Scaloni rearmó la banda: ahora tocan “los amnésicos”
¿Viajar a La Paz solo para estar con los compañeros y no ponerse los pantalones cortos? De todas las buenas sensaciones que Scaloni se trajo de Bolivia, hay una que rankea por encima. Y no tiene nada que ver con la goleada, sino más bien con algo que sucedió de la línea para afuera. Porque el capitán de los campeones del mundo tenía claro desde el lunes, cuando miró el entrenamiento sentado en una silla de plástico, que no jugaría. ¿O lo había decidido incluso antes, lo que le daría punto bonus a su gesto? Messi eligió ir hasta allá sólo para “hacer piña”, como le dicen los españoles a la vida en grupo. Ni más ni menos.
El mérito principal de lo que está pasando alrededor de la selección le corresponde al más calmo de todos: el entrenador. Fue él quien insistió desde marzo, cuando se reunieron por primera vez como campeones, que había que “olvidarse” de Qatar. Sobre ese concepto trabaja, machaca. Insiste en molestarlos a su modo: que nadie se sienta titular (salvo uno, claro), dijo en la conferencia de prensa previa al arranque de las eliminatorias. Que se olviden, que se olviden, que se olviden.
Se olvidaron. Los amnésicos se olvidaron.
Solo así, sin haberse quedado parados sobre el pedestal de Lusail, era posible resetearse y arrancar de nuevo. Los cruces de Cuti Romero que hicieron arder el Monumental siguieron en La Paz con ejemplos a montones: las ganas del capitán Di María de correr como a los 20, la convicción de De Paul de que éste es su tiempo, el tándem de fútbol y coraje que maridan Enzo Fernández y Alexis Mac Allister, la vitalidad de Julián Álvarez para presionar como si los 3625 metros de altura sobre el nivel del mar fueran una mentira y no un dato topográfico contante y sonante…
Será que el discurso de Scaloni no es eso, sino una postura de vida. Como cuando dijo que el sol volvería a salir al día siguiente de la final del mundial. El hombre no imposta, vibra así. Dice Jorge Valdano que no hay registros en su casa de que alguna vez salió campeón del mundo. Que mejor es vivir lo que está pasando ahora. Joaquín Sabina, a quien Valdano conoce bien, escribió que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Scaloni, humilde, no diría nunca que él va un paso más allá de ese verso: no hay nostalgia peor que añorar lo que una vez sí sucedió. Que de eso se encarguen los libros: ahora hay que trabajar para ganarle a Paraguay. El 12 de octubre a las 21, en el estadio Monumental.