En Moscú, la guerra es ruido de fondo, pero omnipresente

Los moscovitas están viviendo dos realidades: la guerra se ha convertido en ruido de fondo y ha causado pocos trastornos importantes, pero sigue omnipresente en su vida cotidiana

Hay algunos moscovitas adinerados que pueden comprar automóviles occidentales de lujo, pero ahora no hay suficientes disponibles. Y aunque este mes las elecciones locales para la alcaldía se llevaron a cabo normalmente, muchos de los residentes de la ciudad decidieron no votar, ya que parecía que el resultado estaba predeterminado (una victoria aplastante para el alcalde de turno).

Espectadores observan una actuación en la Escuela de Equitación del Kremlin en Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
Espectadores observan una actuación en la Escuela de Equitación del Kremlin en Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

Casi diecinueve meses después de que Rusia invadió Ucrania, los moscovitas están viviendo dos realidades: la guerra se ha convertido en ruido de fondo y ha causado pocos trastornos importantes, pero sigue omnipresente en su vida cotidiana.

La Escuela de Equitación del Kremlin actúa en Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
La Escuela de Equitación del Kremlin actúa en Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

No hay mucha preocupación entre los residentes con respecto a los ataques de drones que han afectado a Moscú este verano, y no hay sirenas de alarma que adviertan sobre un posible ataque. Cuando se retrasan los vuelos debido a alguna amenaza de drones en la zona, la explicación casi siempre es la misma que la que está pegada en los letreros de las boutiques de lujo de diseñadores occidentales que están cerradas: “Problemas técnicos”.

Un grupo de soldados en el centro de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
Un grupo de soldados en el centro de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

Nosotros seguimos trabajando, viviendo y criando a nuestros hijos”, comentó Anna, de 41 años, mientras caminaba por la acera que conmemora la muerte del líder mercenario de Wagner, Yevgueni Prigozhin. Anna mencionó que trabajaba en un ministerio del gobierno y, al igual que los demás entrevistados, no dio su apellido por temor a alguna represalia.

Pero a algunas personas les afectan más las repercusiones de la guerra.

Nina, una mujer jubilada de 79 años que estaba comprando en un supermercado Auchan situado en la zona noroeste de Moscú, comentó que definitivamente había dejado de comprar carne roja y que casi nunca podía darse el lujo de comprar un pescado entero.

Varios peatones pasan junto a un autobús militar de reclutamiento en el centro de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
Varios peatones pasan junto a un autobús militar de reclutamiento en el centro de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

“Justo ahora, en septiembre, los precios subieron muchísimo”, afirmó.

Nina comentó que las sanciones y los proyectos de construcción por todas partes fueron algunas razones detrás de los precios elevados, pero que la principal razón es que “se gasta mucho en la guerra”.

“¿Por qué iniciaron todo esto?”, añadió Nina. “Es una enorme carga para el país, para el pueblo, para todo. Y hay gente que desaparece… sobre todo los hombres”.

La gente espera sus vuelos, retrasados por los ataques de drones que restringieron el espacio aéreo, en el aeropuerto de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
La gente espera sus vuelos, retrasados por los ataques de drones que restringieron el espacio aéreo, en el aeropuerto de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

En un sondeo reciente del independiente Centro Levada, cuando se les preguntó cuáles eran los principales problemas que enfrentaba Rusia, más de la mitad de los encuestados mencionaron el aumento de precios. La guerra, que en Rusia se conoce como la “operación militar especial”, se mencionó en segundo lugar, con el 29 por ciento, empatada con “la corrupción y el soborno”.

“En principio, todo se está encareciendo”, señaló Aleksandr, de 64 años, quien mencionó que trabajaba como director ejecutivo en una empresa. Sus hábitos de consumo en el supermercado no han cambiado, pero afirmó que no había podido cambiar su automóvil de marca de lujo occidental por un modelo nuevo.

“Para empezar, no hay automóviles”, explicó, y comentó que la mayor parte de los concesionarios de automóviles occidentales habían salido de Rusia y que las marcas chinas los estaban remplazando.

Viajeros en la estación de metro de Moscú, que recientemente ha dejado de repetir los anuncios en inglés (Nanna Heitmann/The New York Times)
Viajeros en la estación de metro de Moscú, que recientemente ha dejado de repetir los anuncios en inglés (Nanna Heitmann/The New York Times)

La guerra se ha hecho patente fuera de los supermercados y los concesionarios de automóviles. Tal vez Moscú sea una de las pocas ciudades de Europa en las que no se han agotado los boletos para funciones de “Barbie”. Warner Bros, que produjo la película, se fue de Rusia poco después de que el presidente Vladimir Putin invadiera Ucrania, y solo se proyectaron copias piratas de “Barbie” en algunas pantallas clandestinas.

