Y ahora, un cambio enorme en la NBA

Una vez cerrada la temporada con el título de Denver Nuggets, la NBA mira a un curso 2023-24 que estrenará un convenio que trae cambios radicales.

Juanma Rubio
As
Como no podía ser de otra manera, todos los actores del mundo NBA celebraron, a comienzos de abril, el acuerdo entre Liga y sindicato (NBPA), entre las treinta franquicias y sus jugadores, por el que se cerró sin conflictos ni cierre patronales (el temido lockout) un nuevo convenio colectivo para regir el campeonato durante siete años a partir del próximo curso, 2023-24. El comisionado Adam Silver volvió a conseguir un apretón de manos que aseguró la paz social en una NBA que vive un excelente momento económico, que se ha recuperado con una rapidez que es muestra de buena salud del socavón que supuso la pandemia, y que de esta manera podía afrontar el siguiente gran objetivo, que no es otro que renovar unos acuerdos televisivos que están en el centro de la histórica bonanza económica en la que vive una NBA que tendrá nuevo marco de retransmisiones en 2025.

Este sustituirá, y los números pueden ser mareantes, al anterior que se firmó en 2015, entró en vigor en 2016 para nueve años y marcó un momento histórico: Disney (que acapara accionariado en ESPN y ABC) y Turner (TNT) aceptaron pagar 24.000 millones de dólares por los derechos de la competición durante las citadas nueve temporadas (2016-25). En el anterior acuerdo, Disney pagaba unos 485 millones anuales y Turner unos 445. Así que la cifra pasó a triplicarse: casi 2.700 millones totales anuales. La NBA establece cuánto pueden gastar sus 30 franquicias en salarios de jugadores (el salary cap) a través del BRI (Basketball Related Income), todas las cantidades relacionadas directamente con los partidos de baloncesto. Entradas, merchandising… y derechos de televisión, claro. A raíz de este aumento, el cap pasó de 70 millones en la temporada 2015-16 a 94,1 en la 2016-17. Una subida histórica que disparó los contratos de los jugadores, y que fue tan brusca que generó distorsiones en el mercado que se acabaron percibiendo como claramente negativas, también para estos.

Fue, por ejemplo, el de 2016 el verano en el que los Warriors tuvieron, gracias a este cambio, margen salarial suficiente para fichar a Kevin Durant como agente libre. Un hito en la era de los súper equipos y del movimiento de unas estrellas cada vez más empoderadas que no gusta nada a muchas franquicias. No todas pueden y no todas quieren gastar al mismo ritmo, y a la batalla económica se suma la pelea por una NBA en la que se pretende que prime la paridad competitiva, algo que es un objetivo por lo general loable pero que a veces sirve de excusa de algunos para regresar al asunto anterior: cuánto y cómo quiere gastar cada uno.

Un nuevo tablero para equipos y jugadores

El nuevo convenio colectivo concretó cambios sobre los que ya se había especulado mucho. En este enlace se puede consultar casi todo lo esencial de lo que está por venir. Se oficializó ese nuevo torneo secundario que se disputará durante el curso a partir de la próxima temporada, con un aire claro a fútbol europeo. Se marcó un mínimo de 65 partidos (sobre los 82 de la regular season) que se tienen que jugar para optar a los premios individuales (y las mejores condiciones contractuales que en algunos casos acompañan a estos…)… Pero había un asunto central, un eje normativo que cayó como una bomba, menos esperado y cuyos efectos, a la espera de ver cómo se materializan en la práctica, van a cambiar, o eso parece, la forma en la que las franquicias construyen los equipos, el modo en que reparten sus salarios y hacen sus ofertas, traspasos, movimientos

