GRUPO E | ATLÉTICO 3 - FEYENOORD 2 / Entre el sufrir y sufrir, Morata

El delantero abrocha la victoria para el Atleti con un doblete en un partido en el que fue por detrás dos veces tras goles de Hermoso en propia y Hancko. Griezmann hizo el 2-2 antes del descanso.

Patricia Cazón
As
Once meses y seis días después esa música volvía al Metropolitano. La de la Champions, en una tarde clara que octubre le había robado al verano. Entre una batalla de voces que, antes de que comenzara el partido, ya llenaba de decibelios todo el espacio. Con esos tres mil quinientos holandeses que, frente a cincuenta y ocho mil rojiblancos, se hacían sentir alto como un reflejo de lo que, en cuanto el balón comenzó a rodar, el Feyenoord haría. Atrevido y valiente, con presión y el mentón alto. El Atleti enseguida se vio sepultado en el caos. Y el sufrir.

Slot suplía la falta de su goleador, Santi Giménez, vitaminando su centro del campo con la entrada de Zerrouki. El Atleti salió sin hacerlo de verdad. Impreciso, temeroso y incapaz de dar tres pases seguidos. Pasaba el reloj unos segundos del seis cuando un remate de Uueda rebotaba en Oblak y en Hermoso para colarse en la red. El estruendo holandés de pronto pareció despertar al Atleti. Paixão ponía la samba y el desborde. Stengs, equilibrio y orden.

La reacción fue inmediata. Ese mirar al futuro con los ojos del pasado reciente, los meses de invierno sin martes ni miércoles de fútbol, qué frío. El Atleti comenzó a crecer desde el centro y la bota de De Paul, de regreso al once, madurando el juego, trenzando largo. Morata empataría antes de que los recuerdos del último octubre y los nervios cundieran en una jugada que envolvió la polémica. Todo comenzó en un Saúl en fuera de juego. Trauner se lanzó a cortar el pase y la pelota salió escupida a Morata, que pateó, marcó y corrió celebrando antes de escuchar ese maldito pitido. Era del línea, bandera arriba: anulado. Consideraba que el 8 había intervenido. Pero el árbitro recibía una llamada al oído. El VAR: para ellos, no. Letexier se fue a la pantalla mientras Simeone pedía apretar de garganta. Letexier señaló al centro. Gol. Tres mil quinientos holandeses se callaron de pronto.

Pudo el Atleti ponerse más por delante, ensanchar otro gol el marcador a su favor. Pero Trauner se entrometió en una pelota de Nahuel para Morata. Pero después tampoco lo haría un tiro de Koke. Y el empate fue llenando la barriga y las botas rojiblancas. Y los años comenzaron a pesar en las piernas de esa línea hacia la que Simeone no dejaba de hacer gestos, desgañitado, pidiendo calma con las manos, que el ritmo de Champions pesa como ningún otro. Y en sus únicos centrales sanos se acumulan los años y las fatigas. Fue Azpilicueta quien hizo la falta que Stengs lanzaría al corazón del área. El primer remate de

Hancko lo rechazó Oblak pero Azpilicueta perdería la marca para volver a salir en la foto: el segundo remate de Hancko se fue a la red con todas sus costuras al aire. Es lo que tiene la alta competición y jugar con tres centrales que suman 96. Aunque al menos están. Peor es los que nunca lo hacen. Godín, en la grada, sufría. El Cholo también solo con recordar sus tiempos con la rojiblanca, y el cerrojo que era en todo balón. Con lo poco que necesitaba el Atleti para tumbar al Feyenoord. Solo con que bajara la pelota y la hiciera jugar. Los holandeses dejaban llegar hasta casi su área sin demasiados cepos.

Justo antes del descanso, Grizi empataba después de que Lino llevara el balón al área en una carrera: fue con un remate acrobático, tras muchos rebotes. Justo después del descanso, Morata ponía por primera vez al Atleti por delante con la colaboración de un Nahuel que por pies tiene una locomotora cuando mira hacia arriba: el centro salió de su bota gritando goool. Morata solo tuvo que empujarlo a la red con la izquierda. Al drama de la defensa lo salvan que sus delanteros tienen una efectividad que tapa todas sus transparencias. Eso y que no se lesionan.

Slot dio entrada a Minteh, un cuchillo ante Witsel y su velocidad caracol. Pero, para sobrevivir a 25 minutos agónicos, de puro sufrir rojiblanco, ahí estuvieron Oblak y sus guantes lanzando milagros. Salvo el esloveno ante Minteh dos veces. La última al final, cuando lanzaba un tiro sin ángulo que afeitaba la madera y el meta del Feyenoord llevaba cinco minutos en su área buscando hacerse un Provedel. Pero los puntos se quedarían en casa. Para que el Atleti empiece a coser de verdad la herida de la última Champions, después de escuchar su música como un réquiem hace un octubre, en este estadio.


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