¿Por qué el apoyo a Trump crece con sus procesamientos judiciales?
Lo que ocurre es parte de lo que he llamado en otras publicaciones la “latinoamericanización de la política estadounidense”, es decir, confrontación, imposibilidad de llegar a acuerdos, desaparición del centro político, empobrecimiento del debate público, y ahora, politización de la justicia
Creo que tiene que ver con el particular sistema electoral de la potencia. No hay duda de que, en el día de hoy, EEUU va camino a repetir lo que ocurrió en las elecciones de 2016 y 2020, sobre todo la última por los nombres.
La estrategia demócrata es ganar por poco ya que el sistema electoral no necesariamente le da el triunfo a quien obtiene la mayoría de los votos en el país, sino que es de colegio electoral, y aunque no recompense necesariamente a la mayoría más uno de los votos, ya que gana el que obtiene más votos en ese colegio, aquel que supera los 270, por lo que más que votar por los candidatos, se vota por compromisarios que los apoyaran cuando se reúna el Colegio, después de la elección, y al igual que muchas otras cosas en EEUU, no existe centralización sino que el sistema se define estado a estado.
Así está en la Constitución y el sistema existe así desde la independencia, ya que el gobierno central o federal fue un acuerdo y una cesión de competencias de los estados originales, por lo que no en todas partes se vota igual (a veces varia de condado a condado), no existiendo un organismo federal como tampoco una justicia electoral. En el extranjero no se entiende bien un sistema que no es mayoritario, sino de colegio electoral.
Como la mayoría varia de lugar a lugar (hoy, el gobierno federal y el Senado son demócratas, pero la Cámara de Representantes y la mayoría de los gobiernos locales son republicanos), en elecciones tan disputadas como esta y en un país tan dividido y polarizado como lo es EEUU hoy, quien gane la mayoría de los estados es predecible, por lo que la contienda real se va a establecer -al igual que las últimas presidenciales en no más de seis u ocho de los cincuenta.
La apuesta demócrata es pensar que la figura de Trump es tan negativa para muchos votantes de centro que sus problemas judiciales pueden ser motivo suficiente para que voten por Biden u otro demócrata, decidan la elección y el nombre del próximo ocupante de la Casa Blanca. De tal modo se entrelaza la estrategia electoral con la judicial, que uno de los juicios ya tiene fecha de inicio el próximo año, en los mismos días del supermartes, donde las primarias tienen lugar en al menos doce estados, y dan el suficiente numero de delegados como para decidir al menos el nombre de los postulantes de ambos partidos.
Son estados donde de millones, es posible que se gane por algunos miles de votos, lo que explica la situación de Georgia, donde el 2020 Trump presionó para “encontrar” alrededor de 12.000 votos, que era todo lo que decía necesitar.
Ahora, esta estrategia demócrata puede fallar y si es electo Trump (y aunque no lo crean, aun condenado podría asumir la presidencia y perdonarse a sí mismo, al menos de las acusaciones federales) ello podría deberse a que aún falta ver cómo afectará a Biden la acusación constitucional que preparan los republicanos, la posibilidad que las acusaciones a su hijo Hunter lo puedan involucrar a él, o que sus problemas de salud física o mental terminen disminuyendo su apoyo. También es posible que Trump no alcance a ser condenado o que algunas de las acusaciones sean rechazadas.
Nunca ha sido electo nadie fuera de los dos partidos principales, pero puede ser lo suficientemente estrecha para que la candidatura de un tercer partido defina la elección, como pasó en 1992 a favor de Clinton, o la elección del 2000, donde un conocido abogado como Ralph Nader, quien originara los juicios millonarios a favor de los consumidores, obtuvo la suficiente cantidad de votos para que Al Gore fuera derrotado en Florida, posibilitando el triunfo de Bush hijo. Es el temor que se ha instalado en los demócratas, sobre todo si no hay primarias y Robert F. Kennedy o un conocido activista afroamericano deciden correr por afuera.
En el caso de los republicanos, por ahora, nada parece afectar el triunfo de Trump en las primarias, donde se ha desarrollado un sentimiento que la Justicia se ha politizado, sobre todo en comparación a lo que ocurrió con Hillary Clinton, y cada enjuiciamiento hace crecer sus finanzas y apoyo. La numerosa cantidad de rivales, más bien se explica por el deseo de hacerse un nombre para su propio futuro político o estar en el lugar adecuado, si en definitiva, algún problema legal le impide competir a Trump, o en el caso de DeSantis, el apoyo proviene de quienes están en contra del trumpismo, aunque nada parece indicar éxito.
