El mayor pecado de River: la Libertadores que “regaló” a cambio de dinero

Hace 41 años, en octubre de 1982, un sorteo favorable ubicó al club de Núñez junto a Olimpia y Tolima en el grupo B de las semifinales. Sin embargo, para pagar deudas, el presidente Aragón Cabrera negoció esa plaza con Cobreloa y River pasó a jugar en la zona A con Flamengo y Peñarol. Perdió los cuatro partidos y quedó eliminado.

De un sorteo de cualquier torneo, y en particular de la Copa Libertadores, se supone que los actores del fútbol –dirigentes, jugadores e hinchas- pretenden el mayor beneficio posible. La principal variable, acaso la única –salvo para el tesorero, tal vez-, suele ser la deportiva: que toque el rival más sencillo posible. Pero en 1982, cuando River aún no había ganado ninguna de sus cuatro actuales Copas, ocurrió lo contrario: Aragón Cabrera priorizó la variable económica a costa de enfrentar al campeón vigente, Flamengo –ganador de 1981-, y al equipo que se llevaría esa propia edición, Peñarol.

Es cierto que no era el mejor River pero no dejaba de ser un plantel con apellidos de peso, como tres campeones del mundo en Argentina 1978 -Ubaldo Matildo Fillol, Américo Rubén Gallego y Alberto Tarantini-, otros tres referentes de la época -Reinaldo Mostaza Merlo, Emilio Commisso y Eduardo Saporiti- y algunos jóvenes de buen futuro, como Julio Jorge Olarticoechea, campeón del mundo en México 1986. El equipo entonces dirigido primero por Vladislao Cap (fallecido en plena competencia, luego de los tres primeros partidos de River en la Copa) y luego por José Manuel Vázquez (su ayudante, que quedó a cargo) había atravesado de manera espectacular la primera ronda.

En tiempos en los que solo avanzaba el mejor de los cuatro participantes, River eliminó por mucha diferencia a Boca y a los dos rivales bolivianos: sumó 11 puntos contra 5 de The Strongest y 4 de Boca y de Jorge Wilstermann. Y entonces llegaron las semifinales, que entonces se jugaban en dos zonas de tres equipos: el ganador de cada grupo triangular pasaría a la final.

Además de River y los ya citados Flamengo y Peñarol, los otros tres semifinalistas parecían tener menor poderío: Deportes Tolima de Colombia, Olimpia de Paraguay (es cierto, campeón de la Copa 1979 en la Bombonera) y la sorpresa del torneo, Cobreloa de Chile (también, es verdad, finalista de la edición anterior, 1981). El sorteo se realizó en Perú, donde la Confederación Sudamericana de Fútbol (todavía no llamada Conmebol) tenía su sede, y a River le tocó un grupo junto con Olimpia y Tolima, el B, que parecía muy favorable para ilusionarse con llegar a la tercera final de su historia tras aquellas perdidas en 1966 y 1976. Pero fue entonces que Aragón tomó la extrañísima decisión de renunciar a ese triangular y arregló con los chilenos de Cobreloa, que habían quedado en el grupo A con Flamengo y Peñarol, un insólito trueque.

Como Boca en esos meses de 1982 y del año siguiente tras la partida de Diego Maradona, River también estaba en una situación económica muy delicada: la llegada de Mario Kempes, en 1981, había aportado un título –el Nacional de aquel año- pero también había corroído los balances del club. La economía de un país en dictadura y post guerra de Malvinas no ayudaban. Y ni siquiera las ventas de Daniel Passarella y de Ramón Díaz a Italia habían alcanzado para tapar los huecos económicos que preocupaban al presidente de River. En ese contexto, Aragón Cabrera entendió que, si se cambiaba de grupo en las semifinales de la Copa, generaría un quíntuple negocio para la tesorería del club, aunque eso significara un yunque para los objetivos deportivos.

