GRUPO B | AJAX 3 - MARSELLA 3 / Festival de goles en Ámsterdam

Ajax y Olympique de Marsella protagonizan un partido épico que acabó con empate a tres, pero que pudo terminar en un resultado más abultado.

Andrés Onrubia
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Ajax y Olympique de Marsella protagonizaron un partido memorable, de esos que quedan en la retina del espectador, de esos que no se olvidan por el caudal de goles que ambos equipos brindaron en el Amsterdam Arena. El empate a tres hace justicia a lo acontecido este jueves, en un vendaval de ocasiones, un sinfín de emociones y un posiblemente beneficiado, el OM, que llegaba al encuentro con una herida interna incurable después de la dimisión de Marcelino y la salida temporal de su presidente, Pablo Longoria. El grupo de la muerte, que conforman Brighton y AEK de Atenas, no pudo tener mejor entrante para abrir el apetito.

El fútbol es un deporte inexplicable en lo racional, pero sí que se puede comprender por lo pasional. Cuando algo no funciona, una serie de combinaciones anímicas, casi siempre incomprensibles, suelen imponerse a cualquier plan táctico de partido. Lo que sucedió en los primeros 45 minutos en Ámsterdam se aleja de cualquier relato normal dentro de la situación que vivía el Olympique de Marsella, abocado a una crisis sin precedentes, con su entrenador dimitiendo (Marcelino) y con la dirección deportiva, encabezada por el ovetense Pablo Longoria, sin viajar al partido.

El Ajax, de hecho, agudizó pronto, muy pronto, la crisis del conjunto marsellés. En el minuto 8, Forbs aprovechó un error infantil de Mbemba y batió con facilidad a Pau López. El guion entraba dentro de los parámetros vaticinados, con un equipo letárgico, adormecido, el Marsella, y con otro, el Ajax, oliendo la sangre como un depredador. Diez minutos después, en otro error defensivo flagrante de los de Abardonado, interino hasta que se resuelvan las grietas internas, Berghuis hacía el segundo.

Hasta ahí todo normal. Lo de después, no tanto. Como si una inyección de adrenalina hubiera invadido al Marsella, el equipo francés se redimió de una forma totalmente inesperada. Necesitó dos minutos después del 2-0 para recortar distancias, obra de Jonathan Clauss, un lateral que, si tiene el día, es un puñal en la banda derecha.

El segundo no tardó en llegar, precedido por una exhibición de Amine Harit, jugador que no contaba mucho para Marcelino, pero que se reivindicó en Ámsterdam. El marroquí, lesionado de gravedad la temporada pasada en la rodilla, asistió a Aubameyang en una carrera larga de las clásicas del exjugador del Barcelona. El gabonés, con un remate ajustado al poste, ponía las tablas en el marcador. El partido se convirtió en una ruleta rusa, sin centro del campo y en el que la bala no terminaba de encontrarse. Ounahi pudo hacer el 2-3 justo antes del descanso, pero su disparo, muy centrado, lo repelió Gorter.

El primer tiempo no decepcionó, el segundo tampoco. Aunque el frenesí de goles se contuvo, la tónica volvió a ser idéntica, con dos equipos ultraofensivos, sin mecanismos defensivos y que sufrían en cada llegada rival. El Ajax volvió a adelantarse gracias a un remate de Taylor, que entró en el área como Pedro por su casa y no encontró oposición para hacer el 3-2. El Marsella, es verdad que con menos ritmo, acumuló un sinfín de llegadas, pero le faltó eficacia en los metros finales.

El equipo dirigido por Abardonado, no obstante, no le perdió la fe al partido, inmerso en un cúmulo de nervios y de errores que hacían imposible predecir un resultado. Fue gracias a Aubameyang, que había errado dos oportunidades flagrantes, el que puso las tablas en el marcador, en un disparo cruzado que no tuvo oposición. El partido se lo pudo llevar cualquiera, pero acabó en empate. El Marsella lo intentó hasta el final, amainó una crisis sin precedentes y llega al Parque de los Príncipes sin saber qué le deparará el destino.


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