GIRONA-REAL MADRID / El líder es Bellingham
El inglés, con un gol y una asistencia, otra vez decisivo en un Madrid que vuelve la primera plaza. El Girona perdonó demasiado. Primer gran partido de Tchouameni. Brutal entrada de Nacho a Portu.
Hay veces que las plantillas van por un lado y el gusto de los entrenadores por otro. Algo de eso se advierte en este Madrid que en Girona se vio con dos laterales izquierdos en el banquillo propio (uno de ellos recién llegado) y otro empujando desde el bando rival (Miguel Gutiérrez) para que Ancelotti acabara poniendo a Camavinga, uno de sus siete centrocampistas (no se sabe si nada en la abundancia o se ahoga en ella), que no es precisamente feliz ahí. Probablemente habrá advertido en Fran García alguna irresponsabilidad defensiva y en Mendy una falta de puesta a punto y de sutileza de pies. Todo apunta a que resultará frecuente ver en esa plaza a Camavinga, que estuvo realmente bien, en partidos grandes, y este lo había convertido en eso el mejor Girona de la historia.
Volvió a quedarse en el banquillo Modric, centro de ese debate que sacude al madridismo, en el que un día se discute si es pronto para el futuro o otro si es tarde para el pasado. Y se quedó en el rincón de pensar Rodrygo por su falta de tino. Michel, de los valientes de esta Liga, replicó cerrando una rendija en el centro del campo al meter ahí a David López, 80% central, 20% pivote.
Los errores de Blind
Uno de los secretos de este Girona es su caminar desacomplejado por la Liga. En apuestas a un año gana el grande, en apuestas a un día gana cualquiera. Así que se fue a por el Madrid con si fuera de su condición: presión alta, hostigamiento a Camavinga, anchura de campo y de miras y obsesión por acabar en remate todas las jugadas. Un equipo con jugadores de muchos géneros y una ambición de líder. Antes de los primeros cinco minutos, Yangel Herrera había mandado fuera un cabezazo llamado a ir dentro y Tsygankov estrellaba otro en el palo. El Madrid era el del derbi: tardón en la puesta en escena y don Tancredo en la defensa de los centros laterales.
El Girona ponía el fútbol, pero el Madrid tiene a los futbolistas. Uno de ellos, Bellingham, va por delante del resto. En la primera combinación larga del equipo metió un pase cruzado de exterior que superó a Blind y remató Joselu. El tiro era mejorable en colocación y aún más mejorable la reacción de Gazzaniga, que no fue capaz de sacarlo. No hubo que esperar ni a la cuenta de protección para el segundo golpe del Madrid, este menos elaborado. Un córner botado por Kroos y un cabezazo sin un defensa en dos metros a la redonda de Tchouameni. Un gol que puede ayudarle a dar el estirón. Blind, que le perdió de vista, también quedó bajo sospecha en este tanto. Y pudo salir retratado en un tercero, cuando Bellingham saltó como una liebre a un balón largo, le dejó atrás, se plantó ante el meta argentino y no pudo superarle en el mano a mano.
Un inglés anda suelto
Gol a gol, el Madrid fue domando al Girona, durmiéndole en un rondo, quitándole la esperanza desde la posesión, para demostrar que el fútbol es aún más cambiante que el clima, incluso que este, en el que se precisan pausas de hidratación al borde de octubre. El equipo de Ancelotti había afinado en su repliegue, con Belllingham como cuarto centrocampista (para lo que vino) por la izquierda cuando la pelota era del Girona y libre de ataduras cuando pasaba al Madrid. Al descanso se llegó con la leve queja catalana por una mano en el área de Joselu, precedida de rebote, un lio entre Rüdiger y Yangel Herrera, ambos pasados de rosca, y un gran parada de Gazzaniga a zapatazo de Kroos.
Al Madrid también se le paró el reloj en la segunda parte. Yangel Herrera remató dos córners libre de vigilancia: el primero lo sacó por reflejos Kepa, el segundo lo picó en exceso. A partir de ahí el Girona se quedó la pelota ante un Madrid esperando a la contra la última estocada. Michel lo cambió todo. Quitó a su pivote, cambió a Savinho de banda, metió a Portu como segundo punta, adelantó a Aleix García. Nada le libró de Bellingham, un goleador de instinto. Está donde le necesita la jugada. Su séptimo tanto en ocho jornadas le llovió de una cesión de Joselu, otro muy por encima de las previsiones más optimistas. Aplicó un remate mordido muy similar al que también le dio un gol en San Mamés. Ese golpeo heterodoxo es veneno para los porteros porque el balón tiende burlonamente a alejarse de sus guantes.
Fue su última contribución a la causa. Ese gol fue el pitido inicial del partido de Nápoles y allí le convendrá al Madrid llegar en hora. Una brutal entrada de Nacho a Portu, que le costó una roja justísima (el lateral del Girona se fue en camilla), estropeó el final feliz del Madrid.