River Copa Libertadores 1982

Con la aprobación de la máxima autoridad del fútbol sudamericano, el peruano Teófilo Salinas, Aragón manejó las siguientes cinco variables:

  • 1) Como si vendiera su plaza del grupo B, trazó un acuerdo económico con los dirigentes de Cobreloa, que aceptaron –seguramente sorprendidos- de muy buen modo el ofrecimiento, aunque las cifras de la permuta no trascendieron.
  • 2) Apostó a que las recaudaciones como local (entonces el gran ingreso de dinero de los clubes) serían mucho más importantes ante un club brasileño y uno uruguayo que contra uno colombiano y otro paraguayo. En efecto, 10.000 hinchas de Peñarol coparían el Monumental.
  • 3) Vendió los derechos televisivos del cruce ante Flamengo (entonces no había paquetes por cada edición de la Copa sino que se negociaba partido a partido) a cambio de 50 mil dólares y contra Peñarol por 15 mil dólares.
  • 4) Ese acuerdo con la televisión brasileña llevaba implícito un cambio de fechas: River jugó como local sus dos primeros partidos, como si Aragón ya supiera que el equipo quedaría prontamente eliminado y temiera que cayera el interés para los encuentros finales.
  • 5) En el primer partido de las semifinales, ante Flamengo, River estrenó un contrato con Adidas que se mantiene vigente hasta ahora como proveedora de indumentaria. A la vez, los carteles de publicidad de la marca alemana se desplegaron por primera vez en el Monumental, una postal que se haría habitual en los próximos años.

River Copa Libertadores 1982

Enterados del insólito y desesperado entramado de Aragón Cabrera, los hinchas y la dirigencia opositora intentaron negarse. La revista partidaria River lo mostró en su tapa posterior al partido contra Instituto por el Metropolitano 1982, jugado el 10 de octubre, dos semanas después del 1-0 ante Boca por la última fecha de la primera ronda de la Copa y 12 días antes del debut ante los brasileños en semifinales: “Aragón enfrentó a la hinchada”, publicó en referencia a un altercado en Córdoba, tras el 1-1 ante la Gloria por el torneo local.

Deportivamente, ante rivales muy superiores, River fue un desastre en las semifinales de la Libertadores 1982: jugó cuatro partidos por el grupo A y perdió los cuatro. Los dos primeros como local, encima, terminaron en goleadas: 0-3 ante el Flamengo de Zico el 22 de octubre y 2-4 ante el Peñarol de Fernando Morena el 28. Fue entonces que los hinchas dejaron el Monumental cantando “Me parece que River no sale campeón, me parece que River no sale campeón, por la culpa, por la culpa de Aragón”. Ya eliminado, solo para cumplir, le sumó un 2-4 contra Flamengo en Río de Janeiro el 2 de noviembre y un 1-2 frente a Peñarol en Montevideo el 12 de noviembre. La fractura de clavícula que Fillol había sufrido 48 horas antes del primer partido en semifinales, tras un golpe en un entrenamiento con un compañero de equipo -Mariano Dalla Líbera-, fue un golpe durísimo. En su lugar atajó un arquero sin experiencia, Gabriel Puentedura, que acababa de llegar de Atlético Tucumán.

En el grupo B, mientras tanto, Cobreloa –el equipo favorecido por River- se aprovechó de rivales de menor peso y llegó a la final por segunda edición consecutiva. El entonces flamante club del norte chileno, fundado en 1977 –considerado en la actualidad como el cuarto grande de Chile, el de mayor envergadura en el interior del territorio por detrás de Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica-, empató 0-0 en la ida ante Peñarol en el Centenario y perdió agónicamente 1-0 en el minuto 89 en la revancha en Chile. O sea, estuvo a punto de salir campeón gracias a la gentileza de Aragón Cabrera, que al año siguiente dejaría de presidir River y sería reemplazado por uno de los dirigentes que habían intentado negarse a la venta de ese lugar en el grupo B, Hugo Santilli, quien en 1986 ganaría la primera Copa del club.

Aunque hay quienes pueden especular que Aragón Cabrera tenía razones –por ejemplo, que a ese River no le daba para salir campeón-, de ninguna manera tenía razón: las Copas Libertadores no se regalan ni se venden.


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