30 años del PCC: cómo la poderosa banda criminal se inflitró en todo Brasil y tejió peligrosas alianzas en el mundo
El Primer Comando Capital se ha convertido en una multinacional del narcotráfico capaz de manejar toneladas de droga cada mes, desde cocaína y marihuana hasta crack y, más recientemente, fentanilo. Los vínculos con el universo neopentecostal
Sin embargo, gracias también a la ayuda de magistrados complacientes, hay muchos líderes del PCC que han logrado desaparecer, como es el caso de Rogério Jeremias de Simone, alias Gegê do Mangue, que probablemente se refugió primero en Paraguay y luego en Bolivia, país que se convirtió en el primer proveedor de cocaína de Brasil (54%) seguido por Perú (38%). Otros líderes, como Gilberto Aparecido dos Santos, conocido como Fuminho, han sido detenidos en lugares aparentemente impensables del planeta, como Mozambique, uno de los países africanos donde el PCC tiene una base logística. La cocaína sale de Brasil de las formas más absurdas, por barco, y también a través de buzos profesionales, a menudo extranjeros, que son capaces de colocarla sin que la tripulación lo sepa en las quillas, o por vía aérea. Recientemente, la detención en Alemania de dos desprevenidas turistas brasileñas cuyo equipaje había sido canjeado por maletas llenas de cocaína permitió descubrir que la terminal de salidas nacionales del principal aeropuerto de América Latina, Guarulhos-San Pablo, estaba siendo utilizada por el PCC para transportar cocaína a Europa. Se produjeron numerosos intentos de fuga de sus líderes, algunos de los cuales cumplían condenas de hasta 100 años, como Marcola y su hermano Alejando Herbas Camacho, alias “Marcolinha”. En uno de ellos, entre los hombres contratados había supuestamente soldados africanos altamente entrenados. Afortunadamente, hasta ahora todos los intentos han sido frustrados, así como el proposito de secuestrar durante las elecciones de 2022 al ex juez símbolo de la operación anticorrupción Lava Jato, Sérgio Moro.
El bautismo de fuego que marcó el punto de inflexión para el PCC para imponerse en la escena internacional, fue el asesinato del narcotraficante de origen libanés Jorge Rafaat Toumani en 2016. Con su muerte, el PCC se hizo con el control de toda la ruta de la cocaína, desde las plantaciones andinas, especialmente en Bolivia, hasta los puertos brasileños como el de Santos, en la costa de San Pablo, desde donde se embarca la droga especialmente hacia Europa, gracias a excelentes relaciones con la poderosa mafia italiana ‘ndrangheta. El PCC posee ahora incluso plantaciones enteras de marihuana en Paraguay. Toumani era el capo indiscutible de la droga en la frontera entre Brasil y Paraguay, sobre todo entre Ponta Porã y Pedro Juan Caballero. Sabía que estaba en el punto de mira del PCC y por eso iba escoltado por mercenarios de Europa del Este fuertemente armados, pero eso no impidió que fuera acribillado a balazos, una emboscada escénica que ha pasado a la historia de Brasil.
El nuevo libro del investigador de la Universidad de San Pablo Bruno Paes Manso, titulado “La fe y la pistola: crimen y religión en Brasil en el siglo XXI” parte de una pregunta esencial: ¿Cómo ha cambiado la criminalidad en Brasil con el crecimiento de las iglesias evangélicas desde la década de 1990? Y ¿cómo entonces los valores conservadores asociados al universo evangélico se volvieron centrales en la política brasileña, especialmente bajo el ex presidente Jair Bolsonaro?
“Religión y delincuencia son mundos diferentes, aunque tienen orígenes similares en las ciudades brasileñas. Nacieron y se difundieron en los barrios pobres, como soluciones creadas por esas poblaciones para salir de la pobreza en un país donde el dinero puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte” Paes Manso explica a Infobae. “Con la profesionalización del delito y el ingreso del dinero ilegal al mundo formal y a la economía a través del lavado de dinero, el diálogo entre estos mundos se ha vuelto más estrecho a partir de una ideología común que valora la riqueza y la capacidad de consumo como el propósito de la vida”, agregó.
Desde un punto de vista antropológico, las iglesias y el PCC son algunas de las redes entre las muchas que existen en las periferias. Estas redes no sólo existen en superposición, sino que se interpenetran y crean zonas dinámicas de intercambio social. Esto quizás explique por qué, tras el ciclo de 40 años de violencia que llevó a la ciudad de San Pablo a una tasa de 35 muertes por cada 100.000 habitantes en 1999, la curva se invirtió de la noche a la mañana en la década de 2000. El control de armas, la detención de asesinos y el cierre de bares fueron inicialmente las razones por las que la tasa de homicidios descendió a 4,4 en 2022. Pero por sí solas no bastan para explicar la inversión, en la que puede haber influido el universo evangélico.
En cuanto a Río de Janeiro, la situación es diferente, no sólo porque el territorio está controlado por otros grupos criminales como el Comando Vermelho, sino porque ha sido testigo del singular fenómeno de los narcotraficantes evangélicos. “Son los del llamado Complexo de Israel - nombre que reciben favelas como Vigário Geral, Parada de Lucas y otros barrios - que utilizan la religión para intentar legitimar su autoridad”, explica Bruno Paes Manso a Infobae. Parte de la cúpula de la facción del Tercer Comando Puro (TCP) se ha convertido al mundo neopentecostal. Entre ellos está el principal líder, Álvaro Malaquias Santa Rosa, alias “Arão” o “Peixão”, que se refiere a sus soldados como el Ejército del Dios Vivo. Las investigaciones de la policía civil sugieren que el narcotraficante fue también ordenado pastor de una iglesia evangélica. Peixão es conocido por utilizar muchos símbolos asociados a Israel. Ha impuesto banderas de Israel en el territorio que controla y, en uno de sus búnkeres, la policía descubrió chalecos antibalas, munición y un ejemplar de la Torá. Este simbolismo no debe sorprender. Para algunas corrientes de las iglesias neopentecostales, la creación de Israel fue un signo del regreso de Jesucristo y, por tanto, la confirmación de las promesas bíblicas del Antiguo Testamento. Baste decir que el fundador de una de las principales iglesias neopentecostales de Brasil, Edir Macedo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios, reza en algunos cultos con kipá, ropas y ornamentos de la tradición judía.