El fútbol alemán, en crisis: por qué apostará por la gambeta para dejar atrás los malos resultados
La Mannschaft fracasó de manera rotunda en los últimos dos mundiales; las razones de un mal momento y cuál es la receta que encontró la dirigencia para salir del laberinto
Los resultados de los últimos años son categóricos. Tras la conquista de su cuarta Copa del Mundo, en la recordada final de 2014 en el Maracaná, y con más énfasis a partir de la semifinal de la Eurocopa 2016 ante Francia, el rendimiento de la selección germana entró en una llamativa cuesta abajo. Eliminada en fase de grupos en los mundiales de Rusia y Qatar, en los octavos de final de la Eurocopa 2021, y excluida de las rondas decisivas en las tres ediciones de la Nations League disputadas hasta la fecha (incluyendo un humillante 0-6 ante España en 2021), tampoco los amistosos de este año han cambiado el rumbo de la Mannschaft: derrotas contra Bélgica, Polonia y Colombia, empate frente a Ucrania y la única sonrisa, en un 2-0 a Perú.
En el caso del equipo mayor, la miradas apuntan hacia Hansi Flick, cuyo trabajo como entrenador ha sido un fiasco y al que sólo una gran actuación en la Eurocopa 2024, en la que Alemania será local, podría sostener en su puesto. “Si se mantiene en el cargo es porque tampoco hay un recambio claro”, señala Javier Cáceres, periodista alemán de ascendencia chilena, corresponsal del diario Süddeustche Zeitung en Berlín, quien enumera: “Jürgen Klopp no romperá su contrato con el Liverpool, Julian Naggelsman es demasiado joven para asumir el puesto, Thomas Tuchel está en el Bayern Munich, y Stefan Kuntz, que ganó dos europeos con la Sub 21 y era el sucesor natural de Joachim Löw, se fue a Turquía cuando le dieron el puesto a Flick. Si hace una buena Eurocopa con Austria quizás haya que anotar el nombre de Ralf Rangnick para el futuro”.
Sin embargo, los problemas no se reducen a la selección que ostenta cuatro estrellas en sus camisetas. Tampoco las categorías juveniles han dado grandes alegrías en años recientes. Desde 2015, Alemania fue eliminada por Mali, Zambia o directamente no llegó a disputar los mundiales Sub 20; la Sub 21, que bajo la batuta de Kuntz ganó el título en los campeonatos europeos en 2017 y 2021 (y fue finalista en 2019), quedó última en su grupo en el torneo jugado el mes pasado en España; y la de menores de 19 no superó la primera etapa en los últimos cuatro europeos. Por fin, la Sub 17, que también venía a los tumbos, sorprendió a todos al consagrarse en junio tras vencer a Francia por penales en la final. Demasiado poco para un país habituado a los éxitos.
Las razones para explicar semejante debacle se apoyan en dos ítems: el exceso de academicismo desde edades muy tempranas y la falta de “hambre”, que deriva en un ablandamiento en la tradicional fortaleza mental alemana.
En el primer punto, todo el universo futbolístico germano acepta que, traducido a nuestra jerga, “se pasaron de rosca” con la conceptualización del juego. “Siempre ha sido necesario cierta individualidad y libertad para madurar y convertirse en un jugador de primera división. Los que al final marcan la diferencia son los niños terribles que piensan y actúan de forma independiente, no nadan con la corriente principal y siguen su propio camino”, dice Michael Ballack, aquel talentoso delantero que pasó por Bayern Munich, Chelsea y la selección.
En los primeros años de este siglo y luego de varios tropiezos en el máximo nivel, la Federación Alemana puso en marcha un sistema de centros de rendimiento juvenil que todos los clubes debían adoptar para impartir un modo uniforme de educar a los futuros jugadores. La fórmula, largamente elogiada en todo el mundo, dio sus frutos. Transformó el rocoso estilo histórico del fútbol alemán y alcanzó su coronación en Brasil 2014. Pero se enamoró de su éxito y derivó en estancamiento y retroceso.
