River, un líder que perdió mucho más que un partido ante Barracas Central: un mensaje revelador de cara al futuro
Con suplentes, el equipo millonario trastabilló por 2 a 1 como visitante, una derrota que es un inequívoco llamado de atención
La deslucida tarea en el triunfo por 2 a 0 sobre The Strongest, que certificó el martes la clasificación a los octavos de final de la Copa Libertadores, resultó un mensaje interno. Los titulares, las principales figuras, exhibieron una producción en declive, impropia si se la compara con el rendimiento promedio en la doble competencia, con las excepciones de los despistes en La Paz y Río de Janeiro. Martín Demichelis entendió que se trataba de un desgaste físico, la exigencia de la rueda futbolera que nunca frena, entre la Liga Profesional y el certamen sudamericano. Que era el momento, el rival y el escenario (Barracas Central, en su diminuta cancha), entre otros rubros, porque la distancia de River con los perseguidores es enorme: 10 puntos sobre Talleres y Lanús (que tenía un partido más jugado al momento en que el líder saltó a la cancha).
“Las decisiones las tengo que tomar y son siempre duras, porque se quedan jugadores afuera que no dejan de ser importantes y a veces algunos juegan más que otros. Estando en River va a ser así, una institución tan grande exige una competitividad entre ellos y hay que comprender como futbolista que quien agache la cabeza o ponga mala cara tiene todas las de perder. Hay que seguir luchando por un lugar. Yo estoy para leer día a día ese lenguaje corporal de los jugadores, los rendimientos, e intento ayudarlos desde el armado, los cambios, pero ellos son los importantes, los que tienen que ponerse a entrenar, intentar mejorar y no bajarse de la pelea”, decía el DT, un puñado de días atrás. Una declaración de principios.
De Maidana a Elías Gómez, de Paradela a Rondón, con un Kranevitter sin brújula y apremiado justo en su zona de confort, la formación millonaria tenía además otros condimentos. Tres defensores (o cinco, como se lo quiera ver, según el prisma personal) y desajustes en casi todas las líneas, sobre todo, en la primera mitad. El humilde conjunto local se puso en ventaja con la página de un viejo manual: el de la pelota parada, que no pierde vigencia según transcurren los años. Centro de Tapia, cabezazo de Carlos Arce, de 32 años, un histórico: es el jugador con más partidos de la historia de Barracas Central con más de 400 juegos en el Guapo.
Esas emocionantes historias de vida (tan personales, tan propias desde el barro del ascenso a la gloria de la primera división) son señales para el gigante, que debe abrochar cuanto antes la vuelta olímpica local y creer que puede convertirse en candidato en la Copa Libertadores, clasificado como uno de los peores segundos (solo Deportivo Pereira y Atlético Nacional, ambos de Colombia, quedaron detrás en esa tabla). Lo de Arce es un símbolo: hasta el actor de reparto más inesperado puede hacerle daño. Maidana y Herrera se quedaron parados, inmóviles, cuando el goleador fue con todo a cabecear esa pelota.
Mauro Peinipil, el lateral, un número 4, aprovechó un descuido en el área rival, después de otro preciso centro de Tapia y resolvió el asunto. Otra respuesta reveladora, también con la mira en lo que vendrá: el gol fue convertido con un River descompensado, lanzado al ataque, con sólo dos jugadores en las zonas bajas para respaldar a Armani (tapó pelotas decisivas, otra vez). River suele marcar mal, se expone demasiado, hasta se libra a la suerte al sostener duelos de hombre a hombre con el equipo volcado en el ataque. Es una decisión lógica a partir del protagonismo de toda su vida, pero esos descuidos tácticos ya son una alarma. Y le pasa casi siempre: también, con el equipo de gala. El gol de Borja representó una ilusión pasajera: River, el mejor de todos, jugó para no llevarse ni las migajas.
El futuro es... hoy, mañana mismo. Pareciera que en el torneo local no tiene mayor sombra que la propia (¿hizo bien el DT en cambiar drásticamente a un equipo entero, con las excepciones de Armani, Rojas y Enzo Díaz?), pero, sobre todo, la confirmación de que los suplentes siguen siendo piezas de recambio. Siguen detrás de los titulares, como De la Cruz, Nacho Fernández y Beltrán, los que entraron en el tramo final y le dieron otra impronta al líder. Ni hablar de otros, como Barco o Aliendro, los más relevantes de los últimos encuentros.
Ramiro Funes Mori está al caer: será el primer refuerzo. No hay certezas elocuentes de nombres propios y puestos definidos, pero si River quiere pelear mano a mano con algunos equipos brasileños y sorpresas que se mantienen en el camino, como Independiente del Valle, le hace falta más. Los jóvenes, como Alfonso (de 21 años, entró un rato) o Echeverri (17) todavía no están maduros para exámenes semejantes. Son excelentes alternativas de reemplazo.
Insistía Demichelis, días antes: “La Copa al mínimo error te castiga y a partir de ahora, de octavos, no va a haber margen de error. No vamos a negociar ni transar nuestra manera de jugar pero tomando nota de los que nos pasó en Bolivia, Brasil e incluso Perú, donde fuimos dominadores del desarrollo del juego empatando 1-1 y casi quedándonos sin ningún punto, hay que tomar nota de que de visitante los errores se pagan caro”. Desde ya: las equivocaciones también se castigan en el plano doméstico, más allá de la distancia alcanzada por virtudes propias y despistes ajenos. La conclusión es inequívoca: el plantel de River es rico en calidad y variedad, pero si en el torneo local deja respuestas como éstas, ¿qué le puede ocurrir en el plano internacional?