ANÁLISIS / Los pecados de Bolivia en Belén

José Vladimir Nogales, JNN Digital

Bolivia vivió una pesadilla en Belén. Brasil se impuso, como en la anterior eliminatoria, por una cifra contundente 5-1 (fue 5-0 en 2020) con un doblete de Neymar y otro de Rodrygo, aprovechando la inoperancia del equipo de Costas, que no se pareció lo más mínimo al conjunto competitivo, aguerrido y difícil de superar que se esperaba con la llegada del técnico argentino. En frente tuvo un gran rival que, como en cada eliminatoria, se sitúa como uno de los grandes candidatos para hacerse con la clasificación y competir por el título en el Mundial, pero Bolivia cometió varios pecados, algunos demasiado groseros, para sustentar pretensiones competitivas en una eliminatoria generosa en el reparto de accesos.


Desde muy temprano, fueron visibles los defectos de Bolivia. Raphinha aparece solo en la orilla, desatendido por 
Fernández. La defensa destina muchos efectivos para controlar a un rival y los medio centro no
se escalonan, dejando mucho espacio a los lados y a sus espaldas


El primero de ellos fue la versión más especulativa con la que saltó al terreno de juego. El seleccionador no sorprendió tanto con su medroso esquema (5-4-1) como con la elección de sus intérpretes. La confección de la línea de volantes fue, cuando menos, un despropósito táctico, porque no disponía, por la zona central, de hombres con vocación de corte, con lectura del juego para tapar líneas de pase, escalonar, cerrar, interceptar y dar salida al balón. Bolivia no encontró en Villamil, mucho menos en Céspedes, al volante posicional que equilibrase al equipo. Toda la línea flotaba a la deriva, sin tomar posición, sin tener claro a quién marcar o dónde pararse. Ninguno de los volantes centrales reconoció su marca, mucho peor cuando los movimientos rotatorios de los brasileños o sus aglomeraciones (el relacionismo que pregona Diniz) les confundían las asignaciones. Por esa razón, la línea de volantes boliviana se veía permanentemente fracturada, informe, a distancia de los defensas (brecha en la que aparecían rivales libres) y con sus componentes dispersos. Fue llamativo que, con una postura tan rácana y con una defensa compuesta por cinco hombres, Bolivia exhibiese tan angustiosa vulnerabilidad, particularmente por el flanco izquierdo. Fernández fue asiduamente sometido por Raphinha, cuya marca era negligentemente desatendida (el lateral se corría sobre el centro sin mayor necesidad) y pobremente reforzada por un desubicado Marcelo Suárez, lento en la reacción y sin noción de dónde ubicarse para escalonar a su compañero (varias veces quedó por delante de la línea del lateral, a quien no pudo socorrer cuando era superado). Con la pobre exposición en Belén, ya no sólo se cuestiona la titularidad del controvertido zaguero de Always, sino su convocatoria, envuelta entre tenebrosas sombras de sospecha. De igual modo, la inserción de Jusino en las nóminas replantea cuestionamientos y engendra dudas. O no hay recambio –algo terrible- y es lo mejor que la competencia nacional puede ofrecer (lo que induce a aceptar padecimientos futuros) o es un fetiche del seleccionador y habrá que soportar sus deslices. La suma de todas las variables arrojó una composición defensiva torpe, preocupantemente insolvente. El brillante primer tiempo de Vizcarra evitó un escarnio insultante.


Secuencia del primer gol. Raphinha cede atrás y pica al espacio para buscar la descarga. Fernández 
lo pierde y Arrascaita queda a mitad de camino. Suárez no cubre la espalda del lateral y cuando
intenta reaccionar, ya está todo perdido.

