Siempre quedará Bellingham

El Madrid se sobrepone a la lesión de Vinicius y a un penalti fallado por Rodrygo con el cuarto gol del inglés en tres partidos. Un Celta encomiable rozó el empate.

Luis Nieto
As
Incluso un partido con un solo gol puede resultar una aventura. Este lo fue. Le anularon un tanto con muchos grises, VAR mediante, a Larsen; Kepa supo desde su estreno que ser portero del Madrid es para boinas verdes, se rompió Vinicius, falló un penalti Rodrygo y quedó en evidencia que el Madrid anda corto en ataque. Esto fue lo imprevisto. Lo habitual llegó en los postres: volvió a marcar Bellingham y bajó el telón del pleito. Ancelotti va camino del pleno que perseguía antes del parón agarrado a su galgo inglés ante un Celta aún más desarmado que su equipo por la falta de fichajes, pero que le planteó un partido encomiable, con sacrificio, orden y buenas llegadas. Se trabajó el empate, pero se fue sin él.

Definitivamente hay dos Ligas. En la de verano, que dura mientras el mercado está abierto (el nuestro, el ajeno y el saudí, más largo y derrochador), se juega con lo que se puede. Y en la de las otras tres estaciones, con lo que se tiene. En esas está el Celta, que ha perdido a sus dos todopoderosos laterales y al jugador del futuro aún sin repuestos. Así que, mientras la dirección deportiva no diga otra cosa, el equipo se sostiene de forma coral más lo que se le ocurra a Aspas.

Vinicius se sienta en el césped de Balaídos y pide la sustitución.
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Vinicius se sienta en el césped de Balaídos y pide la sustitución.Juan Manuel Serrano ArceGetty Images

Ante ese Celta parcheado no hubo concesiones de Ancelotti: su equipo más vigoroso, sin Kroos ni Modric, que una cosa es merecer una estatua y otra la titularidad. Su decadencia se mide en términos cronológicos: juegan igual de bien pero durante menos tiempo.

Pánico por Vinicius

Un partido aparentemente desigual que comenzó con lío y drama. Kepa se tragó su primer gol con el Madrid en el primer disparo que recibió. Estorbado por Larsen, despejó sin contundencia un centro desde el córner. La pelota la voleó Fran Beltrán y el propio Larsen la desvió a la red. Kepa reclamó agarrón previo, Jaime Latre llamó a la pantalla a Díaz de Mera y este anuló el tanto. Pareció poca cosa para que el árbitro metiera el volantazo. El encanto de la controversia, que escribía Fontanarrosa. Más fino estuvo el árbitro en el piscinazo posterior de Rodrygo. Fue tras una arrancada brutal de Vinicius, con caño en largo incluido, que le salió caro. Notó una molestia en el muslo. Se asustó, quiso continuar y acabó pidiendo el cambio. Sucedió un día después de que Ancelotti, de modo tajante, asegurara que no llegará nadie más en este mercado. Courtois, Militao, Benzema y Vinicius, fuera de un solo golpe. Quedó declarado el estado de emergencia.

El percance trajo un Madrid con una marcha menos, rematado en Joselu, delantero de otra especie, y en un escenario incómodo: el Celta le esperaba en su campo, cerrado, junto, reduciendo espacios, a la espera de una emboscada. Ese cambio de guion ofrecía más protagonismo a los laterales madridistas y muy pocas opciones a la caballería. En aquel bosque celeste solo se adentró Valverde en dos ocasiones: su primer disparo se perdió entre las piernas de los defensores, el segundo se le fue demasiado cruzado. Dos oportunidades de menor calado que la que tuvo Mingueza poco después, a puerta vacía y con poquísimo ángulo. El equipo de Benítez era escudo y amenaza ante un rival que sentía la falta de Vinicius como una amputación, por la atronadora omnipresencia del brasileño y por falta de costumbre a verse sin él.

Rodrygo, en el momento de fallar el penalti que lanzó.
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Rodrygo, en el momento de fallar el penalti que lanzó.Salvador SasEFE

Rodrygo hizo lo que pudo para paliar la devastadora carencia. Desde la delicadeza de su juego, rozó el gol dos veces. Starfelt le detuvo un remate después de dos regates maestros y Unai Núñez le envenenó el otro. El toque suicida rozó el palo. Cerca del descanso, Díaz de Mera le anuló un gol a Joselu, que estaba dos metros en fuera de juego. Lo mejor del lance fue el pase de Bellingham, que en la frontal siempre busca la pista buena. Y del primer tiempo se despidió Bamba con un remate ajustadísimo que pudo ser gol.

La vieja guardia

Como el asunto no marchaba, Ancelotti volvió al pasado: un 4-3-3, con Valverde a la derecha, Rodrygo a la izquierda y Joselu en punta. Más tarde, con Kroos y Modric, cuando a Valverde se le había ido un gol claro tras la enésima aventura de Rodrygo por la izquierda. A por Kroos se marchó el Celta para recuperar un balón que a punto estuvo de embocar Larsen.

El partido iba de accidente en accidente. Bellingham pareció lesionarse y revivió para meterle un gran pase a Rodrygo, derribado claramente dentro del área por Iván Villar. El propio Rodrygo lo lanzó fuerte y a media altura y el meta se lo sacó con mano de hierro. Estupenda la parada que salvaba a un Celta que no dejaba de ser una amenaza, pese a su repliegue. El duelo estaba en ese escenario incierto que le convenía.

Con este cabezazo decidió el partido Bellingham.
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Con este cabezazo decidió el partido Bellingham.

La ocasión perdida afectó a un Madrid desmochado arriba. Benítez quitó a Larsen, su nueve, y metió otro mediocentro, Tapia, para espesar aún más el juego de su adversario. Pero el los Ancelotti tienen energía atómica en Bellingham. Kroos botó un córner, Joselu, en su fuerte, prolongó con la frente hacia el segundo palo y allí apareció el inglés para lanzarse como el nueve que no creía ser y darle al Madrid, de cabeza, dos puntos más. Van casi siete. Hay operaciones que salen por cien millonazos y resultan una ganga.


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