Hay que ganar los importante

Con la cabeza en la Copa y muchos suplentes, Boca jugó de igual a igual y hasta pudo haberse llevado el triunfo. Y vos, Racing, ¿qué festejas si perdiste todos los que valían?

En condiciones normales, con el ojo de la cámara abierto hacia todos lados en un solo plano enfocado, la derrota frente a Racing sería un dolor grande. Perder un clásico así, en el descuento, después de haberlo empatado también en los minutos adicionales, elevaría la presión sanguínea hasta los límites del insulto. Sobre todo porque, más allá de la derrota, Boca se fue con la preocupación de dos bajas: Pipa Benedetto, probablemente irrecuperable en tan corto tiempo, opción de jerarquía para saltar a la cancha en caso de incendio, y el pibe Valentini, llamado a ser el reemplazo del capitán Rojo.

¿Por qué la caída en Avellaneda es un dolor atenuado? Porque el foco está en otro lado. Y también por cierto pasado reciente. A ver... El Cilindro, semivacío, habla. Es el mismo que viene puteando desde hace semanas, el que se cargó a Gago (siempre el técnico es el que salta). Pero la realidad es que el principal culpable de que Racing hoy esté así, a la deriva, con una dupla técnica interina, es Boca. El Boca de Battaglia, el de Ibarra y el de Almirón, sucesivamente, ganaron todo lo que Racing quería. En mayo del año pasado, al Racing de Gago le hicieron un insólito pasillo los pibes de sus propias Inferiores luego de una derrota frente al Boca del León, que luego sería campeón. Un pésimo mensaje para los chicos del reconocido predio Tita. Más tarde, en octubre, el Boca del Negro se alzó con la Liga Profesional en la última fecha después de que Racing fallara un penal y perdiera con River en su propia cancha (si ganaba era campeón). Finalmente, en agosto pasado, hace escasos dos meses, Boca volvió a dejar en el camino a la Academia en los cuartos de final de la Libertadores. Y el Cilindro habló, gritó, puteó hasta que obligó al entrenador a presentar la renuncia. Nadie se acordaba, por supuesto, de las "finales" inventadas por Víctor Blanco que ganó Racing. Todo lo importante, todo lo que Racing realmente deseaba, lo había ganado Boca. La imagen de Sigali sacado, mostrando su torso como un titán de la mitología griega, gritando furioso de cara a la gente, da un poco de risa y mucho de vergüenza ajena. ¿Qué festeja Sigali, si perdió todo? ¿Cuánto le durará esa alegría que es menos que un consuelo? ¿Le habrá alcanzado para el "hermosa mañana" o se dará cuenta, al levantarse, de que fue apenas un sueño que no basta para tapar la realidad llena de fracasos comandados por Gago, el eterno general de las derrotas? ¿Tendrá claro que este triunfo tal vez no sea suficiente siquiera para redimirlo de cara a la gente?

Pero dejemos los dilemas del pobre Racing y pasemos a lo importante, que es Boca. Es posible que no tenga demasiado sentido analizar este partido en sí mismo, pero sí sirve para sacar algunas conclusiones. 1) contra Estudiantes hay que poner a los pibes que ganaron la Intercontinental juvenil. Riesgo cero. Aunque sea un partido con poco en juego y donde tal vez no haya roces, siempre podés encontrarte con un mala leche como Almendra que quiera lesionarte, resentido. Almirón debería repensar su intención de poner mayoría de titulares, confesada nuevamente después del partido. Si quiere darles más rodaje a los 11 de la final, que arme un amistoso. Y 2) Boca perdió el partido por claros errores propios. El 1-0 de Racing llega justo en la jugada siguiente a la salida de Valentini: el equipo se queda con cuatro defensores y nadie cubre el espacio donde antes estaba el último hombre (iba a entrar Valdez y el DT se dio cuenta de que no podía arriesgarlo); por ahí llega Vecchio. El 2-1 se produce por un foul evitable de Medina y un centro mal marcado en el que el técnico dice no haber advertido ningún error. Claro, el error es él, que manda a marcar en zona una pelota parada y no se da cuenta -como lo advirtió hasta el propio relator de la transmisión-, que Sigali estaba solo. Dos errores así, en la final, pondrán en órbita a Almirón y quién sabe a cuántos más.

El equipo jugó un partido aceptable, otra vez con Merentiel en modo gol, con algunas buenas combinaciones por los costados, con la vuelta de Briasco en un muy buen nivel, con la sonrisa que nos pinta Langoni de sólo verlo en la cancha de nuevo. Este muletto, contra los titulares de Racing, pegó tres tiros en los palos -uno del Equi, el que mejor entró- y llegó unas cuantas veces más, pero los errores se pagan. Contra Fluminense, entonces, habrá que jugar el partido perfecto. No es un partido importante: es el único, la final del mundo, el que define todo -presente y futuro. La cámara tiene el foco ahí, sólo ahí. Por favor, muchachos, queremos la Copa. No hay lugar para otra desilusión. Ni para revivir fantasmas.


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