Belém, la moderna urbe brasileña que tiene el reto de mostrar al mundo los desafíos y bondades de la vida en la Amazonía
La ciudad fue elegida por Lula como sede de la próxima Cumbre de la Amazonía el 8 y 9 de agosto y que contará con la presencia de los representantes de los ocho países que integran esta zona del planeta como son: Colombia, Venezuela, Guayana, Ecuador, Perú, Surinam, Bolivia y por su puesto el anfitrión Brasil
En este vasto territorio del planeta, que además, es considerado como uno de los pulmones más importantes de la tierra, hay más de 40 millones de personas, muchas de ellas viven en grandes metrópolis que ofrecen un estilo de vida cosmopolita, lleno de teatros, tiendas, cafés, restaurantes con una gastronomía muy variada, pero incluso muy particular con productos exclusivos de la zona como peces, mariscos, carnes, frutas y una gran cantidad de lugares para el esparcimiento como ríos, islas, playas, hoteles, bares, parques, museos, entre otras atracciones.
Tal es el caso de Belém, la capital del estado de Pará, el segundo más grande de la Amazonía brasileña ubicado en el norte de Brasil. En esta ciudad viven más de 2 millones de habitantes, y fue elegida por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, para que sirva de sede para la próxima Cumbre de la Amazonía que se celebrará el 8 y 9 de agosto y que contará con la presencia de los representantes de los ocho países que integran esta zona del planeta como son: Colombia, Venezuela, Guayana, Ecuador, Perú, Surinam, Bolivia y por su puesto el anfitrión Brasil.
Además este evento contará con la participación de otros países invitados como Indonesia, y la República Democrática del Congo, naciones que, junto con Brasil, tienen los bosques tropicales más extensos del mundo; así como Francia, por la Guayana Francesa.
Belém es una ciudad muy exótica que se ubica entre la bahía de Guajará y los ríos Guamá y Acará, que cuentan con la afluencia del río Amazonas. Esa particularidad geográfica hace que la ciudad cuente con una gran biodiversidad amazónica que contrasta con su creciente desarrollo urbanístico.
Esta metrópoli fue fundada por los conquistadores portugueses en 1616, cuando ingresaron al territorio para expulsar a los franceses, esto hace que su casco histórico cuente con una arquitectura colonial que refleja la variedad de los dos países europeos y que hizo que en su momento Belém, fue reconocida como la París de América, justamente por la influencia arquitectónica del viejo continente.
Todavía hoy conservan un fuerte con el que protegían la ciudad de invasiones extranjeras a través de los ríos y los cañones de esa época los mantienen en perfecto estado como atractivo turístico.
La ciudad que fue iniciada como en una especie de codo, a las orillas del río se fue expandiendo con las décadas hacia la zona continental, lo cual es realmente interesante porque permite apreciar cómo a medida que uno se va alejando del río y adentrando en la ciudad, la arquitectura va cambiando de época y modernizándose, como si se tratara de un viaje en el tiempo del pasado al presente.
Uno de los principales atractivos en la costa es el mercado de Ver-o-Peso, el más grande a cielo abierto de América Latina con 122 años de historia. En él se pueden encontrar una variedades de frutas, nueces, granos, verduras, puestos para probar la comida local, pero tal vez uno de sus principales atractivos es el la parte de la pescadería donde casi toda la ciudad va a comprar a bajos precios, variedades de peces exóticos, así como camarones, langostinos y otros moluscos que son la base de la gastronomía en Belém,
Otro lugar interesante del mercado es la parte de las artesanías donde se puede encontrar el puesto de la famosa “Dona Cheirosinha” o “Doña Olorosa”, si lo traducimos al español, un personaje icónico del lugar que vende medicinas artesanales y pociones para las buenas energías, atraer la buena suerte, el dinero, y hasta tener dicha en el amor. Todos son remedios tradicionales hechos con fórmulas heredadas por su madre y abuela, pasadas de generación en generación que conservan las costumbres de sus antepasados y las mezclas con las culturas africanas.
Ya adentrándonos un poco más en la ciudad y en el siglo XIX, encontramos el Teatro de la Paz, un monumento arquitectónico de estilo neoclásico, imponente, con detalles elegantes llenos de simbología y alegorías que recuerdan al período de la ilustración en el que participaron los francmasones para contribuir con la construcción de un recinto que mezclaba, el arte, la cultura, la integración de las clases sociales y la sociedad política del país, en un período de abundancia como resultado de la enorme exportación del caucho.
Hoy en día el teatro sigue ofreciendo conciertos de jazz, orquestas, ópera e incluso tiene un proyecto súper interesante basado en llevar clases de música a las cárceles, con la intención de reformar a los presos y buscar que una vez cumplida su condena, se puedan reinsertar a la sociedad a través de la música, trabajando en el teatro.
La Estación de las Docas, es un moderno complejo gastronómico a orillas de la bahía de Guajará, es como una especie de boulevard que tiene un área al aire libre que permite apreciar el atardecer, que algunos comparan con la zona de Puerto Madero en Buenos Aires.
Uno de los principales problemas que afecta a toda la Amazonía brasileña es la desforestación, que en consecuencia produce que muchas especies animales, algunas en estado extinción, se vean afectadas y tengan que migrar de su hábitat. A esto se le suma el flagelo de la venta ilícita de animales en el mercado negro, que ponen en riesgo a muchas especies.
Para contrarrestar este gran problema medioambiental, Belém cuenta con el Mangal de las Garzas, un Parque Zoológico y Botánico que fue creado por el Gobierno de Pará en 2005 y es el resultado de la revitalización de un área de cerca de 40.000 metros cuadrados a orillas del río Guamá, en la periferia del centro histórico de Belém.