Ese cambio es la llegada de lo que se ha llamado el second salary cap apron, una segunda línea de límite de gasto para los equipos que ya pagan impuesto de lujo y que va a marcar unas restricciones verdaderamente duras para aquellos que la superen. Un nuevo marco que se acerca al límite salarial duro que tienen competiciones como la NFL, en la que el tope de gasto no se puede superar bajo ningún concepto. En la NBA se maneja un límite blando, en el que hay muchas excepciones contractuales que permiten superarlo (ventajas en gran parte ganadas por los jugadores para que el límite duro no frene sus salarios más de la cuenta) y en el que se establece un impuesto de lujo que permite a las franquicias ir más allá de ese límite salarial siempre y cuando paguen unas cantidades de multa proporcionales a los millones en los que se exceden. En los últimos años ya se hizo más punitivo este impuesto, con el objetivo de evitar que hubiera distinto ritmo de gasto. Pero la riqueza actual de la NBA y la consiguiente llegada de propietarios más jóvenes y con fortunas más elevadas ha quitado dramatismo a este castigo. Que hasta ahora, además, era esencialmente económico. A partir de ahora, es lo que se pretende, va a tener también un poderoso impacto deportivo. Y por eso va a cambiar de verdad las cosas.

En esta temporada que acaba de concluir con el triunfo de Denver Nuggets, el salary cap (el dinero que cada franquicia puede invertir para construir su plantilla de ese curso) estaba fijado en 123,6 millones de dólares (11,6 más que un año antes), con el tope para entrar en impuesto de lujo en 150,2. ¿Cuánto impuesto pagan los que se pasan? Pues entre 1,50 y 4,75 dólares por cada dólar extra en función de (antes la ecuación era más lineal) por cuanto lo supera y si es repetidor y lo pagó también en anteriores temporadas. También hay un suelo de gasto en salarios de temporada, en la última fijado en un 90% del cap total, en este recién acabado curso unos 111,2 millones.

De esta forma, sí hay en la práctica distintas marchas pese a la teórica paridad en el gasto: esta temporada llegó a su tramo final con nueve de los 30 equipos en zona de impuesto de lujo, algo que normalmente no gusta a los propietarios salvo que se justifique con unos espléndidos resultados deportivos. Los Warriors campeones en la temporada 2021-22, por ejemplo, batieron récords con más de 360 millones invertidos en salarios (el teórico límite, recuerdo, estaba fijado en 123,6): 178 en sueldos y casi 185 en una factura de impuesto de lujo descomunal. Mientras, OKC Thunder rondaba los 80 millones, por debajo del límite inferior gracias a argucias, que también las hay en ese sentido: volúmenes contra el cap de jugadore que ya no están en plantilla, provisiones para el gasto de determinadas excepciones contractuales…

Los Warriors han convertido ese modelo de gastar sin parar en un rotundo éxito integral. Han ganado cuatro anillos desde 2014, pero también han disparado los ingresos y el valor de una franquicia que costó unos 450 millones en 2010 y ya ha superado a las intocables, Knicks y Lakers, para convertirse en la más valiosa de la NBA: más de 6.000 millones. Con unos ingresos que aceleran hacia unos 700 millones anuales, 471 en actividades no relacionadas con el baloncesto, un filón desde que se trasladaron de Oakland al downtown de San Francisco.

A mediados de esta temporada, por ejemplo (los cálculos definitivos se hacen cuando acaba el curso) los Warriors estaban en unos 188 millones en plantilla con, por repetidores tozudos, una multa que subía a 163 millones por un exceso de 38. Eso es un roster de, otra vez, más de 350 millones. No pasaron de segunda ronda de playoffs en su defensa del título. Los Clippers perdieron a las primeras de cambio en las eliminatorias pese a estar en 191 millones en plantilla y 140 de multa (más de 330 millones). No tienen un modelo de negocio como el de los Warriors, pero tienen como propietario a uno de los tipos más ricos del mundo, el cofundador de Microsoft Steve Ballmer, cuya fortuna está estimada en más de 100.000 millones de dólares y que no tiene problemas en gastar lo que sea con tal de perseguir el esquivo primer anillo en la historia de la franquicia. Por el contrario, San Antonio Spurs ha gastado 101 millones (obviamente sin tasa de impuesto), Indiana Pacers unos 122…