Esta cara más timorata permitió a Brasil llegar a línea de fondo prácticamente sin dificultad, ya que el balón no le duraba nada a un equipo boliviano aculado en su área y donde el balón parecía cubierto de fuego por lo que quemaba en los pies de los jugadores. Un peligro tremendo teniendo en cuenta que el once de Brasil se nutría de jugadores veloces y con gran técnica para construir con el balón. El equipo amarillo robaba en campo rival y Danilo y Lodi no tenían que correr hacia atrás y vivían en el campo enemigo. El lateral derecho jugaba en esa demarcación después de hacerlo como defensa central en Juventus y en ningún momento se pudo medir la teórica debilidad defensiva que formaba en su costado. Fernández y Medina sufrían las acometidas de los extremos, totalmente desbordados con la presencia de un Neymar indetectable para la defensa. Las ayudas a los laterales no llegaban a tiempo. Principalmente el ex jugador de Bolívar, que jugaba en el lateral izquierdo, que no recibía el respaldo de Suárez y atraía a Arrascaita, que abandonaba su marca y entregaba campo de maniobra a Danilo o Marquinhos.

Raphinha vuelve a aparecer solo en la orilla y Fernández metido sobre el centro. La línea de volantes
exhibe sus fracturas. Bejarano vuelve al trote, Villamil va lejos sin garantías de cerrar el espacio
y Céspedez deambula por el centro, sin escalonar a su compañero. En la jugada, Neymar ingresará 
al área driblando a volantes y defensas.

Principalmente Fernández fue el más señalado después de padecer el desequilibrio de Raphinha por su carril, por donde llegarían los dos primeros goles, desnundando las flagrantes flaquezas de una defensa inerte. Su partido, como el de Suárez, que no proporcionó auxilios al lateral; fue muy decepcionante, pero se le exigieron cosas que no están en su ADN y no se le permitió ni siquiera intentar explotar las características por las que fue convocado. Un jugador técnico cuya función ante Brasil fue la de correr hacia atrás y medirse en duelos personales para los que, por lo menos todavía, no está preparado.


Secuencia del segundo gol. Bruno Guimaraes aparece solo, a espaldas de una línea de volantes
apiñada sobre el centro, sin tener claro qué hacer o a quién tomar. Suárez hace un intento fallido
de intercepción y Fernández, como toda la noche, deja libre a Raphinha que encara. Fernández
se perfila mal y Suárez nuevamente falla en el escalonamiento. Su cierre ante el tiro del
extremo será baldío.


Otro error de Bolivia vino por su incapacidad de reaccionar a la estampida brasileña. Tras atascarle de inicio la salida, cerrándole las líneas de pase con la presión de los volantes en bloque, cuando Brasil comenzó a filtrar pelotas y se fue en tromba tromba pudo pillar al equipo verde por sorpresa, aunque ya sabían que su juego sería paciente, capaz de filtrar pelotas a la espalda de los volantes y desequilibrante por las orillas, donde debía reforzarse la vigilancia ante la amenaza de duelos individuales, pero con el escalonamiento de los stopper –como no hizo Suárez- y no con el retroceso de los extremos –como mal hizo Arrascaita. La amplitud de Raphinha y las pelotas filtradas para Neymar y Bruno Guimaraes no fueron contrarrestados con ningún movimiento táctico, como tampoco la descomposición de la línea de volantes cuando salían a tomar marcas distantes, agrietando la estructura, al obligar a los defensas a abandonar sus posiciones para compensar los vacíos en el centro. Villamil sufría con Neymar y Céspedes no encontraba su sitio ni su función en el campo. No se escalonaron entre sí y padecían cuando debían cerrar a espaldas de Bejarano o Arrascaita. Una opción pasaba por incluir a Saucedo en el campo y extirpar a extremos inoperantes, pero no se produjo. Finalmente los cambios tácticos llegaron con las entradas de Ursino y Abrego, pero Brasil ya jugaba con el viento a favor y con la confianza en pleno auge.

A Bolivia le faltó disciplina y consistencia. Al principio parecía compactarse, negándole espacios a Brasil. Cuando los volantes tenían que ejecutar movimientos de ajuste (escalonarse y ejecutar relevos), el orden se esfumó y la línea de volantes se descompuso, dejando expuesta a una defensa que dejó sus miserias a la vista.

 

 

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