Israel y Estados Unidos no tienen alternativa: deben actuar juntos
La alternativa es la victoria no solo de Hamas, no solo de Irán, sino también del nuevo Eje al que se enfrenta el mundo occidental
Las represalias de Israel, impulsadas por la furia a nivel nacional, son inevitables. Un gobierno de unidad nacional en Jerusalén ha jurado destruir a Hamas, emprendiendo una operación de tierra en Gaza el pasado viernes. Esta operación, eminentemente urbana, supone un enorme coste humano y una duración incierta. Pero el tiempo juega en contra de Israel, aseguran Ferguson y Mens.
Egipto y Jordania, los socios de seguridad más importantes de Israel en la región, ya han acusado a Israel de planificar una limpieza étnica de Gaza. Agravando aún más la situación, esta operación movilizará una gran cantidad de recursos y hombres de Israel, dejando al país especialmente vulnerable al riesgo de sobreextensión.
En este escenario de “zugzwang”, algunas voces reclaman un alto el fuego, sin entender las implicaciones existenciales del 7 de octubre, o las 224 personas, incluidos niños, que han sido secuestrados por Hamas. Pero permitir a Hamas mantener su distopía islamista en la Franja de Gaza supondría mantener a Israel en un estado de miedo perpetuo, sin mencionar el perjuicio para la imagen ya dañada de la disuasión israelí.
La historia muestra que, desde la fundación de Israel en 1948, sus enemigos han recurrido a tácticas de desgaste para llevar al límite las capacidades del país e intensificar los períodos de crisis política. Cinco de las nueve mayores guerras de Israel comenzaron como guerras de desgaste. Hoy se repite el mismo patrón, sostienen Ferguson y Mens.
A pesar de ello, una acción decisiva es complicada cuando el objetivo es, a grandes rasgos, un cambio de régimen en Gaza, la posible destrucción de Hezbollah y la represalia contra ataques provenientes de Siria, Irak y Yemen. Incluso con el apoyo pleno de Estados Unidos, Israel tendría que librar una campaña de varios meses, tal vez incluso años, para alcanzar tal objetivo.
Aun “la autodefensa de precisión” tiene un coste: en lugar de debilitar al enemigo, lo envalentona. En caso de que la guerra se intensifique, Estados Unidos podría experimentar una ola masiva de ataques contra sus activos militares en la región, obligándolo a elegir entre una capitulación efectiva o una guerra “interminable” en el Medio Oriente.
Al margen de toda esta crisis, China está observando y calculando sus acciones. Una posibilidad es que China emprenda un bloqueo a Taiwán, aprovechando las elecciones de enero como pretexto.
Hoy más que nunca, la alianza de enemigos es real. Sin la aprobación y el apoyo económico sustancial de Xi Jinping, Vladimir Putin no habría arriesgado su invasión de Ucrania. Al igual que el hecho de que Irán, que vende armas a Rusia y petróleo a China, es el tercer miembro activo de este Nuevo Eje. Corea del Norte, también suministrando armamento a Moscú, completa el cuarteto.
Para Ferguson y Mans, el “zugzwang” de Israel no implica necesariamente su derrota. Como en el ajedrez, sin embargo, será necesaria una gran entrega por parte de Israel para escapar de ello. Una victoria aportaría seguridad, al menos de manera temporal. Pero asumiría un coste humano y político enorme.
Un punto de vista más optimista sugiere que con un apoyo inequívocamente efectivo de los Estados Unidos, Israel podría hallar una forma de beneficiarse de la prepotencia iraní. Irónicamente, el problema para Israel es que, a diferencia del ajedrez, este es un juego de varios jugadores. Y el principal aliado de Israel, Estados Unidos, aún no aprecia que él también está en “zugzwang”. Israel y Estados Unidos tienen que actuar. Y tienen que actuar juntos. La alternativa es la victoria no solo de Hamas, no solo de Irán, sino también del nuevo Eje al que se enfrenta el mundo occidental.