Los que no pueden (o no quieren) gastar

Así que hay distintas velocidades y debates que se entremezclan. En lo deportivo, es obvio que gastar mucho más da una notable ventaja competitiva (que luego sale bien… o no). Las franquicias de mercados más pequeños, o con menos poder adquisitivo, se quejan de que la paridad no existe en la práctica y detestan que haya ricos cada vez más ricos con la constante amenaza de concentración de talento y estrellas en determinadas franquicias y ciudades. Pero esto expone también una realidad empresarial en la que unos hacen las cosas mejor y tienen más ganas de invertir que otros, que a veces usan los criterios morales y deportivos para ocultar su mala praxis o su nulo deseo de rascarse el bolsillo. Los Warriors, tantas veces señalados en los últimos años, se han defendido preguntándose en público qué es mejor para la NBA. Los jugadores, por su parte, suelen preferir condiciones de gasto disparadas en las que los salarios medios (unos 7,5 millones de dólares ahora) estén muy por encima de épocas pasadas. Aunque a veces, el reverso de la moneda, esos excesos afectan negativamente a las clases media y baja mientras el dinero se acumula en las grandes estrellas.

El nuevo convenio colectivo que entrará ahora en vigor ha dado un paso realmente radical: ese second apron, una segunda y definitiva línea de gasto que se establece en 17,5 millones de dólares por encima del tope inicial del impuesto de lujo. Va a suponer un cambio tan grande que se va a implementar de forma escalonada, a lo largo de dos temporadas. Sensibilidad hacia unas plantillas ya confeccionadas con contratos en la mayoría de los casos a varios años vista. Ya estamos viendo, de hecho, movimientos de los equipos para aligerar cuentas y controlar más duración y volumen de contratos con esa nueva obsesión por no superar el límite duro.

El objetivo, insisto, es conseguir que a aquellos a los que no les importa gastar en cantidades desorbitadas, les deje de compensar. En lo deportivo, donde finalmente más duele porque no deja de ser el eje del negocio. Los castigos son varios y realmente temibles para los que superan ese segundo límite (el primero está en unos siete millones): no tendrán el valiosísimo contrato de la midlevel exception (ni siquiera la versión de pagador de impuesto), que es fundamental para los equipos competitivos en su necesidad de tener jugadores válidos de clase media; En los traspasos no pueden usar dinero, ni agregar contratos o traspasar más volumen salarial total del que reciben, ni enviar primeras rondas de draft a siete años vista (pierden la última que se puede traspasar ahora). Tampoco pueden firmar jugadores del mercado de buyouts (cortados por otras franquicias). Además, el que supere ese límite dos veces en los próximo cuatro años, verá como su primera ronda en el siguiente draft irá al la cola de las elecciones (pick 30).

Básicamente y como normal general, no veremos tantos equipos con el nivel de talento y el volumen de jugadores de primerísimo nivel que vemos ahora. La forma de los contratos y los traspasos cambiará en un modelo que pone el acento de los problemas en la parcela deportiva, no en el deseo de los propietarios de pagar o no multas, tengan estas los ceros que tengan. Los proyectos ganadores serán todavía más difíciles de mantener, con la inflación en los nuevos salarios que van llegando a unos jugadores que siempre se revalorizan dentro de esos equipos. Muchos expertos auguran que se romperán de forma continuada las plantillas con varias estrellas, en lo que se considera un torpedo en la filosofía de Warriors y Clippers, pero también Lakers, Nets… Los efectos reales los iremos comprobando en la práctica, porque los jugadores también pueden salir perjudicados ya que las franquicias tendrán menos libertad para gastar, algo que harán en todo caso con menos alegría. Eso suele ser punitivo para la clase media, ya que se seguirá haciendo lo que sea para captar a las grandes estrellas. Se completarán todavía más los rosters, seguramente, con contratos mínimos de veteranos, salarios rookies

Problemas no solo para Warriors y Clippers

De lo que no cabe duda es de que los efectos de este nuevo marco se van a sentir ya, y se van a sentir de verdad. No son medidas ni pensadas para el largo plazo ni menores. Son un electroshock inminente, con las franquicias obligadas a ajustar sus números en las dos próximas ventanas principales de mercado, este verano y antes del próximo cierre invernal. Ahí está el caso obvio de los Warriors, el gran ejemplo de lo que se intenta combatir: que se aprovechen todos los recovecos del anterior convenio y la marcha a mayor ritmo que otros para crear, un bucle, diferencias todavía mayores. Para ellos, claro, lo que se hace es penalizar al que hace las cosas bien, tiene éxito y aprovecha ese éxito para tener todavía más éxito y dar, de paso, una mayor bonanza a toda la Liga.

