Sergio Romero reconstruye su carrera en Boca a partir del respaldo de su familia y el oportuno llamado de Juan Román Riquelme
El arquero se volvió uno de los pilares cuando parecía que el declive era inevitable por la poca continuidad en Europa y las lesiones
“Chiquito” Romero tiene su propia regla y es muy personal. Ese ritual, previo a una definición por penales, significa automotivación, es para inflarse de confianza. Porque, además, el ‘1′ de Boca vive ese momento confiado. Está fuerte. Física, pero también mentalmente: aun cuando el amor por Racing lo puede condicionar, el amor más grande está detrás del guante que besa y lo impulsa. Tanta fuerza y energía le llega al rival que pone la pelota en el punto penal. Del resto, se encarga él.
“Yo voy a atajar dos”, le dijo al grupo antes de la tanda frente a Nacional, de Uruguay. Les repitió lo mismo en el Cilindro de Avellaneda. En ambas cumplió. No sólo eso: trascendió que en la intimidad aseguró que, de haber un penal para Gonzalo Piovi (había convertido todos los que pateó en su carrera) se lo atajaría. Este jueves, él mismo lo confesó: “No te sabría decir por qué la fe, pero sabía que lo iba a atajar. Son sensaciones que a uno le recorren en el cuerpo y, sin mentir, el penal de Piovi me lo imaginé tres días antes”, contó en La Red.
Lo mejor de Racing vs. Boca y las atajadas de “Chiquito” Romero
Decir que se hace cada vez más gigante no tiene que ver sólo con el juego de palabras vinculado a ser “Chiquito”. Verdaderamente, se lo ve como en aquellos tiempos excepcionales. Porque la imagen que une a todos los argentinos cuando se habla de Romero, propone un viaje a la semifinal ante Holanda, en el Mundial de Brasil 2014, en la que fue figura con las tapadas del primer y tercer penal: como frente a Nacional, en octavos de final, y este miércoles con Racing, por cuartos.
En ese momento de “plenitud” se metía bajo los tres palos a los pisotones, sólo palpaba los palos y apenas lanzó un triple “¡Fuerte al medio!” para inhibir más a un crack como Wesley Sneijder, víctima de su volada. Sin embargo, faltaba algo: no sentir dolor en esa rodilla que lo tuvo a maltraer desde los 17 años con puras artroscopias.