Sergio Romero, su espectacular marca como atajapenales en Boca y el rol fundamental de Fernando Gayoso

Desde que llegó al xeneize, el arquero cuadriplicó su efectividad en el rubro

Romero otra vez “se convirtió en héroe”, como cuando se lo auguró Javier Mascherano, antes de que el arquero fuera fundamental para que la Argentina dejase atrás a Holanda en las semifinales del Mundial Brasil 2014. Y aunque haya acaparado los flashes y todos sus compañeros corrieran a abrazarlo luego del remate magistral de Valentín Barco que selló el 4 a 2 y la clasificación a cuartos de final de la Copa Libertadores, el arquero optó por valorar el triunfo grupal por encima del éxito individual. “Yo estoy ahí para atajar, pero el trabajo que hacemos con el profe (Fernando) Gayoso, Javi García y (Leandro) Brey es espectacular”, simplificó.

Buena parte del secreto de los penales en Boca se oculta en esa frase. Ya no es casualidad el éxito del trabajo de Gayoso, que en su primer ciclo en el club de la Ribera fue fundamental para que Agustin Orion se afirmase en ese rol (fue la figura en la definición ante, justamente, Nacional, en los cuartos de final de la Libertadores 2016). Emigró a Racing y, desde su retorno (a comienzos de 2020), hizo de Agustín Rossi un especialista en la materia, y también potenció a García y a Brey.

Romero contiene la ejecución del colombiano Bocanegra, en otra noche de gloria para su carrera
Romero contiene la ejecución del colombiano Bocanegra, en otra noche de gloria para su carreraLA NACION/Anibal Greco

El factor Gayoso es evidente también en un futbolista consagrado como Romero. Hasta su llegada a Boca, el hombre que más veces defendió el arco de la selección argentina había atajado 15 penales de los 87 que le habían rematado en toda su carrera (Al Alkmaar, la selección sub 20 y la mayor, Sampdoria, Manchester United y Venezia), divididos en 41 en tiempo regular y otros 46 en definiciones), lo que promedia 0,17 de efectividad. Hubo cuatro remates desviados y los otros 68 fueron gol.

En tanto, en el equipo xeneize le patearon 11 y atajó seis, es decir 0,54 de coeficiente (casi la mitad, más uno). Fueron ante Central Córdoba, Banfield, Deportivo Pereira, Independiente y los dos ante Nacional.

De todas maneras, el presente de Chiquito es digno de elogiarse. Sobre todo, porque arrancó de cuajo todas las posibles dudas que podían llegar a haber cuando se anunció su contratación. Lejos de apurar su debut, Boca fue cauto y lo llevó de a poco hasta que estuviera a punto. Un dato clave, que expone este contexto: por cuestiones deportivas y/o físicas, desde el Mundial 2014 en adelante, el arquero había promediado apenas 11 partidos por año. A siete meses de su debut bajo los tres palos del arco xeneize, Chiquito ya jugó 32 encuentros. Triplicó el promedio de presencias de su última década.

Desde que debutó, el 29 de enero en un 1 a 0 ante Atlético Tucumán, Romero se apropió del puesto con solvencia y con la seguridad que da la experiencia. Sólo descansó por decisiones técnicas, y también para darle minutos a Javier García. En este lapso quedó en evidencia que sus problemas físicos forman parte del pasado. Pero, además, su sentido de la ubicación en el área y bajo los tres palos le permiten resolver, de manera simple, situaciones generadas por el rival que podrían ser mucho más peligrosas y difíciles de resolver con un arquero más inexperto. Y un punto más: en esos 32 encuentros cosechó 14 vallas invictas, seis en los últimos 9.

Tras el partido volvió a exponer su postura de valorar más lo colectivo que lo individual. “No lo soñé de esta forma. A mí me gusta que mis compañeros hagan goles, que a nosotros no nos hagan goles y ganar el partido en los 90 minutos. Pero bueno, hoy me tocó a mí colaborar atajando penales, pero lo que quiero destacar es que somos un grupo muy lindo y vamos a tirar siempre adelante para Boca”, dijo ante los medios. Y agregó: “Es una alegría inmensa que toda la Bombonera coree mi nombre. A pesar de tener una linda trayectoria, llegar a Boca es otra cosa y que me reciban con los brazos abiertos es bárbaro. Por eso soy un agradecido al club, a Román (Riquelme), a Jorge (Bermúdez) y siempre trato de hacer lo mejor para el club”.

Suele decirse que para posicionarse como candidato a ganar la Copa Libertadores es importante tener un arquero “salvapartidos”, que reciba pocos goles y, a la vez, que esté capacitado para absorber la presión antes de una definición por penales para edificar un halo de seguridad a su alrededor, que contribuya a la confianza de sus compañeros ejecutantes y, a la vez, preocupe a los rivales. Que sea un condicionante más para ellos el hecho de tenerlo enfrente cuando comienza la serie.

En el caso de Romero esas cualidades son manifiestas. Aun con mucho trabajo por hacer para terminar de conformar una columna vertebral y erigirse como un equipo confiable, Boca tiene más que claro que Chiquito se hace gigante cuando las papas queman. De hecho, en seis partidos disputados en lo que va de esta Copa, el Xeneize apenas recibió cuatro goles y en cinco ocasiones terminó con su arco en cero. Solo le pudieron anotar Deportivo Pereira (uno en Colombia y otro en Buenos Aires), y los dos de Nacional anoche. Si a eso se le suma un ingrediente tan importante como el aliento del público (como ocurrió anoche en la Bombonera), el coctel puede ser explosivo.


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