Estudiantes y San Lorenzo, en cero: la lucha se impuso al juego y marcó el presente de ambos
Compusieron un encuentro friccionado y de escaso vuelo técnico y futbolístico; el resultado hunde al Pincha en el Grupo B y el Ciclón sigue invicto
El Pincha todavía no sumó triunfos en el recorrido de la Copa de la Liga y se hunde en el último puesto del Grupo B, mientras que el Ciclón se ofrece invicto, aunque apenas cosechó un triunfo y cuatro empates seguidos en la aventura. En un certamen que tiene características de sprint, el arranque invita a imaginar que necesitarán una rápida reacción para atrapar una de las cuatro plazas para definir el torneo; bajo ese panorama, los azulgranas están a tiro de esa posibilidad, más por la irregularidad del resto que no logra despegar, que por la voracidad propia.
En el intento de ser prolijo para iniciar las acciones, Estudiantes se llenó de imprecisiones y ahí estuvo San Lorenzo para buscar un rédito. Alerta, desde el paraguayo Adam Bareiro –el delantero y artillero que además es el primer defensor- a los extremos y volantes, el Ciclón se agazapó para capitalizar las equivocaciones del rival. Esa intensidad no la logró traducir en riesgo y en el fondo tampoco ofreció la robustez del torneo pasado, en la que anotarle era casi una proeza.
Las bajas en la defensa le quitaron la seguridad y los reemplazantes no se afirman: la experiencia de Calos la Roca Sánchez no es sinónimo de garantías, aunque el colombiano se haya desempeñado en la función. Expulsado Rafael Pérez en el clásico con Racing, la lesión de Gastón Campi y sin el uruguayo Emiliano Formiliano apto para la exigencia, Insua tuvo que improvisar en un puesto que en la estructura que diseña el entrenador es esencial: voz de mando, velocidad para realizar las coberturas y seguridad, requisitos indispensables que Sánchez no siempre cumple.
El empate entre Estudiantes y San Lorenzo en La Plata
Los nombres de Estudiantes son prácticamente los mismos que ilusionaron en la Copa Sudamericana, aunque la eliminación resultó una herida que no cicatriza. Aquella injusta caída frente a Corinthians por penales golpeó con fiereza y las ejecuciones resaltan que está en un proceso de reanimación. Los argumentos son los de siempre: Benjamín Rollheiser como eje desequilibrante; Mauro Méndez en la función de artillero que se ganó ante un histórico como Mauro Boselli y sobre Guido Carrillo -un producto de las inferiores que retornó al club y se repone de una lesión-; el tándem Santiago Ascacibar-Jorge Corcho Rodríguez para equilibrar; las trepadas de sus laterales Eros Mancuso y Gastón Benedetti; la magia del Principito José Sosa, capaz de sacar un conejo de la galera o enredarse en sus últimas intervenciones… Pero la ejecución no es la de antes.
Estructurados y sin el brillo de los que podían alumbrar de modo individual en ofensiva, el campo de juego húmedo no ayudó para que los protagonistas descubrieran exactitud en las habilitaciones. Una interpretación equivocada de Gastón Hernández, que imaginó una acción a favor cuando era en contra, provocó que el defensor apareciera en posición ofensiva y después de presionar y quitar la pelota generó una situación de riesgo, en un contexto con más lucha que luces.
Las sucesivas protestas, los manotazos, las acciones engañosas, la fricción, los antecedentes recientes…, todo fue un combo que ennegrecía el juego y aislaba a los dos referentes ofensivos: Méndez y Bareiro se destacaban por el desgaste para cumplir el rol defensivo asignado y jugar en desventaja, pero no tuvieron un circuito de ataque en el que participar.
La paciencia para desequilibrar el estilo que utiliza San Lorenzo, una virtud que el entrenador Domínguez rescató que debía tener su formación. Un concepto que Estudiantes no siempre plasmó y al enredarse favorecía las pretensiones del Ciclón. Los azulgranas, en particular en el ciclo Insua, se caracterizan por los triunfos cerrados, con escaso margen en el resultado: 30 fueron por apenas un gol. ¿Otro dato? En los últimos cinco cotejos siempre logró ponerse en ventaja, aunque finalmente sólo ganó uno, ante Lanús, en el estreno de la Copa de la Liga. Sin presencia en ataque, en el segundo tiempo con los ingresos de Iván Leguizamón y el uruguayo Gastón Ramírez con poco inquietó y con los relevos como actores: el paraguayo habilitó al charrúa, que no llegó a empujar la pelota.
Sin ideas y enredado Estudiantes, sin apartarse del libreto San Lorenzo –jugando en inferioridad numérica o no ese es su manual-, las disputas tomaron por pasajes una intensidad desmedida y en esa trampa cayó Fernando Zuqui, que se ganó dos tarjetas amarillas en apenas 20 minutos. El empuje desmedido los acercó al error y combinar pases se impuso como una quimera. De un fallo de Augusto Batalla -tuvo un duelo singular con el público- a punto estuvo el Pincha de festejar, pero Gonzalo Luján despejó sobre la línea. La impericia para desequilibrar y el cero expresa la mediocridad que los envolvió y al nudo que jamás lograron desatar.