas de una relativa calma se desintegraron y atemorizan a autoridades, académicos y ciudadanos de a pie de toda la región. La guerra en Israel se suma a varios conflictos que nunca se han calmado del todo, como los de Yemen y Siria, y a una guerra que estalló este año en Sudán.
“Estamos retrocediendo”, afirmó Mohammed Baharoon, director de B’huth, un centro de investigación con sede en Dubai. “De pronto, volvió la gente que mata gente y la gente que celebra que otros maten gente”.
Aunque las monarquías del Golfo sobrevivieron a los levantamientos de la Primavera Árabe de 2011 y a las guerras que las siguieron —de las que surgieron más ricas y poderosas a medida que los países vecinos colapsaban— muchos de los problemas subyacentes que alimentaron las revueltas se intensificaron, incluidos las dificultades económicas, la corrupción y la represión política. Según los analistas, esto representa riesgos para toda la región y deja a muchos países en una situación precaria mientras se desenvuelve esta nueva guerra.
“Hasta que no se empiecen a abordar con seriedad las causas políticas de los conflictos, en especial la gobernanza deficiente, será difícil que se afiance con seriedad la estabilidad regional”, afirmó Anna Jacobs, analista sénior del Golfo para Crisis Group.
Funcionarios sauditas y emiratíes han pasado los últimos años promoviendo lo que describen como una nueva estrategia, centrada en la diplomacia económica y la reducción en la escala de las tensiones.
En 2020, los Emiratos, Baréin y Marruecos establecieron lazos diplomáticos con Israel, con lo cual dieron marcha atrás a su postura de negarse a reconocer el país antes de la creación de un Estado palestino. Este año, Arabia Saudita restableció lazos diplomáticos con Irán, su rival regional. Y, hace menos tiempo, las autoridades sauditas estuvieron hablando con sus pares estadounidenses sobre un posible acuerdo para establecer lazos con Israel.
Ahora, los líderes están haciendo todo lo posible por rescatar sus planes en una ráfaga de llamadas y reuniones. Qatar, Turquía y Egipto colaboran con Estados Unidos para intentar contener el conflicto entre Israel y Hamas sosteniendo conversaciones con diversos actores, entre ellos Irán, según un funcionario árabe.
Si el conflicto llega de lleno a Líbano o si a Irán se le involucra de manera directa en este, sería una catástrofe, sentenció el funcionario, que habló bajo la condición de permanecer en el anonimato para no perturbar las conversaciones delicadas.
Ya hay indicios de un aumento en la agitación regional.
El Ejército israelí se ha enfrentado durante varios días con milicianos en Líbano, el hogar de Hezbollah, una agrupación chiita que cuenta con el respaldo de Irán y es enemigo jurado de Israel.
El viernes en Irak, más de 500.000 personas llenaron la plaza Tahrir de Bagdad como una muestra de apoyo hacia los palestinos. La gente, convocada por el clérigo chiita nacionalista Muqtada al-Sadr, salió de los vecindarios más pobres de Bagdad para unirse a la oración del viernes, la cual fue sorprendentemente disciplinada y tan solo la interrumpieron en ocasiones los cánticos de “No, no a Israel” y “No, no a Estados Unidos”.
También estallaron manifestaciones el viernes en Jordania, Baréin y Líbano.
“En este momento, hay muchos países en la región que tienen una juventud descontenta, malas economías, gente con dificultades en general que consideran esto como una fuente de dignidad”, opinó Mohammed Alyahya, analista saudita y residente sénior de la Iniciativa de Medio Oriente en el Centro Belfer de la Universidad de Harvard, para referirse al ataque de Hamas. “Y eso es peligroso”.
Las opiniones en la enorme región son muy variadas: mucha gente de a pie que entrevistó The New York Times aseguró que le dolía el asesinato de civiles israelíes, en particular mujeres y niños, pero que una ocupación degradante al estilo colonial de parte de Israel ha sembrado la ira palestina. Otros concebían los ataques contra israelíes como una manera legítima de resistencia.
En Riad, la capital saudita, un adolescente que hacía poco había salido de Yemen, su país devastado por la guerra, le comentó el miércoles a un periodista del Times que su “único deseo en esta vida” era viajar para luchar junto a Hamas. “Es una causa santa”, comentó Abdullah, de 18 años, quien pidió ser identificado tan solo por su nombre de pila para evitar represalias del gobierno.
Desde el sábado, cuando Israel comenzó a tomar represalias por los atentados de Hamas, casi 1800 palestinos han sido asesinados y más de 6600 han resultado heridos.
Para muchas personas que observaban horrorizadas desde toda la región, los ataques de Hamas expusieron los riesgos de permitir que los palestinos sigan sumidos en la desesperanza, afirmaron Baharoon y varios otros académicos.
“No se ve ningún Estado: sus tierras se reducen; sus derechos se reducen”, afirmó Baharoon, quien señaló cómo las privaciones pueden alimentar el malestar y la violencia. “La desesperación puede ser un arma muy importante”.