El parque que, además de contar con restaurantes, miradores y una gran vegetación que lo hacen muy agradable para ser visitado, se dedica a trabajar en conjunto con un grupo de biólogos y expertos de la Universidad Federal de Pará para recibir y atender a las especies que están en peligro, con la intención de que puedan estar un tiempo en el parque mientras se recuperan para poder ser reintegradas a sus hábitats naturales.
En este parque se estudia muy seriamente el estrés y los traumas que padecen algunas especies de aves cuando son acechadas por los humanos durante el proceso de cacería, lo que muchas veces las convierte en animales agresivos, por lo que acá tratan de darles el acompañamiento debido para que se puedan reintegrar con las demás especies. Lo mismo con respecto a la reproducción y liberación de mariposas, el cual es un trabajo muy arduo y complejo con el que procuran mantener la biodiversidad.
Con una tarea similar que busca preservar el área amazónica, el museo Emílio Goeldi, que con 157 años es la institución más antigua de investigación científica de la Amazonía y cuyo parque botánico es un oasis verde en el corazón de Belém.
Pará también cuenta con una serie de islas y playas de agua dulce que son una mezcla entre atracciones turísticas en crecimiento y desarrollo económico autosustentable por parte de las comunidades indígenas que allí viven, que necesitan de los ingresos económicos que traen los visitantes pero con la vigilancia de que esto no afecte ni altere su ecosistema.
Un ejemplo claro es la isla de Marajó, la cual es muy atractiva por la cantidad de búfalos que hay en ella, los cuales son incluso usados como medio de transporte hasta por la propia policía local, ya que no generan emisiones como las motos y los autos y debido a su fuerza tienen la posibilidad de llegar a lugares más complicados que los autos jamás llegarían.
Otras de las islas que llama la atención en el estado de Pará es Combú, apenas a unos 15 minutos en lancha desde Belém, atravesando el río Guamá, muestra una realidad completamente distinta a la que se vive en la ciudad.
En esta isla predomina una vegetación en la que abundan manglares, árboles frutales y palmeras que vistos desde el aire muestran los riachuelos entre el denso bosque.
Estas zonas si se parecen un poco más a los que nos muestran en las películas y documentales de la televisión, un paraíso habitado por unos 1.500 habitantes que viven de la pesca y de los frutos propios de la región como el açaí, el cupuazú, la pupunha, la banana y el cacao.
En esta área Infobae tuvo la oportunidad de conversar con un grupo de mujeres que se organizan en grupos para poder desarrollar actividades de trabajo que les permita vivir entre las dificultades que representa en estar en medio de la selva y los problemas propios que han traído la falta de agua, la desforestación y la pesca ilegal.
Según Ivette dos Santos, de 65 años y quien está al frente de Amecombu, una asociación de mujeres que produce jabones, cremas, repelentes y tés con los aceites que extraen de la andiroba, la idea es que “más mujeres trabajen en la isla” y progresar “con respeto” por la naturaleza, pues la selva “vale más en pie que derrumbada”.
La labor no es fácil para las 20 mujeres que hacen parte de la asociación, quienes consiguen apoyo a cuentagotas tanto del Gobierno como de otras instituciones para apoyarlas en su tarea de vivir de manera autosustentable bajo la preservación del bioma.
“El discurso está bonito pero aún no sabemos qué pasará. El dinero del fondo para este tipo de proyectos aún no se ve”, aseguró Dos Santos a Infobae, sobre las promesas del Gobierno para ayudarlas en sus proyectos.
Los habitantes de esta isla rodeada de ríos, paradójicamente, sufren de la falta de agua potable.
Años atrás los habitantes y las tribus de las islas usaban el agua del río para satisfacer sus necesidades básicas, una práctica imposible en la actualidad por la contaminación que dejan las aguas negras y los desechos industriales y de las mineras.
A eso se suma el aumento del turismo, pues la isla es muy visitada por su naturaleza, la cultura de sus comunidades y su gastronomía.
“La verdad es que ya estamos teniendo (impacto del turismo) y estamos muy preocupados con él”, señaló Izete Costa, una productora de cacao y chocolate en la isla que tuvo que conseguir apoyo externo para contar con un tanque recolector de agua lluvia, así como paneles de energía solar para producir sus productos artesanales que son muy demandados.
Sin embargo asegura que las ayudas aún no son suficientes pues la inestabilidad de la energía eléctrica hace que no pueda incrementar la producción de sus productos para abastecer el mercado y mejorar hacer crecer su emprendimiento.
Según “Doña Nena”, como se le conoce, con el turismo se está perdiendo “de a poco” la cultura de la comunidad y los recursos hídricos naturales “por culpa de las piscinas que se están construyendo”.
Y es que es muy llamativo ver desde el cielo e incluso en los paseos en botes, la cantidad de casas de lujo que se están construyendo, con piscinas y otras atracciones para atraer a turistas quienes las pueden alquilar como posadas. Asimismo el número de restaurantes y botes circulando por la zona ha incrementado, lo que por una parte genera buenos ingresos económicos que es de gran importancias para los locales, pero al mismo tiempo luchan con que este nuevo turismo pueda afectar el medio ambiente y por lo tanto su calidad de vida,
Con todos estos retos, desafíos, pero también con todo este potencial que tiene para aportar este gran estado y la hermosa ciudad de Belém, las 13 naciones, tanto las amazónicas como las invitadas, se darán cita esta semana esta metrópoli, para abordar todos estos temas, teniendo el problema de la deforestación como preocupación central en la agenda, pero además, será un evento que tendrá la vista puesta en 2025, cuando acogerá la COP30.