River campeón: el valor de un ciclo nuevo que no tuvo miedo para construir sobre lo ya hecho

Francisco Schiavo

Pocos recuerdan que el ciclo de Martín Demichelis en River empezó con un cimbronazo: la lesión de Matías Kranevitter, uno de los refuerzos más deseados, en un amistoso con Unión La Calera, de Chile, a fines de diciembre pasado. El entrenador dio la primera muestra de que estaba preparado para el desafío que su joven carrera le ponía por delante. Cuentan los más cercanos que el temple que mostró con el futbolista, el plantel y hasta con los dirigentes, puertas adentro, quedó como una garantía de durabilidad. Algo se notó.


En la mala, demasiado rápida para un ciclo incipiente, Demichelis, el líder dio la primera muestra de esa convicción indispensable para salir adelante después del ciclo más querido y ganador, como fue el de Marcelo Gallardo. Nada fácil, por cierto. Sobre todo por las dudas que aparecía sobre su figura y que el mismo Demichelis explicó en una entrevista con LA NACION.

Eran momentos de incertidumbre. Se pedía paciencia. River hizo algo bien: rechazó las comparaciones. Cerró un capítulo y, más allá de la nostalgia, se entregó a una aventura de las más difíciles, como lo fue mantener el afán competitivo luego de ocho años dentro de un cuento irrepetible. Construyó sobre lo ya hecho. No desparramó por el suelo las fichas de un manotazo. Ahí tuvo una gran ventaja y entregó un mensaje superador, incluso, para otros ámbitos de la vida. ¿Político? Seguramente. Hoy, en un 2023 de elecciones nacionales, las grietas avanzan no sólo entre adversarios, sino entre los mismos correligionarios. Así será duro progresar. Prácticamente imposible.

Martín Demichelis y cómo manejar un grupo

Porque, a no dudarlo, en River aparecieron y aparecerán diferencias. Pero rara vez trascendieron los límites del club. Debate del sano. Entre los dirigentes que mandaron y los que mandan hoy. Todas salvables a partir de la decisión de poner un ladrillo sobre otro con un entramado ya sólido, siempre a favor del blanco y rojo. Con aciertos y equivocaciones porque lo infalible no va de la mano con el deporte.

Los lugartenientes de ayer, algunos ya en el cuerpo técnico y otros aún en el campo, se pusieron a disposición de otra idea. En algunos puntos no tan distante de la anterior, pero nueva al fin, con sus hallazgos. La etapa de descubrimiento duró mucho menos de lo pensado y el equipo fluyó, pese a algunos resultados que pincharon como cardos. A cada duda le siguió una reacción inmediata. En el torneo local hoy tan celebrado. Y en la misma Copa Libertadores, en la que dentro de poco los millonarios encararán los octavos de final.

Javier Pinola, hasta "ayer" futbolista y hoy integrante del cuerpo técnico, junto con Martín Demichelis
Javier Pinola, hasta "ayer" futbolista y hoy integrante del cuerpo técnico, junto con Martín DemichelisRodrigo Néspolo

River, seguramente, aún no habrá tomado dimensión del paso dado ni de la siembra realizada. La conquista es la confirmación de un resultado deportivo, por supuesto, pero también es el sustento, el cimiento, para lo que vendrá. Porque si el club sigue en esa dinámica de potenciar el trabajo anterior, de mantener un hilo coherente con lo que pasó y lo que vendrá, más allá de alguna rabieta, la lógica consecuencia será una evolución permanente.

El campeonato es un impulso, claro. Pero también lo es un estadio cada día más grande, repleto y pintoresco. El avance lo marcan los referentes que no quieren irse y los más chicos, que ya despuntan, como Claudio “Diablito” Echeverri. Figuras algunas que, por cierto, no se les arruga el currículum si tienen que estar entre los suplentes o, directamente, fuera de la convocatoria. La estrella resume la continuidad de una idea, con matices, pero con una íntima seguridad sobre cuál es el norte sin importar los nombres.


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