Boca es Disney
Éramos pocos referentes y Rojo se fue a Miami con la autorización del club para "curarse". Boca tiene por delante un mercado durísimo donde deberá buscar buenos jugadores y líderes. Qué difícil...
Lamentablemente, por estos días las comunicaciones del club son tan escuetas y poco profesionales que es difícil saber cuál es la realidad, o al menos la versión oficial de la realidad. En otros tiempos, cuando era una institución seria y organizada, se informaba concretamente -alguna conferencia, alguna nota con sujeto y predicado, no hacía falta mucho más- sobre las actividades del club y sus protagonistas.
Guillermo Barros Schelotto, por ejemplo, sufrió unos cuantos desgarros en cadena en una etapa de su carrera como futbolista y se sometió a diversos tratamientos, ninguno en una montaña rusa ni en un parque temático de Harry Potter, por más magia que le prometieran. Desde piletones de barro en el sur argentino hasta el ultra tecnológico Milan Lab italiano. Y luego de mucho probar, finalmente encontró la solución. Si a Rojo le da resultado esto de irse de vacaciones, habrá que replantearse seriamente las propiedades curativas de los nuggets rociados con ketchup, los beneficios de recorrer los enormes shoppings haciendo tubos con bolsas cargadas de zapatillas o la maravillosa terapia de hacer colas en Orlando en algún parque temático.
Las perspectivas, aun sin conocer el rival que depare el sorteo de la Libertadores -lo único que importa- no son las mejores. Perdón por el pesimismo. Aun en esta Copa sin cucos, es demasiado poco el material confiable que está mostrando Boca y no son muy estimulantes las búsquedas para enriquecer un plantel devastado, con pequeñas gotas de jerarquía. La ilusión y la necesidad de los hinchas es tan grande que Jorman Campuzano se saca fotos a su regreso al país, como si de verdad se tratara de un refuerzo y no de la vuelta de un jugador que fue catalogado de prescindible por sus bajos rendimientos. Eran seis o siete los caza selfies, pero el colombiano debe haberse sorprendido incluso de que algunos medios hubieran mandado móviles a recibirlo. Increíble.
Lejos
de menospreciar al volante, que supo tener una primavera corta al
inicio del ciclo Russo pero que antes y después jamás se mostró como una
solución y mucho menos como un indiscutido para ser el 5 de Boca, el
problema grande que tiene este mercado es que el club no sólo deberá
importar jerarquía sino también voz de mando, referentes, tipos con
cierta estatura como para plantarse en la cancha y que todo el mundo los
distinga y los respete. Hoy, el único jugador que puede ser considerado referente es Sergio Romero
porque los demás, aunque sean buenos para el grupo o carguen una
trayectoria sobre el lomo, no están dentro del campo. Ni Javi García ni
el Pulpo González ni Rojo.
Los partidos de Boca están llenos de escenas en las que Almirón se
desespera pidiéndole a Pol Fernández que haga lo que hace por ejemplo
otro Fernández, Nacho, en River: llorar, influir, manejar el partido
como hacía Román en sus tiempos.
No será fácil, con la situación económica del club y la incapacidad para negociar que ha demostrado el Consejo de Fútbol, hacerse de valores que lleguen, se pongan la camiseta, encajen en el sistema, jueguen y contagien a los de adentro y a los de afuera. Boca necesitaría como mínimo un central y un 5 que sean patrones de equipo, volantes que hagan jugar y pisen el área, extremos que liberen de responsabilidades a Zeballos y Langoni (Colidio es una excelente opción si actuán con profesionalismo) más un 9 que garantice regularidad goleadora. No lo duden: no vamos a tenerlos. Con suerte y viento de cola, tal vez llegue una mínima porción de ese pack Libertadores.
¿Entonces? Entonces nada. De última podríamos rescatar de su retiro al Cata Díaz, a Donnet, a algunos de los muchachos que dieron el presente en la fiesta de Román. ¿Qué más quieren? Si Boca es Disney...