Las elecciones para la alcaldía también pusieron de relieve el cambio radical en la política rusa. Hace una década, el político de oposición Alexéi Navalni, se presentó como candidato para contender contra Serguéi Sobianin, de 65 años. Ahora Navalni está en la cárcel y no hubo una competencia verdadera para Sobianin, quien ganó un tercer periodo con un 76 por ciento de los votos, un resultado sin precedentes.

Otros partidos, entre ellos el Partido Comunista, presentaron un candidato contra Sobianin, pero estos se consideran partidos de “oposición sistémica”, o grupos del Parlamento que en teoría son de oposición pero que alinean sus políticas con las del Kremlin en la mayor parte de los temas.

Monumento improvisado tras la muerte de Yevgeny Prigozhin, fundador del grupo mercenario Wagner, cerca de la Plaza Roja de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
Monumento improvisado tras la muerte de Yevgeny Prigozhin, fundador del grupo mercenario Wagner, cerca de la Plaza Roja de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

Antes de la guerra, yo todavía votaba”, comentó Vyacheslav Bakhmin, presidente del Grupo Helsinki de Moscú, el grupo de derechos humanos más antiguo de Rusia. “Ahora no quiero votar porque, bueno, parece que el resultado es evidente, ¿no?”.

Mientras Putin preside una guerra a la que no se le ve fin, las autoridades han trabajado para limitar las manifestaciones públicas de disidencia y hacer parecer que las cosas son lo más normales posible. Alexéi Venediktov, quien encabezaba la estación de radio liberal Eco de Moscú antes de que el Kremlin la cerrara el año pasado, explicó que el gobierno había creado una ausencia de espacios políticos en la guerra.

Esta guerra está principalmente en la televisión o en los canales de Telegram, pero no en las calles. Ni siquiera se habla de ella en las cafeterías y los restaurantes porque es peligroso, porque las leyes que se adoptaron son represivas”, mencionó Venediktov. Señaló casos en los que personas que manifestaron sus opiniones en contra de la guerra fueron denunciadas —o en algunos casos reportadas a la policía— por personas que estaban sentadas cerca de ellas en el metro o en algún restaurante.

Un espacio público en el distrito comercial de la ciudad de Moscú, donde se produjeron varios ataques con drones durante este verano (Nanna Heitmann/The New York Times)
Un espacio público en el distrito comercial de la ciudad de Moscú, donde se produjeron varios ataques con drones durante este verano (Nanna Heitmann/The New York Times)

“Las personas prefieren decirse unas a otras: ‘Mejor no hablemos de eso aquí’. Y por eso no lo vemos en el estado de ánimo”, comentó Venediktoi.

En el Centro Internacional de Negocios de Moscú, una zona de rascacielos que es la respuesta de la capital rusa al Distrito Financiero de Nueva York, muchas personas ignoraron con indiferencia una serie de ataques de drones que dañaron algunos de sus edificios, pero que no cobraron víctimas.

Olga, una mujer que dijo que trabajaba cerca de ahí, solo asintió cuando un compañero le restó importancia al posible riesgo.

Exposición de una empresa china en una feria de posventa del automóvil en Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
Exposición de una empresa china en una feria de posventa del automóvil en Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

Posteriormente, Olga envío un mensaje por la aplicación de mensajería Telegram a un periodista de The New York Times: “No podía decir nada porque en el trabajo no se habla de una postura como la mía. Yo estoy en contra de la guerra y detesto nuestro sistema político”, escribió.

Según ella, cuando hay algún ataque de drones dentro de Rusia, “siempre tengo la esperanza de que tal vez alguien piense en lo que implica vivir bajo bombardeos y le pese la pérdida de nuestra vida normal antes de la guerra”. Olga mencionó que, si las explosiones no cobran víctimas, entonces: “Yo no lamento en absoluto el daño que hagan a los edificios”.

Venediktov mencionó que, aunque fuera difícil ver cambios en la superficie de Moscú y fuera cada vez más difícil comentarlos, la gente realmente se estaba transformando por dentro.

Un cartel de reclutamiento del ejército ruso en el centro de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)
Un cartel de reclutamiento del ejército ruso en el centro de Moscú (Nanna Heitmann/The New York Times)

“El pueblo está comenzando a retomar las prácticas soviéticas en que las conversaciones públicas pueden suscitar problemas en el trabajo”, comentó. “Es como el envenenamiento: un proceso muy lento”.


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