REAL MADRID-LAS PALMAS / Mucho remate, poco suspense
Brahim y Joselu acaban con Las Palmas en un partido repleto de oportunidades perdidas por los blancos. Volvieron Vinicius y Ceballos. Se rompe Alaba.
A cada derrota del Madrid le sigue una declaración de zona catastrófica. Sucedió con la del Metropolitano, pese a que Ancelotti procurara guardar las apariencias. Lo hizo ante la Prensa pero no en la pizarra. Ante Las Palmas retiró a sus dos laterales más optimistas, relevados por dos pesimistas declarados, Nacho y Mendy; cayeron también los veteranos del centro del campo, Kroos y Modric, en maniobra preventiva para lo que está por venir, más Bellingham, sobreutilizado; tomó la zona el trío más pulmonar (Tchouameni, Valverde, Camavinga), y el equipo pasó de un delantero a tres, en un regreso al pasado, al 4-3-3 tradicional rematado con la primera titularidad de Brahim. Una corrección en toda regla ante un Las Palmas también remodeladísimo por las apreturas del calendario.
García Pimienta mantuvo la idea pero con solo cuatro de los titulares que se enfrentaron el domingo al Granada. Mayoría, pues, de suplentes con la mirada puesta más allá del Bernabéu. Muchos cambios para jugar a lo mismo. Las Palmas, por tradición y vocación, es canario y canarinho. Está hecho para mandar y no para ser sometido. Así, desacomplejado, salió a jugarle al Madrid, a las órdenes de Jonathan Viera, un talento, y con tres puntas. Esos buenos principios no valen en todos los partidos y ante todos los rivales. Podría decirse que tiene un juego más comercial que funcional.
Heroico Álvaro Valles
Así que fue salvándose del gol de milagro en milagro, gracias a la falta de puntería de Brahim, Joselu y Rodrygo. Ninguno tuvo nada que reprochar al otro. El brasileño tuvo la primera, que estrelló en las piernas de Álvaro Valles. El fútbol tiene secuencias fatales. A la falta de inspiración le sigue inevitablemente la falta de confianza.
Joselu y Brahim, que son segundo plato, encadenaron después pecados de todo género: falta de pericia en los mano a mano, controles inexplicables y remates imantados a las manos de Álvaro Valles. La mayoría de los disparos a quemarropa los sacó sin mancharse el uniforme. A esa cumbre de tiros al muñeco se sumó hasta Nacho. Todo sin que Las Palmas ejerciera su turno de réplica, lo que favorecía que en el Madrid pudiera ejercer de atacante cualquiera. Incluso Rüdiger, que le filtró a Joselu un pase cruzado de interior de seda. El nueve B de este Madrid lo desaprovechó. Un heroico Álvaro Valles le pareció una rascacielos. Donde no le alcanzaron los guantes encontró el meta la ayuda de los pies.
La desdicha se fue extendiendo hasta llegar al área propia. Cerca del descanso se marchó Alaba con una lesión muscular. Lluvia sobre la tormenta que le sobrevino en el Metropolitano. Sin embargo, la insistencia del Madrid tuvo premio en el descuento, ese tiempo tan mágico en el Bernabéu, de la primera parte con una media vuelta de Brahim en el corazón del área. A Álvaro Valles no le quedaban ya más manos para evitar lo inevitable, para mantener un mínimo punto de suspense en el partido.
Minutos para todos
Lo que sucedió de ahí en adelante tuvo poca emoción, porque muy pronto Joselu hizo el segundo. Fue a centro de Rodrygo y en colocado remate de cabeza sobre la marcha. Cuando la pelota se eleva, sus posibilidades de marcar crecen exponencialmente. En perseverancia es un diez.
Bajado ese telón, Ancelotti se puso a trabajar en lo que viene. Así que decidió darle media hora a Vinicius, tras más de un mes parado, y tuvo sus primeros minutos Ceballos, séptimo centrocampista. Quedó claro que ya no presentía ningún peligro en Las Palmas, que con el partido perdido tuvo más balón y mejor tono.
Lo que quedaba de encuentro fue una sucesión sosota de oportunidades de medio pelo en ambas porterías. Kepa tuvo que ir un par de veces al suelo y a Rodrygo se le marchó también una ocasión clara. De Vinicius apenas hubo noticias. Se pegó a la izquierda, su banda, pero anduvo mucho menos emprendedor de lo habitual. No aceleró y apenas desbordó. Podría decirse que salió a probarse y se dio por satisfecho con salir ileso. La placidez de la tarde le ayudó en ese empeño.