Nueve años más tarde, Oliver Ruhnert, director deportivo del Unión Berlín, hace una autocrítica: “Creamos estereotipos. Nos hemos olvidado de que los chicos tienen que ser chicos, dejarlos que jueguen más en los entrenamientos, que gambeteen y no criticarlos por cada error que puedan cometer”. Panagiotis Chatzialexiou, director deportivo de Selecciones Nacionales, va aún más lejos: “Nuestros pequeños tienen poco contacto con el balón y rara vez toman decisiones. Los análisis han demostrado que al menos un tercio de nuestros talentos no están desarrollados de manera óptima”.
La crítica también abarca a los formadores que están a cargo de la enseñanza en las academias. “Nos volcamos demasiado hacia los jóvenes ‘entrenadores portátiles’ (así llamados por su costumbre de trabajar siempre con sus computadoras bajo el brazo)”, subraya Ballack. “Demostrar que son capaces de crear buenas estructuras técnico-tácticas se convierte en un fin en sí mismo para los entrenadores jóvenes que trabajan en las categorías menores, porque saben que eso les abre las puertas del fútbol profesional”, añade Cáceres.
El fracaso en Rusia 2018 y el último puesto en el Torneo juvenil del Algarve ese mismo año sacudieron la modorra en la que había entrado el fútbol alemán. Lo sucedido en Qatar no hizo más que refrendarlo. Meses antes del traspié en un Mundial, la DFB había anunciado el lanzamiento de un nuevo programa educativo que, a partir de 2024, será de obligada ejecución en las academias de todos los clubes del país.
En el comunicado explicativo podían leerse frases como: “Jugar con el balón y marcar goles son las principales razones por las que tantos niños y jóvenes disfrutan del fútbol”; “El nuevo sistema promueve que los niños puedan marcar goles de muchas maneras, incluso los que no están (todavía) entre los mejores”; “En el fútbol infantil, las tácticas a menudo se enfatizan demasiado pronto, lo que afecta el desarrollo de los conceptos básicos”; “Las nuevas formas de juego están destinadas a ofrecer mejores oportunidades para tener la pelota y que los niños se diviertan con ella”.
El llamado “Proyecto Futuro” comprende, entre otras cosas, la abolición de las divisiones juveniles tal como venían desarrollándose hasta ahora. En lugar de clasificaciones de liga, ascensos y descensos, el enfoque estará puesto en el desarrollo técnico y la potenciación del talento individual. “Iniciamos un cambio de mentalidad: los jugadores son el foco y los entrenadores los acompañan”, resume Chatzialexiou. Sin embargo, Javier Cáceres apunta un detalle negativo en la propuesta: “Lo que convirtió a Alemania en un equipo capaz de ganar torneos después de perder el primer partido fue su poderío mental. Si los jóvenes disputan torneos cerrados, ¿cómo van a aprender lo que es jugar en la agonía, por ejemplo para asegurarse la permanencia?, se pregunta.
Su resquemor se enlaza con la otra pata del tobogán que caracteriza los últimos años. “Para llegar a ser exitoso, o mantenerte, debes tener hambre. Y mi impresión es que hoy esa hambre hay que despertarla. Si nos fijamos en lo que pasa en Francia, a menudo sus jugadores tienen antecedentes migratorios o provienen de zonas socialmente desfavorecidas. En Inglaterra es el mismo caso. En Alemania solía ser igual, pero ya no es así”, sostiene Oliver Ruhnert. “Hay tanto dinero en el sistema que muchos chicos resuelven su vida a los 19 años”, indica Cáceres.
Por razones diversas, el fútbol alemán ha retrocedido varios casilleros en la lista de la élite mundial. Con la convicción que lo ha caracterizado toda la vida, ahora afronta una nueva reconstrucción. Los paradigmas, quién lo hubiera dicho, son la gambeta, la inventiva y ese apetito por triunfar que abunda en los barrios pobres de Argentina, Brasil o los países africanos, un estilo que hasta ahora le ha sido ajeno. Sin duda, será interesante comprobar hasta dónde puede llegar la capacidad de transformación de un fútbol que nunca se da por vencido.