La inelegibilidad de Jair Bolsonaro cambia el panorama político brasileño

El tribunal declaró al ex presidente culpable de abuso de poder político y uso indebido de los medios de comunicación

Infobae
Inelegible hasta 2030. Este es el veredicto del Tribunal Superior Electoral (TSE) contra el ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro. Tras un juicio relámpago que duró apenas una semana y a pesar de los votos en contra de dos de los siete magistrados con derecho a voto, el tribunal declaró al ex presidente culpable de abuso de poder político y uso indebido de los medios de comunicación. Según el relator del juicio, Benedito Gonçalves, Bolsonaro influyó en el electorado, fomentó tensiones institucionales e incitó a los votantes en la creencia de que la manipulación de los resultados era una amenaza que se cernía sobre las elecciones de 2022. “No estoy muerto políticamente”, comentó Bolsonaro en seguida desde Belo Horizonte, añadiendo también que “este día seguirá siendo emblemático para mí, como lo fue el 6 de septiembre de 2018, cuando fui apuñalado en la campaña electoral. Hoy con esta frase he sido apuñalado. Pero quien realmente fue apuñalado no fue Jair Messias Bolsonaro, sino la democracia brasileña”.

La noticia se produjo casi simultáneamente con la de la inhabilitación de María Corina Machado para presentarse a las próximas elecciones venezolanas. Y justo el día después de las declaraciones del presidente Luiz Inácio Lula da Silva que defendió la dictadura venezolana diciendo que “el concepto de democracia es relativo” y criticando la oposición por no respetar los resultados electorales. Sobre el juicio a Bolsonaro, Lula no hizo ningún comentario. Ayer por la mañana se había limitado a criticar a su predecesor diciendo que “en sus cuatro años sólo ha habido mentiras y odio”.

El juicio contra Bolsonaro había comenzado el 22 de junio y estaba previsto que se celebraran tres sesiones en total. El jueves, uno de los jueces, Raul Araújo, había tardado dos horas en leer su voto, lo que obligó al tribunal a reunirse de nuevo ayer para evitar tener que aplazar el juicio hasta el final de las vacaciones de julio. La acusación contra Bolsonaro, tras una denuncia del Partido Democrático Laborista, el PDT era la de uso indebido de sus funciones por invitar a un grupo de embajadores extranjeros al palacio presidencial de Alvorada en julio de 2022 con la intención de hacer campaña política. En la reunión Bolsonaro cuestionó el proceso electoral brasileño y la fiabilidad de las urnas electrónicas. Declaró que quería “corregir los defectos” del sistema de votación “con la participación de las Fuerzas Armadas”. En el juicio también se le acusó de difundir información falsa sobre las elecciones tanto en las redes sociales como en TV Brasil, la televisión pública.

En los últimos días, el Financial Times había revelado que esa misma reunión con los embajadores extranjeros fue decisiva para que el gobierno de Biden enviara un mensaje claro a Brasil de que no aceptaría ninguna violación del orden democrático durante y después de las elecciones. Antes de la votación final de ayer, el relator del juicio Benedito Gonçalves y los otros jueces Floriano de Azevedo Marques Neto y André Ramos Tavares habían votado a favor de condenar al ex presidente. Todos ellos aceptaron la tesis de que Bolsonaro había expresado repetidamente sospechas infundadas sobre urnas electrónicas durante su mandato, a pesar de saber que esa información era falsa. Para el relator Gonçalves “hubo un abuso en el uso del poder simbólico del presidente y de la posición de jefe de Estado” para “degradar el ambiente electoral”.

El ministro del Supremo Tribunal Electoral, Alexandre de Moraes, centro, preside el inicio del juicio al ex presidente Jair Bolsonaro en el Supremo Tribunal Federal, en Brasilia (AP Foto/Eraldo Peres)
El ministro del Supremo Tribunal Electoral, Alexandre de Moraes, centro, preside el inicio del juicio al ex presidente Jair Bolsonaro en el Supremo Tribunal Federal, en Brasilia (AP Foto/Eraldo Peres)

