BARCELONA 3-CELTA 2 / Milagro en la montaña mágica

El Barça levanta el partido en ocho minutos a lomos de Lewandowski y con gol decisivo de Cancelo. El Celta, que jugó un gran partido, se hundió al final.

Juan Jiménez
As
Tal vez le llamen la montaña mágica por esto. El Barça, que pensó que echaría de menos a rabiar el Camp Nou este año de exilio, ha encontrado en el Lluís Companys un estadio en el que también puede conseguir cosas increíbles. Después de hacerle dos manitas a Betis y Amberes, este sábado se inventó una remontada imposible. Cuando el 0-2 de Douvikas (76′) parecía bajar el chiringuito de la jornada para los de Xavi y pinchar el globo de días precedentes, Robert Lewandowski, 35 años, se echó a lomos al equipo y fue el jugador referencia que se le ha pedido estos meses.

Cuando nadie creía, él lo hizo. Firmó el 1-2 en el minuto 80 y salió a presionar como si fuese un lobo a los centrales del Celta, empujado por más de 43.000 gargantas. No paró hasta que empató el partido cuatro minutos después de un centro impecable de João Cancelo, que cuatro minutos después apareció como un ángel en el área del Celta para firmar el 3-2 y desatar la locura. El Barça creyó y el Barça ganó, así que dormirá líder a la espera del derbi madrileño. El desenlace, glorioso en un partido loco y no demasiado bien jugado por un Barça espeso en la primera parte y caótico pero con fe en la segunda, no premió el planteamiento excelente del Celta. Benítez dio con la medicina para frenar al Barça. También para dañarle. Pero, increíblemente, se quedó sin aire al final.

Recordando tal vez sus tiempos en el Liverpool, cuando hizo hincar la rodilla al Barça en la temporada 2006-07 con una exhibición defensiva y los goles de Bellamy y Riise, Benítez plantó brillantemente al Celta en el campo. Consciente de sus limitaciones, metió un 5-3-2 incomodísimo para el Barça, ya que las líneas se juntaron con maestría. El Barça comprobó rápido que el partido podía convertirse en un tormento. Tal vez confiado por la buena ola de los partidos anteriores, Xavi hizo rotaciones sin reparar en las características del rival y apostó por Oriol Romeu, con problemas para pensar y ejecutar rápido en el mediocentro; y Ferran, mejor al espacio que en el desequilibrio.

Al Celta, además, el partido se le puso de dulce en el minuto 17, cuando Koundé llegó tarde a un corte y Christensen se quedó enganchado en defensa. Larsen no perdonó a Ter Stegen y firmó el primer gol de un visitante en Montjuïc. El 0-1 cogió en frío a todo el mundo. Primero, a la afición, que había subido en peregrinación contagiada por las buenas noticias que había ido leyendo en tardes anteriores. Y luego, al mismo Barça, que no encontró juego por las banda con Cancelo ni las asociaciones De Jong-Gündogan-João-Lewandowski que habían impresionado contra el Amberes. Sólo João se acercó al gol en el minuto 22 después de una genialidad de Gündogan, pero mandó el balón a las nubes con la izquierda.

El que pudo cerrar el partido fue el Celta, que castigó el perfil izquierdo de la defensa del Barça con Bamba. En el minuto 40, los azulgrana se salvaron en una triple ocasión del Celta. Larsen remató un centro de Mingueza, paró Ter Stegen; Oriol Romeu salvó providencial la llegada de Bamba y Luca de la Torre mandó arriba un balón que podría haber significado la sentencia.

Se fue el Barça al descanso preocupado. No había dado una desde que el Celta le había ganado el sorteo inicial y había elegido cambiar de campo. Como si se hubiese sentido trastocado, tiró la primera parte en la que no hizo por que pasase nada. Por el camino, además, perdió a Frenkie de Jong, que se marchó lesionado.

Xavi estaba obligado a reaccionar y tomó decisiones gruesas. Metió a Lamine Yamal y a Araújo, que reaparecía después de un mes. Pero, sobre todo, movió el sistema. Cerró con tres centrales (Koundé, Araújo y Christensen); y se la jugó con un doble pivote improvisado (Cancelo, Gavi); un carrilero largo (Ferran), Lamine pegado a la banda derecha; y Gündogan y João como lanzadores de Lewandowski. El sistema tenía sus riesgos, especialmente si Cancelo cruzaba balones locos al medio. Bamba se quedó uno y Gavi no le hizo penalti de milagro.

Reinó el desorden durante unos minutos en el Barça, que concedió numerosas transiciones y pareció tomar el camino del fútbol a la heroica, con un tiro lejanísimo de Araújo cuando todavía quedaba más de media hora. Ferran ganó metros con la salida de Balde y agitó el partido con dos ocasiones claras. Pero el disparo que le entró contra el Cádiz le falló por centímetros. Cuando parecía que podía sufrir, el Celta se sacó de la manga un contragolpe de manual que Aspas manejó con la maestría que siempre ha ejercido en Barcelona. Douvikas firmó el 0-2 que parecía el final.

En estas cosas mágicas del fútbol, y cuando más en la lona parecía, apareció Lewandowski. No fueron los jóvenes, a los que se debería suponer con más hambre. Fue el veterano quien se agarró al escudo y demostró por qué es considerado uno de los más grandes de la última década. Fue el Lewandowski de los días gloriosos del Dormund y el Bayern. A lomos suyo cabalgó y remontó el Barça en la montaña mágica, donde este sábado se demostró que también puede hacer milagros.


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