Los de la Bahía estarían para la próxima temporada por encima de ese second apron, la nueva amenaza. De entrada, cuando se aplique definitivamente esta medida no podrán repetir fichaje con la midlevel exeception, gracias a la que añadieron para este pasado curso a Donte DiVincenzo. Y eso antes de ver qué hacen con el futuro de Draymond Green, que puede ser agente libre, con una posible extensión de Klay Thompson… Con la idea de mantener al menos un año más el núcleo del equipo que ha hecho historia en la última década, y ese es el deseo de Stephen Curry, tendrán que usar formulas más restrictivas e imaginativas. En el caso de Green y Klay, por ejemplo, plantear acuerdos por más años y menos volumen actual en las mismas o similares cantidades totales (el cap solo se refiere a los sueldos de esa temporada). Una situación que, además, puede poner más rápido en peligro a quienes ganen mucho dinero y no rindan al mejor nivel, por lo que muchas miradas apuntan ya a Jordan Poole, que estrenará su extensión de cuatro años y unos 140 millones si alcanza el total de incentivos (17 millones). El escolta, que viene de una temporada dificilísima, cobrará la próxima casi 28 millones por los menos de 4 de esta que ha terminado.

Los Clippers son el otro gran señalado por esta nueva normativa, esta temporada con más gasto en sueldo pero menos en impuesto que los Warriors. Habrá que ver cómo afecta la situación con Kawhi George y Paul George camino a su quinto año juntos, por ahora sin un gran éxito deportivo que llevarse a la boca y con contratos y con solo un curso más garantizado. Tienen firmados 45,6 millones cada uno con, también los dos, 48,7 millones de player option en el verano de 2024. Esto es especialmente interesante porque los dos podrían firmar extensiones ahora, antes del inicio de la temporada 2023-24.

Pero el problema no es solo para Warriors y Clippers, los chicos de este póster. La mentalidad tiene que cambiar en todas las franquicias. Los Hawks, por ejemplo, no han pagado impuesto de lujo esta temporada pero se van a disparar la próxima, para la que ya tienen garantizados 143 millones en sus seis principales contratos. Quizá por eso ya hay rumores de traspaso que afectarían a los pesos pesados, Dejounte Murray e incluso el mismísimo Trae Young. Otros equipos que han ido formándose con jugadores jóvenes se encontrarán con este problema cuando tengan que ir renovando y ampliando los vínculos de estos.

En semejante nivel de restricción para las franquicias, muchos se preguntan si el sindicato de jugadores no se ha equivocado al aceptar estas nuevas condiciones, impuestas obviamente por el grueso de franquicias preocupadas ante el gasto disparado de unas pocas y el movimiento cada vez más libre de los jugadores, que siguen llevándose, y eso no cambiará con el nuevo convenio, más o menos la mitad del BRI (basketball related income). Estos, además, han arañado en el nuevo acuerdo ingresos desde sectores como el cannabis y el (espinoso) de las apuestas, además de por licensing, todo lo relacionado con su imagen y el uso de su nombre en productos, videojuegos… También esperan más dinero en sus bolsillos gracias al nuevo torneo secundario que echará a andar la próxima temporada. Y hay ajustes a nivel de contratos y traspasos que suben cantidades y mejoran condiciones. Pero el elefante en el salón obliga a plantear si todo eso no será un asunto menor comparado con el efecto que a medio, e incluso ya a corto plazo, puede tener ese nuevo modo de vida que van a adoptar las franquicias. Seis de ellas habrían estado ya esta temporada por encima de ese temido segundo límite, una suerte de tope salarial duro que, sin duda, va a cambiar las reglas del juego. Y, lo vamos a comprobar en este mismo verano de mercado, no precisamente poco.

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