ATHLETIC-REAL MADRID / Bilbao ya conoce a Bellingham
El equipo blanco, dirigido por el inglés y con nueve jugadores de menos de 26 años en su once, desactiva a un Athletic sin ideas. Marcaron Rodrygo y el ex del Dortmund.
Quién sabe si estamos ante un salto al futuro o un salto al vacío. Lo cierto es que Ancelotti sentó a Kroos y Modric (se buscan valientes que mejoren su fútbol y su palmarés) y presentó una alineación con nueve futbolistas menores de 26 años. Carpetazo a la transición desde el primer día y un registro nuevo en el Madrid: pulmón por elaboración. Quién sabe si la medida es excepcional, por tratarse de San Mamés, donde la intensidad es autóctona, o estructural. Porque estos partidos de agosto son fronterizos entre temporada y pretemporada. Los resultados cuentan, pero el mercado aún es el comodín del público por si la primera impresión inquieta. En cualquier caso, ese órdago por la potencia le fue estupendamente a Ancelotti.
Sin Sancet
También Valverde cambió el guion: dejó fuera a Sancet, jugador principalísimo en el equipo, para meter a un debutante que sacó buenas notas en pretemporada, Unai Gómez. Más trabajo a cambio de menos filo para contrarrestar la concentración de juego interior del Madrid. Así lo explicó Valverde a minutos del comienzo del choque. La maniobra pretendía favorecer la doble presión: la feroz del equipo en campo blanco y la de San Mamés, que le recordó desde el inicio a Carvajal su entrada del pasado curso a Yuri. El primer respiradero del Madrid fue Bellingham, que bajó desde la mediapunta para intentar sacar a su equipo del atolladero. Dejó el mensaje de que estará allí donde le necesiten. Se postula como líder.
Pasado el primer calentón del Athletic, que no le llevó hasta Lunin, el partido fue presa del desenfreno: mucho cuerpo a cuerpo, poca claridad, algunas novatadas indoloras de Fran García, brutal kilometraje y poca precisión de los Williams y una vigilancia estricta pero educada de Vivian sobre Vinicius. Le adivinó los dos primeros trucos al brasileño.
Acción había poca (un latigazo alto de Valverde) hasta que apareció Rodrygo. A diferencia de la atronadora actividad de Vinicius, él es lluvia fina. Vive de la precisión y no de la repetición. Avisó con un primer remate sin ángulo que le sacó Unai Simón y estoqueó en el segundo. Carvajal peleó un balón en el área, blandeó Vesga y Rodrygo se hizo hueco para meter un remate raso inapelable que adelantó al Madrid.
El Athletic se fue a la lona. Empezó a perder los balones divididos, luego la posición y, finalmente, el partido. Alaba y Vinicius tuvieron el segundo gol muy a mano, pero acabó marcándolo Bellingham, cazando de volea semifallida el lanzamiento de un córner de Alaba. El bote alto fue una broma pesada para Unai Simón.
Para entonces, el centro del campo del Madrid había devorado al Athletic desde la exuberancia física, especialmente de Camavinga y Valverde. La progresión del francés es espectacular. Cada vez asoman menos esos primeros pecados de juventud. El Athletic se fue al descanso con un solo remate con posibilidades que llevarse a la boca, raso e inocente de Unai Gómez, que reclamó un penalti de Militao en el lance que no existió.
Cae Militao
Obligado por el marcador, Valverde metió un volantazo: Berenguer, Sancet y Guruzeta, con Iñaki Williams, ahora en la banda, para completar el póquer. La remodelación mejoró al Athletic, mucho más agresivo en la presión, mientras se enfriaba momentáneamente el Madrid, en buena parte por la lesión de rodilla de Militao, de consecuencias aún por determinar. Era el segundo ‘shock’ en una semana y el tercer caído (tras Courtois y Benzema) de la columna vertebral del equipo.
El Madrid pasó de la excelencia a la resistencia. Resistencia activa, en todo caso, porque también vio posibilidades al espacio ante la acometida con menos precauciones del Athletic. Ahí resulta estupendo Bellingham, que no es centrocampista de cercanías. Vive de su buen pie, pero también de su zancada. La segunda mitad, en cualquier caso, no tuvo goles pero sí mayor entretenimiento. Vinicius estiró mucho su banda, aunque sin acierto en el remate, y el Athletic, con el filo de Sancet, tuvo rachas de verdadero dominio sin llegar de verdad a culminar. Ese subidón de garra de los rojiblancos fue una ilusión óptica. Tchouameni, con un cruce providencial a disparo de Berenguer, fue el único muro blanco en la recta final de un choque que reafirmó que la remodelación del Madrid, en futbolistas y en dibujo, va en la dirección correcta.