GRUPO D | BENFICA - REAL SOCIEDAD / Brais y Kubo cazan a las ‘águilas’

Tercer gol del centrocampista gallego en su tercera aparición en la Champions. Nueva clase magistral de Kubo ante un Benfica al que redujeron a un equipo muy vulgar.

Alfonso Herrán
As
La Real Sociedad juega en la Champions como si atesorara un recorrido kilométrico en el torneo o sus vitrinas estuvieran alimentadas con alguna que otra orejona. Está en un grupo potente y nadie puede decir que le ha levantado la voz. El Inter tiró de su enorme experiencia para rascar un punto y Salzburgo y Benfica han parecido equipos vulgarotes al tratar de desafiarles. Sus extremos se pasean por Europa sembrando el terror, Kubo y Barrenetxea son de un perfil diferente, pero generan mil emboscadas. Y en la zona de creación el triángulo Merino, Zubimendi y Brais Méndez abruma fabricando jugadas en contra de los rivales. Lo del exceltiña es para analizarlo: ha jugado tres partidos de Champions en su vida y lleva tres goles.

La buena noticia para la Real llegó ya pronto, con el anuncio oficial de las convocatorias. Di María arrastraba molestias y quería forzar, pero quedó borrado finalmente. Un quebradero de cabeza menos, porque su sola presencia amedrenta a cualquiera. El sorbo inicial fue muy reposado. Ambos se dedicaron a anular al contrario, trataban de evitar sustos a toda costa. Frente a la valentía posterior de los txuri-urdin, esa actitud fue después la que condujo todos los pasos del cuadro de Schmidt, que solo pusieron dedicación en los contraataques. No quería bajo ningún concepto que emergiera un choque de ida y vuelta, su presión era tímida y si la Real la burlaba mínimamente, se encerraban con espíritu carcelario. Si les caía algún balón, no sabían cómo gestionarlo.

En el 13 gol se anuló un gol a Musa por un fuera de juego previo. Da gusto ver la tecnología de VAR en la Champions, con simulaciones de las figuras de los jugadores que intervienen en un fuera de juego y la mejor perspectiva posible. Era un espejismo. En realidad, las ‘águilas’ se metían muy atrás, se movían aparentemente medrosos por la posibilidad de recibir un gol y no saber luego cómo comportarse.

La Real estaba cómoda con el balón, era hermana gemela de la que se merendó al Salzburgo semanas atrás. Jurásek intentó salir del letargo con un centro en el minuto 18 que remató desviado de nuevo Musa. Los portugueses apenas conectaban con su línea de vanguardia, había una desconexión lastimosa. Mientras la Real llegaba con sencillez al balcón del área de Trubin. Muñoz enseñó las garras en el 26 con un disparo con la derecha que pasó cerca del poste. Luego llegó el gol anulado al bando visitante, con centro de Merino que Brais gestionó mal: tenía mucho espacio y en vez de esperar para iniciar la carrera, promovió la estampida con ansiedad y se situó en posición antirreglamentaria.

La Real saltaba a campo contrario con alas veloces, era efectiva en la presión y crecía en confianza al verse dueña y señora del esférico. Se volcaba más hacia la derecha, donde Kubo hacia magia. Le va mucho eso de desbordar desde la orilla hacia el núcleo central, encarando o tirando diagonales. Superaba a los rivales, con especial dedicación hacia Jurásek, con enorme facilidad y patentó dos jugadas calcadas, con golpeo al lateral de la red. Todo estaba bajo control, pero el marcador era muy roñoso hacia un grupo pletórico, premiando a un Benfica que ni combinaba, ni si salía de esa penitenciaría en que se convirtió el área de Trubin ni se arrimaba a las redes de Remiro.

No hubo disparos a puerta en el primer tiempo. Las águilas, transformadas en pajarillos cantores, salieron abucheadas al descanso por su manso partido, Schmidt tenía que pegar un electroshock a esa gente tan entregada y pesarosa. Cabral y Kökçü cogieron el sitio de Musa y João Mario. Intentaba refrescar el ataque y dar más estabilidad al medio campo, pero se vieron más desarbolados. La Real Sociedad no dejó ni un instante de marcar el ritmo del partido. Era un cambio de cromos, pero la colección del juego la seguía gobernando la Real.

Zubimendi culminó una gran jugada, plena de velocidad, de los visitantes, con un disparo que atajó Trubin en el 52. Los lisboetas zozobraban y no sabían cómo hincar el diente el choque. Kubo seguía a lo suyo: a montar sus carreras de Moto GP escapando de los rivales y disparando, aunque se le iban fuera. El gol que hacía justicia llegó en el minuto 63, una preciosa combinación que nació y murió en las botas de Brais. Merino y Barrenetxea, el encargado de dar el pase final, acudieron a esa cita. Lo del centrocampista gallego es tremendo, ha cogido la buena costumbre de marcar en el mejor torneo por equipos del mundo. Los benfiquistas iban tarde a la presión, estaban descompensados y se les veía con una lastimosa impotencia. Kubo les daba una lección de lo que es jugar con determinación. Uno de sus clásicos zapatazos se fue al larguero en el minuto 67. Neres trató de sacarse ese abuso de autoridad con el primer disparo a puerta un minuto más tarde, que atajó sin sudar Remiro.

El cuadro encarnado tuvo diez minutos de valentía, cuando no le quedaba más remedio que mostrar cierto amor propio a la grada antes de que esta se le echase aún más encima. Zakharyan mostró cierta blandura que no casa con el volcán Imanol. La Real ve con prismáticos al campeón portugués, a siete puntos. A todo un cuartofinalista de la pasada edición. Ahí es nada. El 8 de noviembre ante los encarnados puede llegar la llave definitiva hacia los octavos.


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