Mas allá de lo que en definitiva ocurra, por ahora es Trump versus Biden, y lo que está teniendo lugar en tribunales, es indudablemente malo para la imagen internacional de EEUU, por mucho que analistas y periodistas intenten explicarlo. Indudablemente que genera ruido y un daño, ya que afecta la capacidad del país para que parezcan creíbles las críticas a Guatemala, Nicaragua o Venezuela, ya que para muchos lo que se buscaría son años de cárcel para quien fue presidente y es hoy, el jefe de la oposición y un competidor con posibilidades reales de triunfo.
¿Por qué esta idea ha penetrado tanto en el votante republicano como para que la candidatura de Trump aparezca hoy como ganadora de las primarias? La mayoría de los medios de comunicación están totalmente en contra de Trump y difunden a diario la evolución de las acusaciones, pero sus seguidores, en un país culturalmente enfrentado, aseguran que existe un sistema dual de persecución civil y penal. Parecen creer que existen delitos que solo se aplicarían a Trump y que, si este no fuera candidato, no se le aplicarían a ninguna otra persona, argumentando que su situación es inédita en la historia de los expresidentes. Además, este fenómeno coincide con la pérdida de credibilidad de medios que hasta hace pocos años eran el estándar más prestigioso de la independencia editorial mundial, y ahora, son percibidos como sesgados, lo que se refleja bien en los problemas y fuerte caída de audiencia de la otrora poderosa CNN.
Lo que ocurre es parte de lo que he llamado en otras publicaciones la “latinoamericanización de la política estadounidense”, es decir, confrontación, imposibilidad de llegar a acuerdos, desaparición del centro político, empobrecimiento del debate público, y ahora, politización de la justicia, elementos todos que están hoy de tal modo afectando la calidad de su democracia, que no hay argumento de peso, por el cual no pudiera seguir deteriorándose.
En los hechos la polarización es tal, que no hay uno sino dos grupos que la hacen daño al sistema político, uno es mas conocido que el otro conocido como trumpismo, y el otro, es su opuesto al interior del partido Demócrata, pero que también alcanza a grupos extremistas fuera del sistema. Con ambos ha perdido la democracia estadounidense, y hoy, cuesta mucho presentarla como ejemplo. Ha perdido EEUU, no solo bajo Trump, sino también en las tácticas empleadas en su contra, desde la trama rusa que desconoció su triunfo el 2016.
Es Trump y su negación del resultado del 2020, pero también la forma de combatirle que se aleja de lo que era habitual en Estados Unidos, en cuanto a siempre reconocer la legitimidad de los ganadores. Al respecto, toda solución y mejoría parte de esta realidad, donde no hay un solo grupo, sino al menos dos, que usan tácticas y estrategias que no son propias de una democracia sana.
Un gran error, fue, por ejemplo, que no se hiciera una comisión bipartidista para analizar el 6 de enero y lo que lo precedió, ya que en vez de analizar el contexto de deterioro democrático de EEUU, se prefirió un grupo anti-Trump, que en vez de discutir la realidad tal como era, adoptó un esquema de buenos y malos, donde los culpables estaban definidos de antemano, lo que no debió haber pasado, ya que era un grupo político en el Congreso y no un tribunal de justicia. Así, si se hubiese tomado todo, no solo la violencia del asalto al Congreso, sino la violencia política que la precedió con asaltos a propiedad publica y durante meses en ciudades como Seattle y estados como Oregón, el origen de la trama rusa que postulaba -también sin evidencia-que Putin había estado tras el triunfo de Trump, como también averiguar porque no se llamó preventivamente a la policía, ni siquiera a la propia, a proteger el Congreso el 6 de enero, quizás habría mas acuerdo en los hechos, y hubiese perjudicado, en la balanza y en comparación, más a Trump que a sus adversarios. En definitiva, algo distinto a lo que ocurrió, una comisión que transcurrió más bien desapercibida ante la opinión pública, y donde las condenas posteriores, basadas en leyes antiguos que hasta provienen de la guerra civil, permitió que se formara la imagen de persecución política.
En el fondo, mucho del resultado, se debe a que EEUU ha sido bendecida, en el sentido que ni siquiera existen términos en inglés para definir al golpe de estado, utilizándose el francés (Coup d’Etat), y de ahí el arsenal de leyes que se mencionan en las acusaciones, muchas de las cuales nunca antes se han utilizado para estos efectos, y que han creado la imagen en el votante republicano, que quizás por primera vez en su historia se usan, Para ellos, su candidato habría dejado de ser un adversario a ser derrotado en una elección y habría pasado a ser un enemigo a ser encarcelado, por lo tanto, ciudadanos erróneamente convencidos que están siendo privados de su derecho a elegir.
