Un estudio desvela el momento en el que casi se extingue la humanidad: solo quedaron 1.200 personas

Un artículo de la revista científica Science destapa la crisis demográfica que afrontaron nuestros antepasados hace 900.000 años, cuando desapareció el 98% de la población mundial.

Sergio Murillo
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Cuando la historia escapa de los textos sólo quedan las cenizas, las piedras. Lo que fue y ya no es. Las vivencias de nuestros antepasados, sus costumbres y hábitos, sus gustos y sus modas, son rastreables desde el análisis virtuoso que posee el ojo de un arqueólogo. A esta luz los yacimientos son puertas al conocimiento. Se encuentran restos y la estratigrafía, codo con codo con métodos científicos de muy precisa resolución, fecha e interpreta.

Pero no siempre es tan fácil. Si se da con pistas de varias épocas y se apuntan en una línea recta el resultado deja un sinfín de huecos vacíos porque el azar que interviene en la aparición de estas define el orden en el que reaparece el pasado. Como la edad oscura en la Grecia clásica. Etapas donde algo ocurrió y permanece en el olvido, a la espera de que un buen día alguien tope por accidente con una piedra que permita desenterrar leyendas, anécdotas y poner nombre a algo que mucho atrás ya lo tuvo. En eso consiste la arqueología, en dar vida por segunda vez.

Uno de estos pozos se sitúa en las postrimerías del Pleistoceno inferior, justo cuando se gestó el penúltimo gran salto cognitivo de la humanidad. A esta oscuridad ha querido acercar una antorcha un reciente artículo de la prestigiosa revista Science, cuya llama es portada por investigadores procedentes de China, Estados Unidos e Italia. De esos infinitos días hace poco más de 900.000 años. Hoy son escasos los fósiles permiten alumbrar el momento en el que casi se extingue el linaje humano.

Un milagro olvidado

Eran tiempos convulsos. Aquellos homínidos habían empezado a caminar suelos nuevos del planeta, paisajes que nunca habían escuchado la voz humana. Fueron los primeros hitos de la exploración. Caminaban erguidos y empleaban una tecnología lítica todavía simple. Y así, con piedras a medio afilar, decidieron embarcarse en la insólita aventura de descubrir el mundo que había más allá del horizonte conocido.

Unos pocos milenios atrás eran 100.000, pero en ese oscuro tiempo la población humana cayó hasta los 1.200 individuos. Un 98% de los individuos que había sobre la faz de la Tierra desaparecieron. Y en estas cifras se mantuvo la existencia del hombre durante 1.170 largos siglos. Hace 800.000 años, comenzó la recuperación con la incógnita de si aquellos homínidos eran conscientes de haber llevado a cabo un milagro.

La llamada a la vida en un mundo hostil

Hay quien piensa que cuando el mundo es hostil y rudo no puede florecer la vida. Por entonces las extinciones se daban de forma salvaje. Una especie barría a otra del mapa, muchas veces sin necesidad de enfrentamiento directo y por pura evolución o adaptación al medio, y esta era sustituida por otra. Los cambios en el clima tuvieron gran culpa de ello. Sin derramamiento de sangre. Sólo cerrando los ojos por última vez en una fría gruta. Las cavidades de los cerros eran lápidas de tierra y las estepas jardines de huesos.

Esta particular coyuntura favoreció que la presión de la evolución natural se embotellase en los pocos individuos que había, empujando cambios que pudieron desencadenar la aparición de una nueva especie. Otro homínido diferente que encajaría en el marco de un retrato singular. El del triple antepasado, la unión de neandertales, sapiens y denisovanos. Una especie que sobrevivió imponiéndose y que transformó aquellos 1.200 vagabundos de la noche de los tiempos en los más de 8.000 millones de humanos que pueblan hoy la faz de la Tierra. La conversión del último grito gutural de las cavernas en una llamada a la vida.


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