Bellingham, un imperio británico

Dos goles del inglés convierten en papel mojado la hora de dominio del Barça, que estrelló dos balones en los palos. Fabulosa media hora de Modric. Gil Manzano sobrevivió al Clásico.


Luis Nieto
As
Quién sabe si este Clásico 255 acabará siendo clave en la Liga, pero sí quedará para la historia que fue el primero en el olímpico Montjuïc y lo ganó un inglés que estuvo por encima del Barça y hasta del Madrid. Allí, sobre la montaña mágica, el Barça fue mejor, sin presumir, durante tres cuartas partes del encuentro. Hasta que Bellingham, con la ayuda de un fabuloso Modric, lo cambió todo. En realidad, el inglés, de solo 20 años, ha cambiado el Madrid de arriba a abajo en dos meses. Una aparición más que un refuerzo. Y Gil Manzano, encañonado por tanta polémica previa, salió ileso del bombardeo con su uniformidad de criterio: obvió un penaltito de Tchouameni y otro de Araújo.

El partido llegó con un principio de cautela bajo el brazo. Quedó probado con la alineación de Mendy en la izquierda, suerte natural, a costa de guardarse los pulmones de Camavinga; con la ausencia de salida de los tres revividos exprés en el Barça (Koundé, Raphinha y Lewandowski, de sur a norte); con la adición de un cuarto centrocampista en el once de Xavi, Fermín, el último canterano en asomar la cabeza, y con Araújo en la frontera entre el central derecho y el lateral para echarle el guante a Vinicius, medicina tradicional en los últimos Clásicos. La cosa quedaba en un 4-4-2 en ataque y un 5-3-2, con Cancelo ayudando en la derecha, en defensa.

Alaba, retratado

Hasta aquí, lo esperado. Lo inesperado resultó la presión alta del Madrid en los primeros minutos. Fue casi un principio fundacional en la renovación del equipo que se ha ido olvidando con el paso de los partidos, quien sabe si por pereza, por fatiga o por estrategia. El plan funcionaba a medias, pero una cosa es la estrategia y otra los futbolistas. Y el Barça, que apenas había pisado campo contrario, se vio con un gol que casi le fabricó el Madrid. Gündogan inició una pared con Ferran, Tchouameni la interceptó con un toque hacia atrás y Alaba, que llegaba con enorme ventaja, metió su pie encogido y le sirvió el tanto al alemán, que ya había perdido la pelota pero no la fe, que esta vez movió esa montaña. Hace tiempo que el austriaco sale en demasiadas fotos.

Gündogan superó así a Kepa en el 1-0.
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Gündogan superó así a Kepa en el 1-0.ALBERT GEAREUTERS

Lo que siguió después fue un remate al palo de Fermín cuando Gavi le madrugó un balón a Kroos, dos futbolistas que simbolizaban el encuentro: fiereza en los azulgranas, astenia otoñal en los blancos. Esas averías en el motor de arranque son demasiado frecuentes en el equipo de Ancelotti.

Con el marcador a favor, el Barça se mecía en el control del juego, sin permitirse errores y sacando contras sin demasiado éxito. La más notable, una de João Félix, que evaporó de un caño a Rüdiger y perdió luego el esprint con Carvajal, el único con el sistema nervioso en su punto. El Madrid era incapaz de llegar, por falta de inspiración general y de Vinicius en particular, que ante la primera discrepancia con Gil Manzano se perdió en quejas y conversaciones. Una de ellas, con Xavi, se alargó demasiado. Ambos van sobrados de pico.

Sin Vinicius el Madrid atacaba con pistolas de agua, incómodo, atascado, lento, desorientado por el genio de Gavi y Fermín y el buen orden de Gündogan. El Barça jugaba sin brillantez, pero con inteligencia. No le hacía falta otra cosa para someter a un rival menor, encogido. Bellingham, su fertilizante en los primeros meses de curso, estaba esperando que atardeciera para salir de caza. Vaya si lo hizo.

La primera parte dejó un dato extremadamente revelador: ni un disparo del Madrid entre los tres palos y dos, de dos defensas, Rüdiger y Carvajal, fuera. Kroos no había sido capaz de sacar ese camión del barro y mucho menos Tchouameni, que pierde sus poderes en cuanto cruza los Pirineos.

Un inglés que es un ejército

El descanso no pareció sacar de su depresión al Madrid. Tuvo más pelota, disfrutó de tres medias ocasiones y del primer tiro a puerta, lejano, sin maldad, de Kroos, pero el Barça siguió por encima en organización y garra. También sus oportunidades tenían más picante. Un cabezazo picado de Iñigo Martínez se fue al palo y el remate posterior de Araújo lo salvó Kepa con una parada intuitiva.

Este disparo de Bellingham supuso el empate.
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Este disparo de Bellingham supuso el empate.LLUIS GENEAFP

Ancelotti buscó alternativas: Camavinga en la izquierda, que sufrió mucho con las llegadas de Cancelo, Modric y Joselu. Un cambio de piezas que no parecía aventurar un cambio de rumbo hasta que Bellingham, ese futbolista anfibio capaz de recorrer todas las zonas del campo, cargó los cien millones que costó en su bota derecha para meter un latigazo brutal, casi desde posición parada, que superó la mano cambiada de Ter Stegen. Todo el trabajo de Gavi con el inglés volado por un misil de largo alcance disparado por un jugador que vale para cualquier cosa: todos sus goles hasta ahora habían llegado desde dentro del área.

Bellingham le dio la victoria al Madrid con este remate.
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Bellingham le dio la victoria al Madrid con este remate.ALBERT GEAREUTERS

De pronto el partido cambió de manos, pero sin exagerar. El Madrid, muy mejorado por Modric, tuvo más sensación de mando que ocasiones. Algo similar a lo que había sido el Barça durante su hora feliz. Xavi recuperó entonces un ataque más natural, Raphinha-Lewandowski-Lamine Yamal, y se quebró el partido. Solo entonces fue un Clásico de rompe y rasga, al borde del gol en un área y otro, pero el que lo metió fue otra vez Bellingham. Fue en un centro de Carvajal, rozado por Modric y rematado, en territorio del nueve, por el inglés, azote de todos los que se han cruzado con él hasta ahora.


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