Mas que cierto o falso, fakenews o realidad, es algo en que al parecer creen a pie juntillas la mitad de los estadounidenses. Y ningún proceso judicial parece destruir esta certidumbre. De hecho, hay acciones opositoras que alimentan esa actitud, ya que se han iniciado peticiones al menos en dos estados (California y Nuevo Hampshire) para que independientemente del avance judicial, el nombre de Trump ni siquiera aparezca en las primarias o elecciones de esos lugares.
Mitad del país que además critica que se use una la ley RICO en Georgia, que apareció para descabezar a la mafia, y que sienten que no seria aplicable a una situación política, y que se estaría violando el debido proceso, tan característico de EEUU, en un juicio donde se acusa al mismo tiempo a otras 18 personas. Es además un terreno movedizo y fluctuante, donde hay acusaciones federales y también locales en Nueva York y Georgia, donde se aplican legislaciones diferentes. Mas aun, son de pronóstico incierto por su novedad, y por su desconocido impacto, ya que, por ejemplo, en Georgia se transmitirá el juicio en directo y por televisión, lo que abre espectaculares posibilidades para Trump.
Como conclusión, ninguna acusación tiene los precedentes suficientes para asegurar una condena, ya que habrá muchas apelaciones a todo nivel, hasta terminar en la Corte Suprema, donde su actual configuración parece indicar un triunfo para Trump. Por lo demás, nada asegura un juicio rápido, dada la novedad de las leyes invocadas, al solicitarse su aplicación a un expresidente.
Por último, y puede ser lo más duradero para el futuro de la democracia de EEUU, ya que se puede ingresar a un terreno desconocido de venganza, toda vez que, por un lado, los fiscales federales dependen del Departamento de Justicia, cuya cabeza es nombrada por la Casa Blanca, y en el caso de los fiscales de estados o distritos no son jueces, no son parte del poder judicial, sino funcionarios electos, muchas veces así se han iniciado las carreras políticas de conocidas figuras. De hecho, quienes encabezan las acusaciones en Nueva York y Georgia han sido electos bajo las promesas de perseguir a Trump, han recolectado fondos para su reelección sobre esa base, y son conocidos militantes demócratas, por lo que, con toda seguridad, habrá una investigación paralela de esos fiscales en la Cámara de Representantes y en estados republicanos debe haber una fila de fiscales electos esperando su oportunidad, para acusar a actuales o ex figuras del partido demócrata. Y USA es un país donde los precedentes judiciales son mas importantes que en ningún otro lugar.
Todo apunta a que vendrá más polarización y venganza política. Por ahora, sigue desaparecido el centro político, con el control de los demócratas por su sector más izquierdista y por una variedad de progresismo woke, con mucho apoyo mediático. El proceso paralelo son los sectores detrás de Trump, donde el efecto más duradero sigue siendo el control del partido republicano por el trumpismo, no solo por el candidato, sino que el triunfo de sus partidarios contra los rivales, ha dejado una nueva generación de dirigentes diferentes a los tradicionales, incluyendo latinos, afroamericanos, mujeres, y cuya expresión está siendo Vivek Ramaswamy, de descendencia hindú.
Mi opinión es que el 2020 no hubo fraude masivo, ya que, de partida, el sistema no lo permite al ser totalmente descentralizado, lo que si hubo, al igual que en otras elecciones fueron muchas irregularidades pequeñas desde el momento que a veces el conteo de votos se detiene al llegar la noche, que existe cosecha de votos (alguien recoge muchos votos y los lleva como favor al lugar de votación), bajo la pandemia se distribuyeron votos por correo a quienes no los habían solicitado, y existen recintos donde no se solicita identificación a quienes acuden a votar. Seguramente, cuando las acusaciones a Trump lleguen tarde o temprano a la Corte Suprema (que no quiso oír los reclamos el 2020), al no existir posibilidad de un acuerdo político, va a ser la oportunidad para que se determinen por vez primera, requisitos comunes para votar en todos los recintos a través del país.
Quizás, será el momento para mejorar un sistema que presenta problemas para muchos especialistas (recuerdo cuando me tocó conocer como presidente de uno de los comités especializados y dar mi opinión, en una iniciativa al respecto de la International Political Science Association el año 2006), pero por, sobre todo, hay una cantidad importante de ciudadanos que no confía en él en USA, a pesar de que NO existe evidencia alguna que los resultados entregados NO sean los correctos. Es en comparación con mejores prácticas, y, de hecho, aunque no lo parezca, México tiene hoy un sistema más confiable y rápido; Chile, aún más.
Los políticos de Estados Unidos cometieron un error imperdonable con su democracia, al no dar vuelta la página, y prefirieron seguir a sus bases más extremas, y en vez de olvidarse de Trump y Biden, hicieron exactamente lo contrario, al transformarlos de nuevo en los portaestandartes de republicanos y demócratas.
Por ahora, solo están logrando más polarización y deterioro de su democracia, que sigue en franca latino americanización.