EUROCOPA | ARMENIA 0 - CROACIA 1 / Modric apaga un incendio
Croacia pone pie y medio en la Eurocopa tras ganar un partido envenenado: una derrota les habría puesto en jaque. Sobresaliente Modric, que jugó 90′. Marcó Kramaric.
Si se hace camino al andar, hasta hoy Croacia avanzaba por una caminata de fuego. Aparentemente controlada, pero inevitablemente tensa. Ese empate contra Gales en la primera jornada (1-1), sumado a una Armenia extraordinaria (ganó en Cardiff y pescó en Turquía), había puesto el grupo al rojo vivo. Tanto, que una derrota esta noche les habría puesto líderes y con tres puntos de ventaja sobre Croacia. Era el día de dar un golpe sobre la mesa. De tumbar a Goliat y hacer historia. Toda una final en Ereván, que reclutó a casi 15.000 almas para incendiar el Estadio Republicano Vazgen Sargsya. Recibimiento con bengalas, himno atronador y ambiente a la altura. Pero en esa tempestad... Modric fue calma.
Con 38 años recién cumplidos (el pasado sábado), sigue siendo el metrónomo de Dalic. Un capitán que, en las noches de verdad, ni descansa ni descansará. Jugó los 90 minutos y lideró a una selección infinitamente superior a Armenia; no siempre el corazón puede con la cabeza. Y con los bloques claramente definidos, el de la mesura protagonizó 26 disparos, tuvo tramos de casi el 70% de posesión e hizo a la inteligencia artificial pronosticar tres goles a favor. Ahí estuvo el único pero de un partido sobresaliente: Croacia perdonó tanto, que por momentos invocó al dicho. Pero no llegó la sangre al río. Ganó un partido en el que avasalló. En el que mereció y demostró que sigue teniendo pulmones para coronar ochomiles. Fútbol de rival a evitar.
Pistolero Kramaric
El gol llegó al cuarto de hora y con suspense. Modric puso un córner desde la izquierda, inyectando el veneno suficiente para que el balón, tras rozar la zurda de Gvardiol, rebotase en Mkrtchyan y se transformase en una asistencia de oro para Kramaric, que solo en el área pequeña empujó con sutileza. Un toquecito leve para desatar el silencio. Predecesor del caos: banderín arriba y fuera de juego. Un reto al VAR, que tragó saliva ante la tesitura de analizar si el rebote del central habilitaba o no (al fin y al cabo, Kramaric recibió de un armenio), pero halló un milagro: directamente no era fuera de juego, se habilitaba por un defensa descolgado en la otra banda. Modric, dialogante con Turpin durante toda la revisión, apretó los puños y celebró con rabia. Espejo de lo que era el partido: una final.
A partir de ahí, Armenia asumió que dominar con el balón era una utopía y activó el Plan B: cazar alguna contra. Tuvo varias, pero cada vez que llegaba al balcón del área, un inconmensurable Brozovic cortaba por lo sano. Resumen sencillo: los locales sólo hicieron dos disparos a puerta en todo el partido. Llegaron vivos hasta el descuento, pero murieron con el pitido final. Ganó Croacia, con un sobresaliente Modric que, ahora, volverá a esos Juegos del Hambre en los que se ha convertido el centro del campo del Madrid. Él, de hambre, sabe mucho. Le apetece una quinta Eurocopa. Y hoy la ha dejado encarrilada, apagando el incendio que habría supuesto perder. La caminata de fuego... ya parecen más unas Baldosas Amarillas.