Un drama humanitario que clama ser conocido: el secuestro de niños ucranianos tras la invasión rusa
La cifra es escalofriante. Ucrania ha logrado identificar hasta ahora 20.000 mil niños separados de sus familias
Las guerras nos traen permanentemente capítulos imposibles de tolerar. Historias trágicas escritas por seres humanos que rompen toda lógica, desafiando la imaginación y quebrando los límites de lo aceptable moral y éticamente. Que busca terminar para siempre con las bellezas y oportunidad que propone la vida en sociedad.
La destrucción, la muerte, el desplazamiento, dan contenido a la tragedia. Pero sin duda la mayor representación de perversión, brutalidad y deshumanización la encontramos cuando los niños son las víctimas. En el accionar del agresor que busca romper definitivamente la resistencia de su adversario, quitarle identidad, terminar con su devenir entre los pueblos.
Esto es lo que Vladimir Putin, el criminal de guerra a quien el presidente Alberto Fernández vergonzosamente le ofreció la Argentina para ser la puerta de entrada en Latinoamérica, lleva a cabo.
Conmueve hasta las lágrimas Infancia Secuestrada. Nos hace ver una realidad por muchos desconocida e ignorada. Demuestra una vez más cómo las lecciones del pasado no han sido aprendidas. Reafirma tristemente que la enseñanza de Theodor Adorno, cuya advertencia sobre la no repetición de Auschwitz como primera exigencia de la educación no fue aún tomada en serio. Poco entendida por algunos, despreciada por muchos. Adentrarnos en los testimonios y las explicaciones nos trae al presente imágenes y argumentos vistos y leídos acerca Genocidio Armenio, de la Shoá, el Holodomor, en el pasado, y de Vietnam, Kosovo, Ruanda más cerca en el tiempo. El mundo no ha aprendido.
La cifra es escalofriante. Ucrania ha logrado identificar hasta ahora 20.000 mil niños secuestrados. Los números exactos debido a las hostilidades y la ocupación rusa no se pueden precisar con exactitud y ello agrega mayor dramatismo aún. Sin embargo, Rusia a través de datos abiertos reconoce en 744.000 los niños “deportados”. Ucrania solo ha podido recuperar 371 y es a partir de ellos, de sus experiencias vividas que se logran analizar cinco escenarios que dan cuenta del accionar ruso.
El primero es cuando los soldados rusos matan a los padres y luego secuestran a los huérfanos. El segundo es cuando directamente los invasores separan a los niños de la protección de sus familias, privando el derecho de paternidad. Lo hacen en represalia ante la no colaboración por parte de los adultos ucranianos. El tercero se da cuando durante el proceso de filtración, es decir cuando las familias son desplazadas y reubicadas, se procede a separar a los niños. El cuarto cuando los rusos crean adrede situaciones totalmente inadecuadas para que los niños vivan en las zonas ocupadas y el quinto, es cuando los padres se ven obligados a entregar a los niños firmando la autorización para que sean llevados a los campos rusos con la falsa e incumplida promesa escrita que sean devueltos en dos semanas.
Ucrania clama por ayuda, que se eleven las voces de denuncia en el mundo y apoyo en la búsqueda de los niños. Argentina tiene mucho para decir y hacer. Nuestra experiencia en la búsqueda de identidad de los niños sustraídos durante la última dictadura liderado por Abuelas de Plaza de Mayo, el bagaje adquirido y reconocido internacionalmente por el Equipo de Antropología Forense e incluso las muchas ONG que dieron forma al Red de Trabajo en Identidad Biológica debe estar puesta a disposición, no puede haber dudas cuando el cumplimiento de los derechos humanos es quien llama.
Argentina no puede ser la puerta de entrada para Putin en América Latina como vergonzosamente lo expresó el presidente Alberto Fernández. Por el contrario, debe volver al mundo y liderar seriamente como lo hizo en el pasado la lucha por la libertad, la paz y los derechos humanos. Hay un solo lado en el cual estar parado y donde actuar, y es junto a los demócratas, los amantes de la libertad, los defensores de la vida y los hacedores de la paz.