CLASIF. EURO 2024 | GEORGIA - ESPAÑA / Diluvio de goles en Tiflis

España recupera la calma con un gran juego y hat-trick de Morata. Lamine Yamal, el más joven en debutar en la historia de La Roja.

Héctor Martínez
As
La Selección tuvo que irse a cinco mil kilómetros de España para encontrar la calma, para aliviar con goles y un fútbol de quilates la torpeza de su seleccionador y algún internacional a la hora de afrontar el bochornoso Caso Rubiales. El 1-7 en Tiflis deja claro que el título de la Nations League no fue casualidad y que La Roja disfruta de suficiente talento como para aspirar a las grandes citas. No perdamos la calma, eso sí, no pidamos ahora esa copa del mundo que descansa en el bolsillo de Messi, pero lo cierto es que en Georgia se vio la mejor versión que se recuerda de ese equipo con estrella en el pecho.

Fue una labor coral que se impuso desde el primer compás. Mamardashvili, por ejemplo, necesitó solo un minuto para demostrar que es de lo mejor que tiene el Valencia de un tiempo a esta parte. En ese primer minuto de partido, Morata erró en su remate de primera, pero el balón cayó a la pierna izquierda de Asensio. ¿Sinónimo de peligro? Eso siempre, pero en esta ocasión su disparo raso junto al palo encontró la pierna, no accidental sino adrede, de Mamardashvili.

Pero quien disfrutó de la mejor ocasión en ese arranque de partido fue Olmo, que tras una combinación entre Asensio y Gavi recibió el balón, se lo acomodó a la derecha, pero remató demasiado alto. El delantero del Leipzig había sido protagonista precisamente en ese mismo escenario hace dos años, cuando nos regaló la victoria por 1-2 en el minuto 92. Y de Kvaratskhelia, ¿qué? Pues por entonces, mediada la primera parte, ni rastro. Unas veces era frenado por Asensio (con falta, sí) al inicio de su cabalgada, otras lo era por Carvajal cuando sus compañeros le buscaban con un balón en largo. Del que sí sabíamos con qué pie se ha había levantado era Rodrigo, que crece convocatoria a convocatoria y que a este paso es capaz, el muy irrespetuoso, de hacernos olvidar algún día a Busquets. Y eso nunca, Rodri.

Ese saber estar del centrocampista del City favorecía los movimientos entre líneas de Olmo o Gavi ante la defensa de cuatro que había ordenado Willy Sagnol, con Kashia y Kvirkvelia como eje central. Y en una de esas acciones en las que Asensio se dejó caer hacia la banda derecha llegó el 0-1. Un tanto de guante y martillo, con el centro medido de la zurda de Asensio y el remate incontestable de Morata, de arriba abajo, como mandan los cánones desde que el fútbol es fútbol, incluso del fútbol con VAR. Sucedió que cuando Georgia aún no se había recuperado de ese primer zarpazo, recibió el segundo, con el añadido de llegar en propia puerta tras un centro de Fabián que Kvirkvelia desvió al fondo de la red. Apenas habían pasado seis minutos, del 22′ al 28′, entre uno y otro gol, una factura demasiado alta para que los georgianos recuperaran el rumbo.

Fabián y Morata, un gol de lujo

No lo hicieron porque La Roja siguió con la suya, moviendo el balón con la claridad y el acierto de causar daño en cada ataque. Tanto que incluso asistimos a una misma jugada en la que Fabián, Asensio y Olmo remataron consecutivamente ante la desesperación de Mamardashvili. Así que el tercero estaba escrito antes incluso de que Olmo lo llevara al marcador con un derechazo en el 37. Y también el cuarto (38′), que llevó el lacito de las grandes obras como la que brindaron Morata y Fabián con un tuya-mía que finalizó con el tanto del rojiblanco que dejó a Sagnol con cara de querer irse derechito al hotel.

Se acercaba el descanso, los quince minutos para tomar aire, en el caso de los españoles, y para ingeniar una suerte de dique con el que evitar males mayores, en el caso de los georgianos. El único revés a esas alturas eran las lesiones de Asensio y Olmo, que obligaron a sus sustituciones de una tacada en el 42′. Nico Williams entró por el del PSG y Lamine Yamal, que lo hizo por el del Leipzig, se convirtió de ese modo en el jugador más joven en debutar en la historia de La Roja a sus 16 años y 57 días.

De ahí al final solo había un propósito, el de evitar más lesiones y tratar de que España siguiera con el dominio del balón para frustrar la reacción, alimentada por el amor propio, de los locales. Hubo un atisbo de revuelta, con el gol de Chakvetadze en el minuto 3, un punterazo que se le escapó de las manos a Unai Simón, quizá influido por lo mojado del césped ante el diluvio que caía sobre Tiflis. Pero poco más. La lluvia fue protagonista de ahí hasta el final en competencia con Morata, que firmó un hat-trick al marcar tras un pase made in Merino, y Nico Williams, que no dejó escapar la oportunidad y firmó el 1-6 tras demostrar a los aficionados georgianos la cilindrada de su moto. La victoria se redondeó con el gol de Lamine, que vive deprisa, muy deprisa, a lo Alejandro Sanz. Era una tarde para disfrutar, incluso de la lluvia. Una victoria con la que enderezar ese viaje hacia la Eurocopa 2024 que había nacido torcido.


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