El único momento de divergencia se produjo el jueves con las declaraciones del juez Raul Araújo, que votó en contra de la inhabilitación del ex presidente minimizando su comportamiento. “En una democracia no debe haber límites al derecho fundamental a dudar. Todo ciudadano es libre de dudar”, había dicho. En cuanto a la posición de los dos jueces cuyo voto fue decisivo ayer, es decir, Cármen Lúcia y Alexandre de Moraes, era previsible dado que ambos ya habían tomado posiciones favorables a la casación de políticos implicados en atentados antidemocráticos. La esperanza de Bolsonaro estaba en el voto del juez bolsonarista Kassio Nunes Marques, que podría haber pedido la famosa “vista”, es decir, más tiempo para analizar el caso, lo que permitiría trasladar el juicio tras el parón vacacional y dar más tiempo a la defensa del ex presidente para una nueva estrategia. Sin embargo, el orden de votación neutralizó esta posibilidad. Nunes Marques fue el penúltimo en votar, cuando ya se había alcanzado la mayoría para inhabilitar a Bolsonaro.

El presidente del Partido Liberal (PL), Valdemar Costa Neto, calificó la decisión del TSE de “injusticia” y afirmó que será revertida en las elecciones municipales de 2024 y presidenciales de 2026. “Nunca antes Brasil necesitó fuerza. Es hora de vencer. Bolsonaro es el mayor líder popular desde el retorno de la democracia y lo seguirá siendo”, dijo Costa Neto. Exponentes del gobierno de Lula celebraron el veredicto. El ministro de la Secretaría de Comunicación (Secom), Paulo Pimenta, dijo que fue “un gran día. El periodo de odio y de negacionismo ha terminado. Respetamos la democracia”, mientras que Flavio Dino, Ministro de Justicia y Seguridad Pública, afirmó que “la democracia ha superado la prueba de resistencia más dura de las últimas décadas”.

Se abre así un nuevo capítulo en la vida política brasileña. Por un lado, existe el riesgo de una polarización aún mayor en el electorado, que en caso de crisis económica en Brasil podría hacerse sentir incluso de forma violenta como ocurrió con las protestas de 2013 que anticiparon el impeachment de Dilma Rousseff en 2016. Por otro lado, la oposición, más allá de palabras y declaraciones, sale aún más debilitada. Entre los nombres que circulan como posibles sustitutos, de hecho, además de la esposa de Bolsonaro, Michelle, está el gobernador de San Pablo Tarcísio de Freitas, ya muy criticado especialmente por la emergencia de seguridad pública en su estado.

Para el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia Leandro Gabiati, la ausencia de Bolsonaro en las urnas, sin embargo, no significará un ex presidente fuera de las elecciones. “Ya no será candidato, pero pasará a ocupar un espacio como orientador político”, dijo. Otro posible candidato es Romeu Zema, gobernador de Minas Gerais por un partido que no es el Partido Liberal de Bolsonaro, sino el Partido Nuevo, a pesar de que en sus dos victorias como gobernador contó con el apoyo del ex presidente. Zema, sin embargo, ha intentado consolidarse como líder de la oposición sin “abrazar” el bolsonarismo. En una entrevista concedida a una emisora de radio de Rio Grande do Sul, ocho días después de los ataques del 8 de enero, Zema había afirmado que el Gobierno federal había hecho la “vista gorda” ante las invasiones y saqueos de las sedes de los tres poderes del Estado para, según él, “hacerse la víctima”.

Pero el primero en darse cuenta de que la oposición está en una situación muy difícil fue el propio Bolsonaro, que ayer mismo en una entrevista radiofónica dijo que Lula “tendrá una enorme ventaja” si se presenta a las elecciones de 2026, mientras que sin mencionar explícitamente a ninguno de sus posibles sucesores, de Zema y Tarcisio se limitó a decir que son “buenos nombres” para la elección de 2026. Sobre la posible candidatura de su esposa, afirmó: “No creo que esté preparada para esta política violenta a la que yo me he enfrentado”. En cuanto a Brasil, como resumió en un sarcástico tuit el periodista brasileño Claudio Dantas, “sin Bolsonaro no habrá Lula”, lo que significa que ahora el gobierno del presidente sólo tendrá que rendir cuentas de sus actos sin poder sacar a relucir en ningún momento a su enemigo acérrimo preferido, es decir Bolsonaro.


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